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Sierra de Oaxaca: la vida en vilo

La vida corre en medio de cañadas y cerros tapizados de ocotales y pinos. A simple vista parece el sitio ideal para vivir: su aire fresco, puro y perfumado a tierra mojada hace parecer a la región un remanso de tranquilidad y felicidad. Pero no lo es
TLAHUITOLTEPEC, Oax.- | Lunes 04 de octubre de 2010 José Luis Ruiz / enviado | El Universal
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Por horas permaneció expectante, silencioso. Su mirada la mantuvo fija en un grupo de hombres que trabajaban con palas en el lugar donde hacía unas horas estaba su casa, justo en una ladera en la parte norte de Santa María Tlahuitoltepec. Junto a él, cientos de habitantes de la misma comunidad seguían atentos las maniobras de rescate. Eran casi las seis de la tarde del martes pasado, cuando uno de los hombres que escudriñaban en el lodo se topó con un cuerpo inerte.

En ese momento, Miguel Ángel, un pequeño de seis años, supo que se trataba de alguien de su familia que no pudo escapar del alud que sepultó su hogar, a su padre, madre, cuatro hermanos y a una tía.

En esta comunidad enclavada en la sierra mixe de Oaxaca, la vida corre en medio de cañadas y cerros tapizados de ocotales y pinos. A simple vista parece el sitio ideal para vivir: su aire fresco, puro y perfumado a tierra mojada hace parecer a la región un remanso de tranquilidad y felicidad. Pero no lo es.

La sierra norte de Oaxaca es azotada por aguaceros que la hacen casi inaccesible y peligrosa. Los derrumbes se encuentran por doquier y los escurrimientos, feroces, arrasan con todo.

Como Tlahuitoltepec, otra docena de sitios están al borde del colapso: Tamazulapam del Espíritu Santo, San Pedro y Pablo Ayutla, Santo Domingo Albarradas, Villa de Mitla, Tlacolula de Matamoros, Macuilxóchitl, Teotitlán del Valle, Santa María El Tule y Tlalixtl.

De acuerdo con el mapa de riesgos del país, Tlahuitoltepec forma parte de los mil 300 municipios que son susceptibles de enfrentar alguna calamidad, sólo por su ubicación geográfica.

En el país, al menos 50 millones de personas se encuentran expuestas a fenómenos naturales de todo tipo, de los cuales 15 millones, la mayoría indígenas, residen en zonas consideradas de “alto riesgo”, y sin posibilidad alguna de optar por alguna alternativa más segura. Sus comunidades son sus patrias, sus naciones, sus centros de vida y de muerte; son, por así decirlo, punto de partida y retorno.

En la sierra oaxaqueña miles de casas, habitadas por familias enteras y numerosas se agolpan en laderas y cañadas de la sierra mixe, en puntos altos y sobre terrenos endebles, reblandecidos por las lluvias que han caído sin tregua, día y noche, las más fuertes en los últimos 50 años, afirman sus pobladores. Todo aquí es fango y lodo. El andar por caminos y veredas es tortuoso y difícil.

No hay sitio donde no se observen caídas de agua que arrasan caminos, carreteras o sembradíos. Su estruendoso rugido mantiene en alerta constante a los habitantes de esta región de Oaxaca, que se ha convertido en una trampa.

“Aquí el enemigo no es invisible, se ve y se siente”, afirma Elías González, habitante de Santa María Tlahuitoltepec, cuando habla del clima que domina en el lugar y de los riesgos que existen en estas tierras altas, a veces ocultas por la neblina espesa que las envuelve gran parte del año.

Él mismo estuvo a punto de morir la noche del pasado lunes, cuando un alud arrasó con algunas viviendas, acabando con la vida de 11 de sus pobladores. Su hogar quedó en el filo del derrumbe.

Hace 40 años, un deslizamiento de tierra colapsó esta misma comunidad, hoy habitada por más de 5 mil indígenas. “Vivimos en una alarma constante”, dice Juan Díaz, munícipe en Tlahuitoltepec.

Tanto ahí como en comunidades vecinas se albergan cerca de 100 mil personas en las partes medias y altas de los cerros de la sierra norte de Oaxaca, y todas ellas en un cinturón de alto riesgo.

Alejandro Martínez, quien asumirá la presidencia municipal de Ayutla el próximo 1 de enero, sabe que la comunidad ya corre peligro, y para no dejar duda muestra a geólogos del Centro Nacional de Prevención de Desastres las cuarteaduras que presentan decenas de casas producto del reblandecimiento de las tierras que están a punto de convertirse en aludes.

Hay casas humildes, hechas con tablones y techos de lámina, pero hay otras construidas con ladrillos y cemento; muchas se encuentran a punto de caer.

Incluso, la carretera que atraviesa la sierra mixe y que pasa justo por el municipio de Ayutla ya perdió uno de sus tramos, que fue arrancado por las lluvias hacia el fondo de la cañada.

