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Los curiosos apodos de los narcos

Los apodos de los narcotraficantes pueden ser llamativos y amenazantes o surreales e inocentes; algunos reflejan el rango de un matón, mientras que otros son arrastrados desde la infancia

APODOS. Un caso que estremeció a México fue el del Pozolero del Teo, un sujeto que disolvió, según su confesión 300 ca´daveres en sosa, los hacía pozole en argot narco . (Foto: Archivo ELUNIVERSAL )

Ciudad de México | Viernes 24 de julio de 2009 AP | El Universal00:30
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Edgar Valdez Villarreal es probablemente el principal sicario de uno de los cárteles de la droga más sanguinarios de México; ¿su apodo? La Barbie.

Sí, como la muñequita de Mattel. Sucede que Valdez nació en Estados Unidos y es rubio, con ojos azules.

En el sanguinario bajo mundo del crimen organizado La Barbie es uno de tantos personajes tenebrosos, con apodos tan singulares como Mando Conejo, Talibán o Mono.

Un caso que estremeció a México fue el del Pozolero del Teo, un sujeto que disolvió, según su confesión, 300 cadáveres en sosa: los hacía pozole en argot narco.

Los apodos de los narcotraficantes pueden ser llamativos y amenazantes o surreales e inocentes. Algunos reflejan el rango de un matón, mientras que otros vienen de sus épocas de escolares. También pueden aludir a la reputación del individuo, como en el caso de un mafioso conocido como El más loco.

Los sobrenombres, como en el caso de La Barbie, con frecuencia no tienen nada que ver con la persona que lo porta.

Y a menudo una misma persona usa varios apodos, lo que dificulta la tarea de las autoridades. No sólo es difícil averiguar la identidad real del delincuente, sino que a veces los delatores conocen a un mafioso únicamente por su apodo.

La policía dice que incluye todos los alias posibles de cada sospechoso y hace notar que hay ciertos apodos muy comunes, usados por mucha gente, como El Gordo.

No es raro el uso de apodos femeninos, como La Barbie, que generalmente son adosados antes de que una persona demuestre lo que vale, según Homero Aridjis, autor de la novela ''Sicarios''.

''Los apodos son como un segundo bautismo, una incorporación al mundo delictivo'', manifestó.

También pueden ser inocentes en una cultura habituada a dar sobrenombres a la gente, incluso desde la infancia, como ocurrió con el asesino a sueldo Israel Nava, conocido toda su vida como Ostión, hasta que fue asesinado en abril en el norte del país.

''En teoría, ese debería ser el apodo de alguien que no habla mucho'', comentó Paco Ignacio Taibo II, quien escribe novelas policiales. ''Pero no era así. Lo llamaban Ostión desde la escuela primaria porque su padre tenía un puesto en el que vendía pescados''.

Colombia, que produce la mayor parte de la cocaína que pasa por México, también tiene una larga tradición de apodos coloridos. El matón Marco Tulio Moya, muerto en 1999, era tan eficiente en su trabajo que lo llamaban Baygón, por el insecticida del mismo nombre.

''Si tú vas a un barrio pobre y preguntas por alguien usando su nombre verdadero, nadie sabrá quién es'', manifestó el novelista colombiano Juan José Hoyos.

Muchos de los apodos usados por los colombianos son tan ingenuos como los de los mexicanos. Un hermano del capo Pablo Escobar, Roberto, era llamado Osito porque ese era el nombre de un negocio de bicicletas que tuvo.

En el caso de Los Zetas, brazo armado del cártel del Golfo, se emplea un estilo militar y asigna a su gente apodos que empiezan con la letra Z, seguida por un número. Z1 al Z10 son miembros fundadores.

La letra ''L'', seguida de un número, está reservada para guardaespaldas y ayudantes. Cuanto más alta la cifra, más bajo el rango.

Algunos conservan su número alto a medida que van escalando posiciones. Otros cambian de apodo, como hizo Iván Velázquez Caballero, que dejó de lado el de L50 y pasó a ser conocido como Talibán.

Las autoridades no saben por qué Armando Santiago Orozco, capturado en enero en el estado de Oaxaca, es conocido como Mando Conejo.

El capo Alfredo Beltrán Leyva, arrestado el año pasado, es El Mochomo, nombre de una dañina hormiga del noroeste de México.

A menudo los narcotraficantes están encantados con sus apodos.

Steve Robertson, veterano agente de la Administración de Lucha contra las Drogas de Estados Unidos (DEA) , dijo que el traficante Gilberto Ontiveros, alias El Greñas, cuando cayó preso en 1989 hizo que otros reclusos confeccionasen pins con cabello artificial parecido al suyo para venderle a los visitantes.

cgb  

                



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