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Obligados al exilio por defender los bosques

Rodolfo Montiel, uno de los “campesinos ecologistas” que sufrieron cárcel, tortura y atropellos por defender los bosques de la sierra de Guerrero en los 90, dice que vive “como si estuviera preso”, debido al exilio en que se encuentra

LUCHA. En entrevista telefónica, desde el exilio, Rodolfo Montiel habla de cómo ha sido el largo camino recorrido en busca de justicia. . (Foto: Archivo )

Lunes 16 de agosto de 2010 Thelma Gómez Durán | El Universal
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Defender los bosques de la sierra de Petatlán, Guerrero, lo llevó a ser torturado, a pasar más de dos años en la cárcel, a vivir en el exilio, a separarse de su familia y a denunciar al Estado mexicano. Rodolfo Montiel Flores no se arrepiente: “Si no hubiéramos enfrentado esta lucha, ya se hubieran terminado los bosques de Petatlán. Pienso que sí valió la pena. Sigo pensando que si yo volviera a nacer, volvería a luchar por lo mismo”.

Lo que comenzó como una defensa de los árboles de la sierra de Petatlán, se transformó en una denuncia por tortura y violación de derechos humanos, en una lucha por la búsqueda de justicia que ya llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH), instancia que los próximos días 26 y 27 de agosto, en San José, Costa Rica, realizará una audiencia pública para tratar el caso que ha pasado a la historia bajo el nombre de “los campesinos ecologistas”.

En entrevista telefónica, desde el exilio, Rodolfo Montiel habla de cómo ha sido el largo camino recorrido en busca de justicia. Un camino que también han transitado Teodoro Cabrera y los otros campesinos ecologistas que hace más de 10 años se organizaron para defender los bosques de la sierra de Petatlán.

“Los caciques se aprovechaban”

En febrero de 1998, Rodolfo Montiel, Teodoro Cabrera, Felipe Arriaga, Albertano Peñaloza y otros pobladores de la sierra de Petatlán forman la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuya de Catalán (Ocesp). Se unieron para hacer frente a la empresa estadounidense Boise Cascade, que en 1995 llegó a la zona gracias a que el entonces gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Alcocer, le otorgó derechos de explotación de los bosques.

Los campesinos ecologistas bloquearon caminos para impedir que saliera la madera. También documentaron cómo los caciques, a través de la Unión de Ejidos Rubén Figueroa, falsificaban los sellos utilizados por las autoridades ambientales para marcar los árboles que podían ser talados. Presentaron escritos al gobierno del estado y a las autoridades federales; incluso interpusieron una denuncia pública, con más de 130 firmas recabadas, ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiental (Profepa).

 

—¿Por qué decidió unirse a la organización y luchar por los bosques? —se le pregunta a Rodolfo Montiel.

—La decisión vino por la razón de que estaban explotando inmoderadamente las áreas boscosas, estaban quedando como un desierto. Ríos y manantiales estaban desapareciendo; la fauna silvestre, estaban acabando con ella. Porque no solamente explotaban con la motosierra, no sólo se llevaban los árboles. Después de derribar los árboles, metían lumbre y entonces los caciques se aprovechaban, sembraban zacate para su ganado.

En aquel tiempo, cuando nosotros comenzamos la lucha pensamos que el gobierno iba a apoyarnos, que iba a estar de nuestro lado. Recuerdo que en algunos árboles en el camino, yendo para mi pueblo, había letreros que decían que cuidáramos nuestros bosques. Eso fue lo que pensamos hacer, cuidar los bosques, pero no sólo cuidarlos de la lumbre, sino también cuidarlos de las motosierras, que no se los terminaran, agrega Montiel.

 

A principios de 2000, estudios de la Comisión Nacional de Biodiversidad (Conabio) mostraron la magnitud de la sobreexplotación de los bosques de Petatlán, que en su momento denunciaron los campesinos. Entre 1992 y 2000, se destruyeron 86 mil hectáreas de bosques, de las 226 mil que existían en 18 localidades de la sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán, en Guerrero.