Empiezan a abandonar el lugar

Especialistas del Servicio Geológico de México, de la UNAM y del Politécnico Nacional se sumaron a la tarea de evaluación de esta zona para determinar si es necesario implementar un esquema de evacuación en comunidades de la región.

“La situación comienza a dar miedo, porque lo que pasó en Tlahuitoltepec puede suceder aquí. Ya todo se está cuarteando y las casas comienzan a ser abandonadas”, afirma Roberto Victorio Galván, un profesor del Instituto Estatal de Educación para Adultos en Ayutla.

Y en efecto. Por la orilla de la carretera que une a poblados de la sierra de Oaxaca y que conduce hasta la capital del estado en un serpentear de más de 200 kilómetros, se pueden ver a habitantes emigrando a sitios que creen más seguros, pero que en los hechos no lo son.

El entorno es igual en toda el área: irregular y sin tierras firmes o planas. Sólo existen algunas mesetas que no son suficientes para todos los asentamientos.

Al menos 30 municipios están ubicados a lo largo de la sierra mixe y aunque se encuentran en una zona de alto riesgo no hay forma de reubicarlas.

Oaxaca presenta una fragmentación extrema en su geografía, con extensas cadenas montañosas y terrenos ásperos.

Laura Gurza, directora general de Protección Civil, sabe que en toda esta región, como en otras de Chiapas, Guerrero y Puebla, entre otras, sucede lo mismo.

Admite que lo ocurrido en esa comunidad puede pasar en muchas otras que están asentadas en zonas serranas.

Y no se equivoca. Aquel día, horas después del alud en Tlahuitoltepec, 16 personas murieron tras derrumbarse un cerro en el municipio indígena de Amatán, en la sierra de Chiapas.

“Nosotros cuidamos la naturaleza, pero las grandes empresas son las que han contribuido en el cambio climático, que han ocasionado estas lluvias extremas. Nosotros somos los que estamos sufriendo”, afirma Juan Díaz.

Apenas el pasado 27 de septiembre, la coordinación general de Protección Civil federal emitió una declaratoria de emergencia para los municipios de Oaxaca de Juárez, San Felipe Tejalapam, San Jacinto Amilpas, San Lorenzo Cacaotepec, San Pablo Etla, Santa Lucía del Camino y Tlalixtac de Cabrera, por las lluvias severas, lo que activó los recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden).

Sólo del 30 de julio al 30 de septiembre, el Sistema Nacional de Protección Civil emitió 29 declaratorias, ocho de ellas de desastre natural y 21 de emergencia, que involucraron a 461 municipios en Oaxaca, Veracruz, Tabasco, Chiapas, Guerrero, Tamaulipas, Morelos, Campeche, Querétaro, Puebla y Sonora.

El director general de la Comisión Nacional de Agua (CNA), José Luis Luege Tamargo, asegura que la deforestación es uno de los principales factores que provocan el reblandecimiento de tierra y el riesgo de desgajamientos y deslaves en zonas de por sí ya consideradas de alto riesgo.

“Es muy importante conocer las capas distintas del suelo, conocer la geología de la zona para saber cuándo no debes hacer una carretera o una construcción o vivienda”, comentó Luege Tamargo.

“Pero la verdad es que estamos hablando de asentamientos muy precarios, de gente que acude por pobreza a ocupar estas laderas de los cerros, los mismos ejidatarios y comuneros, con una total ignorancia del riesgo al que se están enfrentando, y no hay un autoridad que los pueda prevenir”, admitió.

Fenómenos fuera de lo común

El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, al reflexionar sobre el Día Mundial del Hábitat que se celebra hoy, dijo que los gobiernos deben dar más énfasis a sus políticas a favor de los pobres, ya que hay mil millones de personas en el mundo que viven en asentamientos precarios, sin agua potable, saneamiento, propensos a enfermedades y sin esperanza de educación o trabajo.

No hace mucho, el Sistema Nacional de Protección Civil tenía identificados 512 municipios susceptibles de enfrentar algún riesgo por los fenómenos naturales, como tormentas tropicales o ciclones, todos ellos ubicados en zonas costeras del país. Ahora esto ha cambiado y prácticamente la mitad de los 2 mil 443 municipios se encuentran bajo la amenaza de enfrentar el embate de la fuerza de la naturaleza, según Protección Civil.

Las grandes inundaciones, por un lado, y las sequías, por el otro, lucían como acontecimientos de novela y muy distantes de una realidad amenazante para el hombre. Pero el destino nos alcanzó.

Hoy, los efectos del cambio climático se pueden sentir. En sólo tres meses se han registrado en México más de 20 inundaciones, productos de las lluvias más intensas de los últimos 50 años.

Veracruz, Tabasco, Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Tamaulipas, Nuevo León y Puebla son sólo algunos de los estados azotados por las tormentas desatadas por huracanes y otros fenómenos climatológicos en los últimos meses.



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