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Cuento de hadas con Lulú Petite

La prostitución no es una profesión fácil y nunca se llega por un camino rápido... la que quiere ser sexoservidora, en el fondo sabe que basta con saber decir´que sí y bajarse los calzones

Érase una vez... La bella Lulú Petite nos narra en su nueva entrega el cómo fueron sus inicios en la profesión. (Foto: Lulú Petite )

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Ciudad de México | Martes 22 de junio de 2010 Lulú Petite | El Universal08:33

Querido diario:

Nico lo conozco desde hace un chorro, es un buen cliente y nos tenemos cierta confianza. Nos vimos el viernes, cuando el entusiasmo bicentenario aún nos obligaba a celebrar, bandera en mano y a grito pelón, el par de proyectiles con los que las armas nacionales se cubrieron de gloria.

-Oye Lulú, ¿es difícil lo que haces? -me preguntó.

-Bueno, difícil como armar una bomba atómica no es, pero hay que tener los ovarios muy bien puestos para ir con un tipo que no conoces y cogértelo, creo que es más arriesgado que difícil.

-Es que tengo una amiga -interrumpió- que quiere trabajar en lo que tú y me gustaría que le dieras un par de consejos, no sé, que platicaran.

Me choca que me pidan eso, no por mamila ni por egoísta, sino porque no me late ser mal ejemplo ni dar consejos para que otra niña se ponga a talonear. No es una profesión fácil y, además, nunca se llega por un camino rápido ni por malas referencias, sino por pequeñas cosas que te llevan por atajo a la cama de algún cliente, además la que quiere ser prostituta, en el fondo sabe que basta con saber decir que sí y bajarse los calzone. El caso es que la pregunta me puso a pensar en mis comienzos.

Cuando trabajaba en agencía, tenía una amiga que pensaba que los anales de la historia eran memorables relaciones por el fundillo,  ni modo, para coger no se necesita haber cursado la secundaria. De todos modos, yo soy más histérica que histórica, del tipo de personas que no se pierden en recuerdos.

Comencé en una época en que la necesidad era más fuerte que el remordimiento. Pasaba por una muy mala racha cuando vi un anuncio en el periódico: "Se solicita recepcionista". Me urgía un trabajo. Mis deudas llegaban a tal extremo que no tenía ni para comer. Me arreglé lo mejor que pude, distraje el hambre con un gansito y fui a la entrevista decidida a conseguir chamba.

Llegué a una casa en la colonia Nápoles donde me recibió una señora muy amable-

-Vengo a buscar trabajo -le dije con voz firme y piernas temblorosas.

-Muy bien m'hija -contestó mientras me examinaba de arriba a abajo-, ¿sabes de lo que se trata?

-Responder llamadas, ¿no?

-Ah, nena, ¿vienes por el puesto de recepcionista? Me miró pensativa, hizo una pausa y luego agregó casi indignada:

-¡De ninguna manera! Con esa percha, corazón, no estás para contestar el teléfono de nadie.

-Pero...

-Nada de peros -interrumpió tajante.

Nadie en mucho tiempo me había tratado con tanta cortesía, especialmente porque era una época tan mala que cuando me sentaba en un pajar, me clavaba la aguja en las nachas. Toda mi vida estaba de cabeza; para empezar, andaba con un rufián que tenía la dedicadeza de una cucaracha y que me trataba del nabo, la chamba se me negaba, no tenía con qué pagar el cuarto en el que vivía y, para acabarla de amolar, comía tan poco que el intestino grueso ya quería tragarse al delgado. Con esas credenciales llegué a casa de esa buena mujer, con modales de hada madrina, que no dejaba de llamarme hija como si en verdad me hubiera parido.

No hay nada más fácil de creer que un piropo: a los 10 minutos  de escuchar a aquella doña acariciarme la autoestima, ya me sentía incapaz de decir que no. El lugar era una agencia de acompañantes, los clientes eran atendido allí mismo, pagaban una lana y subían a un cuarto con la chica que le gustara. Al final del día el hada madrina movía su varita mágica y repartía las ganancias, la mitad se lo quedaba ella y la otra mitad la repartía entre nosotras, según la cantidad de clientes que cada una se hubiera ponchado. Esa tarde y sin curso propedéutico atendí al primero.

Al salir del cuarto la doña me pagó. Era muchísimo menos de lo que cobro ahora, pero hacía rato que no veía tanto dinero junto y ganado tan rápido, tomé la lana y corrí a gastarla, compré un enorme pollo rostizado que devoré solita. Mientras calmaba el apetito hice cuentas: si lo que había ganado en una hora lo multiplicaba por varios trabajos al día, en poco tiempo saldría de broncas. Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, dormí sonriendo.

-Sólo dile que tenga cuidad y que lo piense bien- le contesté a Nico.

-¿Podrías platicar con ella?

-No, si lo hiciera sería para desanimarla, cada quien tiene que tomar sus decisiones y consultar a su propia almohada. Si ya lo decidió no quiere un consejo sino un empujoncito y si no está decidida, será que en el fondo no quiere hacerlo -dicho eso nos callamos, me dio un beso y empezamos a coger.

Bueno, ahora sí, a ganarle a Uruguay, que hoy de nuevo debe ser día de fiesta nacional.

Nos leemos el martes, ya en octavos y contra Corea

Lulú Petite

www.midiariosexy.blogspot.com



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