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Atentados en Morelia: ¿Cómo le explico a mi hijo? / Testimonio

Misael Hernández Torres / Colaboración ciudadana| El Universal
00:31Ciudad de México | Viernes 19 de septiembre de 2008
Me entero que fue una noche de terror, relata un lector que acudió el 15 de septiembre al Centro de Morelia, donde murieron 7 personas y decenas resultaron heridas. Estuve ahí, pero no me di cuenta de la tragedia. ¿Porqué pasó esto?", me pregunta ahora mi niño

Después de los 23 años casi nunca voy a eventos masivos como este. La saturación del lugar, el manoseo, el robo y la asfixia no son atractivos y menos aún para llevar a un menor de edad.

Pero... ¡mi hijo tenía deseos de presenciar una fiesta nacional!, de ver cómo las autoridades recuerdan a los héroes que hicieron historia de este nuestro México; no pude negarme y a las 22:30 horas arribamos a los alrededores del Centro, cerca de la Plaza del Carmen, a tres calles de la Catedral y el Palacio de Gobierno.

La Plaza del Carmen estaba llena de Afis (agentes de la Federal de Investigaciones) y Goes (Grupo de Operaciones Especiales) todos de negro, con camionetas por todos lados. Me dije, "mucha seguridad o... mucha precaución".

Una cuadra antes de llegar, los soldados estaban situados cada cinco metros (más o menos), por las dos aceras y las calles contiguas. "Esto no me gusta". 10 metros antes la esquina con Avenida Madero y el Palacio de Gobierno, veo gente humilde con camisetas amarillas, sentadas en el piso y banquetas, "que lástima de gente, ¿cómo saber si sienten el júbilo por celebrar la historia? Pero nadie se acuerda de su historia, tan actual y vigente como hoy.

Comienza la búsqueda del camino más adecuado para hallar un lugar en el que se pueda ver, pero se pueda estar seguro. Fila india de entrada y salida por los portales. Nos dirigimos hacia la derecha, hacia Sanborns. Es difícil pasar; apretones, mallugones, brazo doblado adelante y mi mano aferra a mi hijo que dice "¿no sería mejor regresar papi? No me gusta que me avienten".

Ya es igual avanzar que retroceder. Pasamos cerca del castillo de fuegos artificiales. A buscar la esquina que desemboca a la calle Zaragoza. ¡Por fin, aire! Mi hijo quiere irse a casa mejor, pero la pantalla gigante de enfrente muestra la entrega de la Bandera Nacional por la escolta militar al gobernador. Sale al balcón y la gente se entusiasma. Nos quedamos y acercamos lo más que podamos. Preferimos ver la pantalla y compartir el júbilo colectivo. ¡El grito de Independencia va a comenzar!

El gobernador jala el cordón de la campana. No suena, con la Bandera en la mano izquierda grita ¡Michoacanos y mexicanos... ¡Vivan los héroes que nos dieron Patria!...(mi hijo grita con todas sus fuerzas: ¡Viva!); ¡Viva Hidalgo!, (gritamos todos contagiados....¡Viva!); ¡Viva Allende!... ¡Viva!; ¡Viva Aldama!... ¡Viva!; ¡Viva la Corregidora!... ¡Viva!; ¡Viva José María Morelos!...¡Viva!; ¡Viva Michoacán!... ¡Viva!; ¡Viva México!... ¡Viva!, ¡Viva México!... ¡Viva!; ¡Viva México!... ¡Viva! Mi hijo aprieta mi mano. Está emocionado, pienso, y es que vive con intensidad el amor por su patria.

El gobernador jala nuevamente el cordón de la campana. Apenas se escucha. En ese instante, un estruendo suena por encima de la algarabía, seco y sordo, pero fuerte. Volteamos hacia arriba pensando que es un cohetón que se disparó antes de tiempo. No vemos las luces artificiales.

Quizá se les "cebó" y sólo fue el ruido. En ese momento se comienza a cantar el Himno Nacional.

Mexicanos al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón. Y retiemble en sus centros la tierra, al sonoro rugir del cañón. Y retiemble en sus centros la tierra al sonoro rugir del cañón (Las voces suben hasta llegar al grito ¡Esto es México!).

