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Damnificados corren contrarreloj por unas cuantas prendas

ROBERTO BARBOZA / CORRESPONSAL | El Universal
Jueves 15 de noviembre de 2007

A partir de la autorización para ingresar al bazar de ropa, en grupos de 10, los damnificados corren disputarse las prendas que requieren para la familia. (Foto: Jorge Serratos /EL UNIVERSAL )

Autoridades de Tabasco dan tres minutos a cada persona para que tome la ropa que pueda; entran en grupos de 10, sin bolsas, al bazar instalado frente a la Quinta Grijalva

VILLAHERMOSA, Tab.— A partir de la autorización para ingresar al bazar de ropa, en grupos de 10, los damnificados de las inundaciones salen en estampida a disputarse las prendas que requieren para la familia, dispuestas éstas por montoncitos clasificados para niñas, niños, mujeres y hombres, en el parque Manuel Mestre, frente a la Quinta Grijalva.

Sólo tienen tres minutos para calcular tallas, anchos, largos, colores —en cuanto a gustos no hay opción, las circunstancias lo impiden—, antes de que vuelva a sonar el altavoz avisando que el término fijado concluyó. Sin embargo, hay quienes se han dado tiempo para decir: “Sí, pero los quiero cafés (los zapatos)...”, “Ya tengo mucho floreado” o “esto no sirve, es una cochinada”.

Como el antiguo programa televisivo de concursos ¡Sube Pelayo Sube!, los tabasqueños obtendrán nuevo guardarropa acorde a si son buenos corredores o tienen suerte para encontrar sus tallas.

Concluidos los tres minutos, viene otro grupo de 10, y luego otro, y otro... No hay manera de formarse dos veces o hacer trampa, porque concluida la carrerita por las prendas para la familia, se imprime una marca con tinta indeleble en el pulgar que tarda cinco días en desaparecer.

Son más las horas que pasan formadas en las filas que el tiempo que se les da a las miles de mujeres que llegan a tomar las prendas de vestir apiladas.

Espera seis horas

Eufemia Ramos Flores, originaria de Luis Gil Pérez, municipio de Centro, llego a la Quinta Grijalva —residencia oficial del gobernador— a las 7:00 horas de este miércoles. Pasó por su despensa y luego se formó en la fila para obtener ropa. Logró hacerlo a las 13:00 horas.

Su casa, a la que regresó también ayer, aún está inundada “como a la altura de la cadera”, dice esta mujer de 1.40 metros de estatura. Así, permanece en un refugio temporal de un templo cristiano de su comunidad.

De 54 años y viuda, se le dificulta bajar los altos escalones para llegar a la cancha y dirigirse a los montones de ropa colocadas en plásticos sobre el piso y en mesas.

Antes de ella, otras nueve personas entran al campo de juego; luego, a formarse de nuevo para la tinta indeleble en el pulgar.

Al pisar el rectángulo de concreto, Ramos acelera el paso, pues es poco el tiempo que tiene para tomar lo que le sirva y alcance. Extiende, observa y calcula si las prendas de vestir le quedarán a su hija. En su caso necesita faldas, blusas y dos pares de zapatos. “Mi chica quiere pantalones y zapatos”; pero el calzado es escaso, en un montoncito hay unos 10 pares de tacón alto y aquélla los usa bajos”.

Corre el tiempo y con esa presión busca desesperada entre la ropa, sin saber dónde encontrar lo que realmente necesita. Toma lo que cree le puede servir sin tener la certeza de que sea su talla.

El altavoz termina por ponerla más nerviosa: “Recuerden que tienen pocos minutos”. Luego, los empleados del gobierno del estado que cuidan el orden del bazar informan que tienen que salir porque el tiempo se agotó.

Las reglas

A este bazar no se puede ingresar con bolsas; la ropa se lleva en las manos. Pantalones de caballero y zapatos están limitados a dos por persona; es lo que menos dona la gente, explicó la coordinadora del reparto, María del Carmen Hernández Zamora.

Informa que blusas de dama son las que más llegan. Pero entre la población damnificada la mayor demanda es de cobertores.

Diariamente cerca de 10 toneladas de ropa se reparten en este lugar.

Hernández explica que no sólo la gente necesitada llega a ver qué puede tomar, ya que hay quien entra y sale sin nada.

Relata que una dama se quejó porque no había mucho para escoger.



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