 

—Cuando usted era niño, ¿cómo eran los bosques de la sierra de Petatlán?

Mire, los bosques eran muy espesos, muy cerrados. Los caminos estaban tapizados de hojas de los árboles. Por ejemplo, si caminaba por las mañanas todavía había neblina, porque entonces había brisa, había mucha vida.

Privilegios y atropellos

—¿Cuándo cambió el paisaje?

— Las cosas comenzaron a cambiar cuando llega la Boise Cascade. Empezaron a, cómo le digo, atropellar a la gente. Porque los caciques estaban de parte de la compañía. La gente más pobre, aunque fueran ejidatarios, no tenían los privilegios que tenían los caciques. Privilegios con el gobierno y con la compañía.

 

—¿Quiénes eran los caciques?

—En ese entonces eran Bernardino Bautista Valle, Lucas Sánchez Flores, Rogaciano Alba, entre otros.

 

Rogaciano Alba Álvarez fue alcalde de Petatlán, Guerrero, entre 1993 y 1996. También fue dirigente de la Unión Ganadera Regional. En febrero de 2010 fue arraigado por la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) y dos meses después fue trasladado al Centro Federal de Readaptación Social Número 1 Altiplano, en el estado de México. Es acusado de portar armas exclusivas del Ejército Mexicano y de tráfico de drogas. De acuerdo con organizaciones no gubernamentales, también es señalado como autor intelectual del asesinato (en 2001) de la abogada defensora de derechos humanos, Digna Ochoa.

 

—¿Sabe que Rogaciano Alba está en la cárcel?

—Hace poco me di cuenta, pero poco sé de los motivos por los cuales está preso… Pienso que es lo mejor, porque en realidad Rogaciano le hizo mucho daño a la gente, a las comunidades.

 

De defensores a inculpados

La organización y empeño de los “campesinos ecologistas” tuvo resultados. A mediados de 1998, la empresa Boise Cascade anunció el fin de sus operaciones en México. Eso no gustó a los caciques, quienes no se quedaron con los brazos cruzados y solicitaron la presencia del Ejército mexicano argumentando que había grupos armados en la zona.

El 2 de mayo de 1999, la historia da un giro. Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera fueron detenidos por militares del 40 Batallón de Infantería. “Permanecieron 48 horas en el puesto de mando militar que el Ejército improvisó a las orillas del río Pizotla. Los militares tratan de fabricar pruebas para inculparlos. Los obligan a firmar declaraciones autoinculpatorias”, explica la abogada Jaquelín Sáenz, coordinadora del área de defensa integral del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez. Los campesinos Rodolfo y Teodoro son acusados de sembrar mariguana y portación de arma de uso exclusivo del Ejército.

Organizaciones no gubernamentales, entre ellas el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, asumieron la defensa de Rodolfo y Teodoro; se encargaron de difundir en México y el extranjero la historia de los “campesinos ecologistas”.

La presión internacional llevó a que, en 2002, el entonces presidente panista Vicente Fox Quesada les otorgara la libertad por “razones humanitarias”. Sin embargo, nunca se reconoció su inocencia ni se investigó la tortura que denunciaron.

 

—¿Qué pensó cuando Vicente Fox ordenó su liberación y la de Teodoro Cabrera?

—Pensé que el presidente Vicente Fox Quesada iba a reconocer nuestra inocencia, que nos iba a declarar inocentes. Que finalmente había existido justicia, pero el Presidente nunca retiró los cargos en nuestra contra. Salió de la Presidencia con esa deuda con nosotros.

 

“Nos torturaron. Nos amarraron al lado del río, nos golpearon en el estómago y en los testículos”, narró en octubre de 2006 Rodolfo Montiel durante una audiencia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), donde su caso fue admitido en febrero de 2004.

En octubre de 2008, la Comisión presenta un informe en donde afirma que el Estado mexicano es responsable por la violación de varios derechos humanos. En diciembre de 2008, los campesinos ecologistas deciden que su caso sea llevado hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH).