Ciña ¡oh Patria! tus sienes de oliva, de la paz el arcángel divino, que en el cielo tu eterno destino, por el dedo de Dios se escribió. Mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo, piensa ¡oh Patria querida! que el cielo, un soldado en cada hijo te dio. ¡Un soldado en cada hijo te dio! Mexicanos al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón. Y retiemble en sus centros la tierra, al sonoro rugir del cañón. Y retiemble en sus centros la tierra al sonoro rugir del cañón.

Nos abrazamos mi hijo y yo. Compartimos el orgullo de la mexicanidad. Inician la pirotecnia, no vemos nada más que humo, preferimos voltear a la pantalla gigante. Ahí se ve el castillo incendiándose.

De pronto, una joven que estaba adelante saca su celular y contesta una llamada. Cuelga y alterada le dice a su pareja ¡Que dice mi mamá que nos vayamos ya, que algo pasó y hay heridos! ¡Qué se va a poner muy feo! ¡Vámonos!

No sé que pensar, no parece haber problemas. Además ya puedo avanzar un poco más y mi hijo puede ver aunque sea un poquito. Nos quedamos. Los fuegos artificiales duran muy poco para la tradición. Algo interior me dice "ya vete", pero mi hijo quiere un sombrero y un bigote, a dos metros está un vendedor, ya no vende al mismo precio, remata: 40 pesos por un sombrero y 10 pesos por la trompeta...el bigote va de regalo.

Ahora sí, mi hijo se siente mexicano. Se pone el sombrero (se le tapa el rostro), se pone el bigote (se ve raro) y a sonar la trompeta.

Buscamos la salida, está cerca. Pero, los policías y militares dejaron sus vehículos ocupando toda la extensión de la calle. Otra fila india, serpenteada entre las camionetas de seguridad."Estos no piensan en la seguridad de la gente, deberían dejar la salida libre", me digo.

Una calle abajo, salimos de la muchedumbre. Se oyen las sirenas, por la calle siguiente pasan vehículos con sirenas encendidas. "Algo pasó". Seguimos, salimos, llegamos a casa. Misión cumplida.

"¡Papi, Gracias por llevarme! Al principio me dio miedo pero luego sentí bonito cuando cantamos el Himno y gritamos viva!" Un abrazo sella su agradecimiento.

¡Qué bonito es ser Papá! Ahora a dormir.

Son las 09:00 de la mañana, me despierta el teléfono. Me preguntan si estoy bien, si no me pasó nada. Me informan lo que los noticiarios dicen: que hay 7 muertos y más de 100 heridos. El golpe me levanta y enciendo la televisión. La incredulidad me invade. Voy a ver a mi hijo. Está dormido, plácida y tranquilamente.

Pienso..."hay otros niños que parecen estar igual, pero están muertos". Y comienza la angustia por saber de los seres queridos, hermanos, sobrinos, tíos. Me entero que fue una noche de terror, todos buscando a alguien, ya sea que estuviera festejando en un hotel, en una disco o en la casa de amigos, no se diga que haya ido al centro.

Amenazas de bomba en antros, centros nocturnos, calles; la gente sale a buscar a sus seres más cercanos, se encuentra con militares y retenes por todos lados.

10:00 a.m. del 16 de septiembre. Se oyen helicópteros "¡Papi, vamos al desfile!" Mi hijo sigue de fiesta y fervor patrio. Las noticias informan que se ha suspendido. Mi hijo se acerca a la televisión. No puede creerlo ¡Eso pasó anoche¡, pero ¡no nos dimos cuenta! "¡Mira, hay niños y personas muertas! ¿Porqué Papá, porqué pasó esto?", dice.

¡Cómo le explico a mi hijo, que gente desalmada, maldita y sin escrúpulos nos ha arrebatado este país! ¡Cómo le explico que la indiferencia de todos y la incapacidad del gobierno permitió que unos cuantos se adueñaran del destino de millones! ¡Cómo le explico que alguien ha robado su futuro y que ahora será más difícil salir adelante! ¡Cómo explicarle que el fervor patrio de la noche anterior es genuino, que lo sentimos casi todos! ¡Menos unos cuantos! ¡Cómo hacer para que el terror y la inseguridad no invada sus esperanzas!

Por lo pronto, esta noche no ha podido dormir temprano. Son las 24:00 horas, pasa una hora, pasa media hora más, y sus ojos se resisten a cerrarse. Está alerta... Ya nada es igual.

cgb



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