Marca el "Brinco del Chinelo" inicio de carnavales en Morelos

Los carnavales son las fiestas más esperadas por los morelenses de los municipios de Jiutepec, Tepoztlán, Tlayacapan y Yautepec, así como por los miles de visitantes que van a disfrutar del tradicional "Brinco del Chinelo".

Durante el mes de febrero, cuando comienza la época de secas y hay poco trabajo agrícola, llegan los días de carnaval en los cuales los pobladores danzan incansablemente y saltan en múltiples posturas siguiendo en ritmo contagioso del compás de las bandas.

En las tardes de fiesta, los chinelos van en grupo compacto, pero cada danzante efectúa saltos en múltiples posturas, siguiendo el ritmo del compás de la tambora, los platillos y los instrumentos de viento.

A su paso por las calles con sus máscaras, sombreros y disfraces largos y sueltos de terciopelo, con su capa bordada de lentejuela, pedrería y plumas de aves, y con su ritmo alegre contagian a los espectadores que suelen unirse a sus bulliciosos grupos.

Los chinelos cubren sus cabezas con pañoletas de diversos colores, así como sus caras con máscaras de tela de alambre y con la forma necesaria para simular un rostro de grandes ojos, abundantes cejas, barba y un bigote largo y extendido hacia los lados.

Se cree que la palabra "Chinelo" tiene su origen en el vocablo náhuatl "Tzineloa o Tzineloua" que significa movimiento o meneo de caderas o del cuerpo, así como Tepoztlán que tiene traducciones diferentes como "Junto al Cobre" o "Lugar de las piedras quebradas".

La historia del "chinelo" o de quienes se caracterizan como tales en esos municipios del estado de Morelos se pierde en el tiempo y ha sido difícil definir cuándo y dónde se originó. Hay quienes dicen que surgió en Tlayacapan y otros que en Tepoztlán.

Además de que la vestimenta del mismo chinelo ha sufrido modificación y ahora se compone de un sombrero, pañoleta, máscara y un vestido largo, amplio y colorido.

Antes, a principios del siglo XX, el sombrero era estilizado de tal forma que lucía alargado hacia adelante y hacia atrás, y si se observaba de perfil el borde superior formaba un arco.

Ahora el sombrero de palma tiene forma de cubeta y está forrado de tela, con una circunferencia pequeña donde se acomoda la cabeza y otra grande donde se colocan una o dos tiras de perlas ensartadas con un alambre.

El mismo sombrero porta un fleco formado por material textil o canutillo (pequeños tubos de plástico ensartados), con lo que se realizan vistosos mosaicos que dan lugar a letras o figuras con las grecas.

En la parte lateral del sombrero se colocan figuras hechas de chaquira, que bordadas forman hermosas y detalladas figuras de animales, humanas (rostros femeninos) y deidades aztecas, entre otras.

Mientras que algunas de las máscaras que usan en esta fiesta tienen tonalidades rojas y barba negra, otras "güeras" de rostro claro y barba blanca, lo cual se cree que fue inventado a principios del siglo XX por el señor José María Villamil.

El vestido que portan los participantes es de terciopelo, sobre todo de color negro y largo, el cual es adornado en el extremo de cada manga, así como por encaje o marabú (de pluma o pelo de conejo) sobre el pecho, hombro, espalda y alrededor del "volantón".

El "volantón" es un rectángulo que va bordado o cosido por el lado superior a la parte posterior del vestido (en la espalda) y básicamente es una decoración en el que se utilizan pinturas al óleo o algún otro tipo de figura.

De acuerdo con José Luis Rodríguez, historiador del municipio de Jiutepec, en la década de los cuarenta los habitantes de esta alcaldía celebraban, así como ahora, el desfile de las "mojigangas" o "Huehuenches," un mes antes del primer viernes de cuaresma.

Los jiutepequenses buscaban todo tipo de vestimenta que los ayudara a ridiculizar y a crear un ambiente de fiesta, las campanas se escuchaban y los cuetones en el cielo anunciaban el inicio de un recorrido por el pueblo de personas disfrazadas.

Aparecía entonces el que se vestía de cura y de fotógrafo, así como el que cubría su rostro con un trapo agujerado o el que se vestía de mujer, lo que daba comienzo a las "mojigangas y el convite" que era la invitación a la feria del primer viernes.

Pero mientras en Jiutepec sólo se celebraban las mojigangas, en Tlayacapan, Yautepec y Tepoztlán ya brincaba el "Chinelo", por lo que los jóvenes de Jiutepec se sumaron a empezar el brinco el mismo día del convite.

Al parecer, jóvenes de Jiutepec en 1948 y 1949, en su mayoría agricultores, salieron a las calles a pedir ayuda para iniciar una nueva tradición, pero en algunas ocasiones regresaron triunfantes y en otras con una grosería o el señalamiento de limosneros.

Finalmente, consigueron iniciar el "Brinco del Chinelo", por lo que los iniciadores firmaron un acta de "compromiso" y en caso de no participar aceptaban ser sancionados de manera económica o con la cárcel.

Después participaron juntos en el "Brinco" los de Jiutepec y sus comparsas de Tepoztlán y Tlayacapan, los cuales contaban en un principio con la voluntad de las mujeres, quienes elaboraban la comida y más tarde se hacían cargo de otras actividades.

El carnaval no sólo ha dado reyes, viudas o "Chinelos", ha logrado formar parte de las costumbres de Jiutepec, donde las familias con el famoso brinco ha formado comparsas, como la de los Evangelistas o la del barrio de Santiago.

Durante el carnaval, en febrero, comienza la época de secas y no hay trabajo agrícola en las tierras temporales, por lo que la población de los municipios morelenses se dedican a la zafra y a comerciar el grano almacenado, las frutas, a las artesanías.

Los carnavales y sus chinelos son un ícono de Morelos en el país y reconocidos en varias partes del mundo, pues se trata de los actos más alegres del pueblo y para el que muchos esperan y trabajan a veces meses, preparándose para estas fechas.