La batalla del Potomac

En las primarias de ayer Obama repuntó en la contienda demócrata, mientras, en el lado republicano, McCain se mantuvo. (Foto: Reuters )
En la capital del imperio el voto se disputó las últimas horas como en los pueblos de América Latina: sobre las banquetas y en las calles, en medio de una respetuosa pero candente confrontación verbal entre simpatizantes de Hillary Clinton y Barack Obama. “Si necesito algo inspiracional mejor voy a la iglesia”, dijo Cinthia N. en referencia a la candidatura de Obama. Ella es una demócrata que apoya a Hillary Clinton porque es una política metódica, disciplinada y con experiencia. “Obama no está listo y si es candidato la maquinaria republicana lo hará puré”, declaró en la esquina de las calles 16 y P de Washington DC, sosteniendo un cartel azul bajo la lluvia. Justo en la esquina de enfrente tres personas que apoyaban la candidatura de Barack Obama llamaban la atención de los que pasaban por ahí, con un anuncio de papel. Dos eran chicas, una asiática y otra rubia en sus 20, en jeans y rompevientos plásticos, que salían al paso de los automovilistas para pedirles que se unieran al cambio que proclama el senador por Illinois. Gerald Allan Schwinn votó por primera vez en una elección general y lo hizo por John F. Kennedy. Ayer estaba en la misma esquina de la calles 16 y P llamando a quienes salían de sus oficinas por ahí de las cinco de la tarde a votar por Obama. “En un lenguaje figurativo Obama desea darle un nuevo rostro a Estados Unidos y eso es algo por lo que algunos hemos luchado durante mucho tiempo”, dijo Schwinn, que desde varias décadas atrás ha sido promotor de los derechos civiles de los negros y las minorías. “No tengo nada contra Hillary, pero Obama es más fresco y decidido”, dijo este demócrata de 68 años, barba blanca y cabello relamido por la lluvia. La pelea que se libraba en las calles de Washington DC, Maryland y Virginia materializaba la confrontación frontal entre los equipos de Hillary Clinton y Barack Obama por la nominación y también era un reflejo de cómo se ha dividido el país para decidir el voto en favor de uno de ellos dos. Un político estadounidense retrataba esa realidad la otra tarde en una charla de café: “Estamos atascados en la duda de votar con el cerébro o hacerlo con el corazón”. Al menos eso es lo que se alcanza a ver detrás de los argumentos de cada grupo de simpatizantes. Quienes están con Hillary defienden no sólo su disciplina, sino su experiencia y su metodicidad extrema y piensan que sería capaz de comandar un gobierno eficaz en los resultados. Los que se declaran en favor de Obama lo hacen con más pasión y fe, que con certeza: es joven, es un luchador, está lleno de energía, promete un cambio que es necesario y piensa en una forma distinta para hacer política desde Washington. Por eso la elección de la región, bautizada en fecha reciente como “La batalla del Potomac”, se disputó con grados de entusiasmo y participación no vistos en este país hace mucho tiempo. Por la mañana, cuando una fina capa de nieve caía sobre las calles de los barrios liberales de Bethesda, en Maryland, madres con sus bebés en carreola se dirigían a las escuelas públicas que por un día dejaron de recibir alumnos y se convirtieron en campamentos de votación. Sólo en Maryland se esperaba un millón de votos. En el camino a los centros de votación había muchos adolescentes de 17 años (alrededor de 3 mil según las autoridades electorales) que podían votar en las primarias siempre que cumplieran 18 para el día de la elección general. La disputa por el voto demócrata era tan intensa que casi pasó inadvertida la primaria republicana. En una iglesia de DC ayer por la tarde habían votado unos 400 demócratas por sólo 70 republicanos. Eso lleva a preguntarse si divididos entre el corazón y el cerebro los demócratas serán capaces de reunificarse para ganar la elección de noviembre. O si se repetirá la historia de los años 80, cuando Ronald Reagan y George Bush fueron electos luego de que en las primarias los demócratas rompieron récords de votación.




