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Pelean en YouTube jóvenes de secundaria

Cinthya Sánchez| El Universal
Jueves 01 de marzo de 2007

Hasta los salones de clases son los escenarios de las riñas entre adolescentes. (Foto: EL UNIVERSAL )

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Video: Pleitos de secundaria, ms frecuentes cada da.

La violencia juvenil es un reflejo de lo aprendido en su casa o en la calle incide en la deserción académica, dicen especialistas

En toda la mañana no se habla de otra cosa, los murmullos empiezan en el primer receso y se expanden desde el salón del segundo A hasta el segundo F. Sólo esperan que suene el timbre; 1:40 de la tarde y por fin se escucha. La sangre se calienta. El morbo crece. Recogen el suéter, la mochila y corren al punto elegido.

El escenario de hoy es el parque trasero de la escuela, mañana puede ser la base de microbuses, pasado la calle de al lado o simplemente el salón de clases con un guardia de 12 años que vigila que no aparezca el prefecto o el maestro.

El público: decenas de adolescentes que arrugan la cara y aprietan los dientes en espera de sangre.

"¡Más duro, más duro¡, gritan a los protagonistas de la batalla. ¡Dale, dale! ¡No te dejes! ¡Jálale el pelo!".

Se acomodan en círculo para tener un buen lugar, sacan sus celulares y videograban los encuentros que después aparecen por internet en páginas como YouTube con el títulao "La pelea del siglo".

Los "madreadores" y "madreadoras" existen en casi todas las secundarias públicas. Así se conocen y nadie se puede meter con ellos porque son los que más peleas han protagonizado de toda la escuela. Jéssica es una de ellas. "Todas saben que nadie me puede voltear a ver feo porque les pongo en su madre", dice, en entrevista con EL UNIVERSAL.

"A la salida nos vemos", frase repetida por generaciones y generaciones sólo que hoy las peleas son más comunes, videograbadas y cuentan con agresores, víctimas y cómplices. Todos participan. "La única intención es madrear antes de que te madreen", asegura Jéssica.

A sus 15 años está demandada, según ella, por amenazas.

"La mamá de una niña de la escuela se espantó de mi fama y según ella me demandó por si algo le pasaba a su hijita", dice. Nunca le ha pegado a la que llama "niñita" porque le da miedo meterse en problemas, pero que si la tuviera enfrente la jalaría del cabello, la arrastraría por el piso y la azotaría hasta dejarla inconsciente.

Jéssica se define así: "Tengo un carácter muy fuerte y cuando quiero madrear me pongo bien roja, se me calienta la sangre empiezo a mentar madres y a soltar madrazos a lo pendejo".

Carmen Beltrán es siquiatra y jefa de la clínica de la adolescencia en el hospital psiquiátrico Juan N. Navarro y asegura que hasta su consultorio llegan historias de agresores y víctimas. Trata a jóvenes de entre 11 y 17 años y por lo menos 40% se dice agresor y 30% víctima.

"Es increíble. A la consulta externa del siquiátrico llegan historias de adolescentes que en una riña mandaron al hospital a su víctima, los descalabraron, les fracturaron piernas o brazos o les robaron sus cosas para aventarlas desde el tercer piso de la secundaria. Es impresionante", expresa la siquiatra.

Asegura que los adolescentes son el reflejo de las enfermedades sicológicas que padece la sociedad en conjunto, pues la agresión que trasladan a la escuela la aprenden en casa y en las calles.

Carmen tiene 14 años como siquiatra de adolescentes y sabe que las principales razones por las que un adolescente sea agredido por sus compañeros son: porque son considerados como los y las bonitas de la escuela, los más inteligentes, por no estar a la moda, por tener otras preferencias sexuales o porque tienen una característica que los separa del resto del grupo.

Las peleas dentro y fuera de la escuela son un secreto a voces. "Todos los involucrados saben qué, cómo, cuándo y quiénes se pelearon pero nadie puede decir nada. Los profesores, por su parte, se meten poco porque no hay figuras de autoridad", dice la especialista.

La tendencia ha cambiado, se ha perdido el respeto y la tolerancia incluso entre alumnos y maestros, dice Carlos Antonio Pérez, secretario general del Comité Ejecutivo de la Sección 10 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), encargado de secundarias del DF.

"Hay violencia de estudiantes contra estudiantes, de maestros contra alumnos, de alumnos contra maestros y de maestros contra maestros. Se ha roto el pacto de tolerancia en las escuelas y es una tendencia que se está generando en todos los estados del país", dice.

Para los maestros es una preocupación generalizada la condición de agresividad en la que trabajan. "Ya no existe esa jerarquización académica entre el maestro y los alumnos. No hay respeto".

En las peleas, según la siquiatra, hay tres personajes: Los agresores vienen de familias que usan la fuerza física o bien no hay comunicación con sus padres, además de que desarrollan poca tolerancia a la frustración.

Las víctimas son chicos que tienden a ser más aislados y por eso son rechazados, la mayoría de las veces se dejan golpear con tal de que los quieran. Los cómplices están en medio de la pelea contestando a un fenómeno de contagio promovido en este caso por la agresión.

"Las agresiones se dan como una respuesta a la pertenencia. Los jóvenes se pelean por sentirse parte del grupo; tanto las víctimas como los victimarios son chicos que carecen de habilidades para comunicarse. Son vulnerables y poco tomados en cuenta en casa", explica.

Tanto el profesor como la psiquiatra coinciden en que la violencia incide en la deserción escolar. Para Carmen Beltrán el miedo que siente un victimario lo aleja de la escuela y para el profesor Carlos Antonio Pérez las escuelas inseguras están siendo un factor de deserción y bajo aprovechamiento escolar.

Ya en el año 2000 se consideraba que 15.1% de los adolescentes y 10.7% de las adolescentes de 6 mil 225 estudiantes de nivel secundaria en el DF había participado en peleas en la escuela, según la encuesta denominada La Evolución del Consumo de Drogas en Estudiantes del Distrito Federal, realizada por el Instituto Nacional de Psiquiatría y la Secretaría de Educación Pública.

Hasta ahora no existe registro de cuántas peleas con niños protagonistas se escenifican en estacionamientos, en lotes baldíos, en patios de las secundarias, pero la realidad es que ocurren.



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