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José Revueltas, un intelectual de la izquierda radical mexicana

Juan Arvizu Arrioja| El Universal
00:08Ciudad de México | Lunes 18 de agosto de 2008


José Revueltas, intelectual de la izquierda radical mexicana, pasó los filtros de selección corporativa y con los pergaminos de su obra literaria, en 1968, ingresó al Comité Organizador de los Juegos de la XIX Olimpiada, y allí se desempeñó en el puesto de escritor...hasta que su activismo lo situó de tiempo completo en las filas de la protesta estudiantil.

Sólo la invitación directa del presidente del comité organizador, Pedro Ramírez Vázquez, pudo valer para la contratación del guionista de cine, dramaturgo, novelista galardonado en 1967 con el premio de literatura Xavier Villaurrutia.

Era junio del 68. Revueltas, de 54 años, era un hombre de ideas y acción. Combinó la universidad y el trabajo adscrito a la dirección de Publicaciones del evento olímpico, en el que se jugaría la contienda deportiva internacional, así como el prestigio del Presidente Gustavo Díaz Ordaz.

De baja estatura, delgado, gafas gruesas, cabellera larga encanecida y la barba al estilo del líder comunista vietnamita Ho Chi Minh, Revueltas era un marxista leninista errante, dos veces expulsado del Partido Comunista Mexicano (PCM).

En esas circunstancias, la pluma del radical de izquierda se sumó al grupo de escritores que redactaba textos de divulgación sobre la XIX Olimpiada, la historia y cultura de México.

Documentos de los Juegos Olímpicos de 1968, resguardados en el Archivo General de la Nación, abiertos 40 años después por este diario, contienen información de la contratación de Revueltas, el 27 de mayo. En esa fecha, se apagaban los disturbios de París y el líder estudiantil Daniel Cohn-Bendit se exiliaba. Aquél era un problema tan lejano, como los nueve mil 200 kilómetros de distancia entre las capitales de Francia y México.

El talentoso escritor fue contratado por un sueldo de seis mil pesos mensuales, del 1 de junio al 31 de octubre. Casi ocho semanas después del inicio, la relación laborar quedó en segundo plano, por la irrupción de la violencia policiaca (y militar, después), contra estudiantes.
Los disturbios del 23 de julio, en la Ciudadela, y del 26, en el Zócalo, con saldos de detenidos, lesionados y versiones de muertos, alertaron a Revueltas: "La esencia del poder real que domina en la sociedad mexicana es el odio y el miedo a la juventud".

Hay miedo en las generaciones viejas y corrompidas, habría escrito en un volante del comité de lucha de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Siguió el bazucazo a la Preparatoria Uno, que repudió la comunidad universitaria, encabezada por el rector Javier Barros Sierra. Y de ahí para adelante, Revueltas escribió mucho, sí, pero nada para el comité organizador de los próximos juegos.

Dejó de percibir el sueldo olímpico, una fortuna para su bolsillo. Se declaró inconforme con "las estructuras caducas que son incapaces de comprender la necesidad de cambios profundos y radicales".

Proclamó que es tiempo de "poner en movimiento la crítica universitaria; esta es la forma --escribió-- de sacudir a México desde sus raíces".

¿Quién es ese personaje del mundo del cine y las letras, que actuó en la realidad concreta de la juventud del 68? Su solicitud de empleo a la XIX olimpiada es como un retrato, antes de los acontecimientos, que lo llevarán a Lecumberri, reo de 10 delitos.

Con trazos vigorosos de pluma fuente, Revueltas reportó ser "autodidacta", y sólo haber estudiado los seis años de primaria, de 1922 a 1928.

Por nombre de su escuela respondió: "calles de Jesús María y Soledad", del barrio de pobres que colinda al oriente del Palacio Nacional.

Su primera reclusión, en 1929, a los 14 años. Tras las rejas en la cárcel de Tlatelolco protestó con huelga de hambre, y fue trasladado a las Islas Marías, donde pasó cinco meses, y allá retornó en 1932, otra vez inculpado por el delito de sedición, esto es, por insurrección contra el orden constitucional, que pesarán sobre él en 1968, de nuevo.

La confrontación de Revueltas con "el Club del poder", que decía está por encima de todas las clases y grupos, ocurrió desde su infancia y fue contínua. Se volvió frontal, 39 años después, entre julio y noviembre del 68.

Tomó parte en asambleas y jornadas de activismo. Era un autodidacta, que sabía "poco" francés, el idioma de los doctores en Filosofía Política.

En la solicitud, el escritor dejó vacíos los renglones de "referencias particulares" y de personas que lo conocieran en la organización olímpica.

No dejó rastro de sus relaciones intelectuales, sociales o políticas.

Casado con Teresa Retes (de quien se divorciará en 1971, casi al final de su reclusión), es padre de cinco hijos: Andrea, Fermín, Pablo, Olivia y Román, que en ese año tenían 26, 24, 22, 16 y 15 años de edad.

No escribió renuncia al trabajo temporal; causó baja, "por terminación de contrato", con sello del Seguro Social, del 15 de noviembre.

Vivió su destino escribiendo: "Nuestra causa como estudiantes es la del conocimiento militante, crítico, que impugna, contradice, contraviene, refuta y transforma". E incitaba: "Somos revolución".

En versión del Agente del Ministerio Público Federal, Revueltas es delincuente, porque "tiene plena conciencia de que su arma es su mente, de donde emanan sus enseñanzas para abrir la conciencia en el mundo estudiantil". El juez Eduardo Ferrer Mac-Gregor decretó la formal prisión de Revueltas, el 21 de noviembre de 1968, seis días después de su detención. Casi de inmediato escribió El Apando, y colegas que pidieron su libertad, como Pablo Neruda, fueron desoídos por el gobierno. En protesta de literatos, en 1969, se suspendió el premio Xavier Villaurrutia.

Fue preso político dos años y medio. En una audiencia de septiembre de 1970 conoció a su juez, y acusó a Díaz Ordaz de la matanza de Tlatelolco.

"El criminal que debe sentarse en el banquillo de los acusados es el Presidente Gustavo Díaz Ordaz". Denunció a los poderes Legislativo y Judicial de estar sometidos "al poder presidencialista, autoritario y dictatorial que impera en México".

Si Díaz Ordaz sostenía que no había presos políticos, Revueltas contaba en Lecumberri 127 reos, la mayoría apenas mayores de 18 años y sin cumplir 25 años, más seis reclusas en la Cárcel de Mujeres, todos inculpados por las protestas estudiantiles.

El juzgador Ferrer Mac-Gregor, el 13 de mayo de 1971, determinó su libertad bajo protesta, o sea, sin fallo final, por invitación a la violencia y sedición. Dictó libertad absoluta por asociación delictuosa, daño en propiedad ajena, ataques a las vías generales de comunicación, robo, despojo, acopio de armas, homicidio y lesiones contra agentes de la autoridad, por desistimiento del procurador general del gobierno de Luis Echeverría.

Cinco años después, en 1976, el filósofo autodidacta y el político del sistema se encontraron en la ceremonia de traslado de los restos de Silvestre Revueltas a la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Semanas más tarde, falleció Revueltas, convencido de ser un militante de la generación del 68, la cual entendió, dijo, que hay que descubrir la esencia de México.

En su celda de Lecumberri, la entrevistadora Mercedes Padrés le inquirió, por sus muchos años de cárcel:

--¿Por qué ese afán de rebeldía, por qué esa terquedad?

El productor de ideas contestó:

--Porque la historia es terca y yo tengo la misma insistencia.



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