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Peligran lenguas indígenas por reducción de hablantes

Notimex| El Universal
18:41Ciudad de México | Martes 23 de septiembre de 2008
Explica experto que en la actualidad gran parte de las lenguas indígenas americanas presenta un empobrecimiento de sus estructuras gramaticales

En la actualidad, muchas lenguas indígenas han perdido su condición de maternas y están reduciendo muy rápidamente su número de hablantes; experimentan una importante reducción de su vocabulario, un empobrecimiento de sus estructuras gramaticales y una pérdida de los dominios y condiciones pragmáticas de uso.

Ante esta situación se realizó en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología el I Encuentro de Lenguas en peligro.

Durante la mesa "Ante el quebrantamiento de la diversidad lingística: el caso de las lenguas indígenas americanas", el investigador Juan Diego Quesada explicó la situación de algunos grupos indígenas de la región centroamericana.

Expuso sobre las problemáticas que viven los chibchas que habitan desde la baja Centroamérica hasta la Sierra Nevada de Venezuela, considerada como una familia lingística de frontera, con hablantes en Panamá, Colombia, Nicaragua y Costa Rica.

Resultado de los diversos gobiernos en los que habita el grupo indígena, existen diferentes condiciones para los hablantes en cada país, como resultado de las políticas públicas y dinámicas educativas planteadas por cada Estado.

"En un país como Nicaragua que atravesó por un proceso revolucionario reciente, el resultado fue una autonomía lingística y procesos muy fuertes de educación intercultural bilinge".

El investigador de la Universidad Nacional de Costa Rica ha trabajado casi 14 años con esta familia de lenguas, con el objetivo de articular mecanismos que permitan su supervivencia. "Para mí, uno de los aspectos fundamentales para cualquier proceso de revitalización lingística es la actitud de los hablantes".

Para él, esa actitud es un parámetro que le permite comprender la situación de un grupo con su lengua, y así clasificar la relación de los indígenas con su idioma.

Según el especialista, existen hablantes resistentes que reproducen su lengua, realizan poesía y difunden su cultura, además de defender su territorio.

También están los hablantes vegetantes, los cuales no toman una postura definida. "Por ejemplo los cabécares de Costa Rica viven en la cordillera Talamanca, no tanto porque los hablantes quieran defender su lengua, ni porque el sistema educativo haya llegado a tratar de interferir. Simplemente están ahí. En cualquier momento su lengua y cultura puede verse en mayor riesgo".

Un tercer grupo es el de los hablantes indiferentes, quienes no tienen aprecio a su lengua. "Hace unos 10 años, a los boruca se les hicieron propuestas de crear guarderías bilinges para que llevaran a sus niños; las universidades les ofrecieron cursos para que transmitieran su lengua, al segundo día ya no iban, decían que para qué aprender, si eso no les iba a dar de comer.

"Hay otro caso de indiferencia: los buglés, quienes hablan una lengua proveniente del tronco guaimí. Algunos antropólogos los confundieron y les llamaron guaimís sabaneros, porque vivían en la sabana en Chiriqui, Panamá, pero es una lengua y grupo independiente".

Resulta, dijo, que esta gente ha emigrado junto con los guaimí y ha llegado a una situación de bilingismo unidireccional de supeditación cultural con los guaimíes, y no con la lengua castellana.

Por tal razón, el investigador cuestiona las posibilidades reales de acción del trabajo antropológico ante una etnia que no esté interesada en hablar su lengua.

Tema polémico que ha llevado a varios foros internacionales, Quesada se ha encontrado con dos posturas antropológicas: el asistencialismo, en el cual el científico tiene que ayudar al indígena a preservar su lengua y la postura que delega esta responsabilidad al propio pueblo.

"Entonces lanzó la pregunta, qué se debe hacer en esos casos?, interferimos o no interferimos cuando un pueblo decide que no quiere nada con su lengua?".

Al ser inquirido sobre su postura de interferir o no hacerlo, Juan Diego Quesada aseguró que hay que interferir con sentimiento y conocimiento histórico del grupo estudiado.

"Es una función social del científico aclararle a la comunidad el problema con su lengua, buscar el diálogo consensuado con los hablantes, trabajar con ellos, hacer todo tipo de políticas conjuntas según la naturaleza de su cultura. Si ellos no reaccionan y no quieren, entonces no hay nada que hacer".

Consideró que existen otros factores identitarios entre los grupos centroamericanos, además de la lengua, que les permitan la unión.

"Depende de cada grupo; por ejemplo, la identidad de los boruca es la artesanía, ellos dedican todos sus esfuerzos para reforestar el Arbol de Balsa, esencial para la creación de máscaras y para su artesanía, que los lleva a abrir mercados y conseguir créditos".

Afirmó que es una redimensión de su identidad, a través de otros factores cohesionadores, aparte de la lengua. "Los buglares han decidido abandonar su cultura por otra, me imagino que presienten un peligro externo y sienten que la única manera de mantenerse como grupo indígena es uniéndose a un grupo más poderoso como el guaimí".

Sobre la polémica que genera su definición de hablantes indiferentes, el investigador afirmó que existe un entendimiento erróneo de las implicaciones de su término.

"La primera experiencia que tuve con los borucas fue indiferencia total, la gente dice: `esa cochinada -refiriéndose a la lengua- no le va a dar de comer a mis hijos`, puede que sea pragmatismo, pero eso es indiferencia lingística. La gente cree que el concepto se extiende a lo cultural, y no necesariamente, los pueblos redimensionaron su identidad cultural, pero desechando su lengua".

Algunos pueblos indígenas consideran que preservar su lengua original no implica un beneficio. "Si les planteas a los hablantes la situación y a pesar de eso mantienen su indiferencia, esto no debe ser un problema", concluyó.


cvtp



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