Demandas al Estado

Jaquelín Saénz, coordinadora del área de defensa integral del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, explica que en el caso de los “campesinos ecologistas” se está demandando al Estado mexicano por la detención ilegal, por tortura, por violar el derecho a la libertad de asociación y el derecho al debido proceso y garantías judiciales.

“Lo que se está pidiendo es la reparación del daño; una compensación por el daño material y sicológico sufrido por ellos y sus familiares. Una investigación seria para que se dé con los responsables de la tortura. Una política clara de combate a la tortura. También se pide que se realice un acto público de desagravio y reconocimiento de responsabilidad del Estado mexicano y que se prevenga de situaciones similares en el futuro”.

El caso, resalta, es muy importante para el país, en términos de justicia. “Creemos que el hecho de que ellos estén vivos y estén reclamando justicia es muy admirable después de 10 años. Pararse y denunciar al Estado no es cosa fácil”.

Para el abogado Mario Patrón, quien en 1998 formaba parte del cuerpo de defensores del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, el caso tiene una gran relevancia porque se trata de una organización campesina que defiende su patrimonio, las tierras, los recursos naturales y se enfrentan a un poder económico y político; a una trasnacional y a las autoridades estatales y federales.

Además, Mario Patrón resalta que de los seis casos de México que han llegado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuatro son de Guerrero (Rosendo Radilla, Valentina Rosendo, Inés Cantú y los campesinos ecologistas) y en ellos está involucrado el Ejército. “Esto muestra cómo en Guerrero el Ejército ha realizado violaciones graves de derechos humanos: tortura, agresiones sexuales, desapariciones; además, ha sido un agente perpetuador de impunidad”.

 

“Vivo como si siguiera preso”

“Ya que en México no encontramos justicia, pienso que allá (en la Corte Interamericana) sí la vamos a encontrar”, confía desde el exilio Rodolfo Montiel, de 55 años. En la entrevista también habla de las secuelas que le dejó la tortura que sufrió cuando fue detenido por los militares: “Me lastimaron con las amarraduras en mis brazos, desde aquel entonces se me caen las cosas de las manos, no tengo suficiente fuerza y no es por la edad, no es por la vejez, es por lo que pasó”.

El 13 de junio de 2005, Rodolfo tuvo que salir del país. Pidió asilo político y se lo concedieron, porque se comprobó que en México no existían condiciones para garantizar su seguridad.

El acoso hacia los fundadores de la Ocesp, por parte de caciques, continuaba. Por ejemplo, dos hijos de Albertano Peñaloza fueron asesinados y Felipe Arriaga —otro de los líderes de los campesinos ecologistas— fue acusado de asesinar a un hijo de Bernardino Bautista en 1998. Después se demostró su inocencia.

 

—¿Cómo es ahora la vida de Rodolfo Montiel?

—Es una vida muy triste, porque he vivido todos estos años… como si siguiera preso. No puedo decir: Vivo en tal parte, decirle a mis amigos y poder estar con mi familia tranquilo. He vivido separado de mi familia... Aunque ya tengo más de cinco años acá, todavía no me he podido acostumbrar, porque no vivo al lado de mi familia. Yo no pude ver crecer a mis hijos, abrazarlos y darles el cariño que ellos se merecen—se lamenta.

Anhelos de regresar

—¿Tiene planes de regresar a México?

—Pues, dependiendo de lo que decida la Corte internacional. Si da su veredicto a favor nuestro y exige al gobierno mexicano que nos declare inocentes públicamente y que nos den garantías de que podamos vivir tranquilos, posiblemente me regreso. Porque quiero decirle que a pesar de que está explotado, a pesar de que hay tanta violencia, México, para mí, es muy bonito. Creo que porque es la tierra donde crecí y me vio crecer.

 

—¿Cuál sería la mejor recompensa para ustedes?

—Para mí, que nos declaren inocentes, que se respete el derecho de mis compañeros y de todos los campesinos mexicanos y, pues pienso que se castigue a los culpables, que a los militares que nos torturaron en 1999 se les suspenda, que ya no ejerzan como militares. Que dejen vivir en paz a la gente. Con eso yo me sentiría muy feliz.

 



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