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Temores de un adulto con dislexia

Expertos señalan que la enfermedad se confunde con lento aprendizaje. Aunque no existe cura, sí hay rehabilitación. En el país 2% de la población tiene problemas de lectoescritura. Tratarla a tiempo, la clave, reportan
Viernes 03 de noviembre de 2006 PAOLA ZÁRRAGA | El Universal

La dislexia no es sólo un asunto de niños. Cuando el padecimiento es mal diagnosticado y se atiende fuera de tiempo, los pequeños crecen sin ayuda profesional y se convierten en adultos con problemas de lectoescritura, autoestima y, aún más, tienen que determinar el rumbo de sus vidas dependiendo de las características de su enfermedad.

A pesar de que es un padecimiento muy común, mucha gente no busca ayuda para sus hijos o alumnos, pues la dislexia puede pasar desapercibida cuando se confunde con problemas como el lento aprendizaje, asegura la doctora Blanca Flores Ávalo, del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR).

Hoy en día, la población está más consciente de la existencia de esta enfermedad; sin embargo, aún puede confundirse con “flojera, falta de inteligencia, hiperactividad o la poca prestación de atención en la escuela”, agrega. De esta manera, muchos afectados crecen “aprendiendo mañas” para disimular o disminuir sus fallas.

En México, calcula la especialista, 2% de la población tiene problemas de lectoescritura; Abraham, de 27 años, y Néstor, de 21, son parte de este porcentaje.

Aunque fueron atendidos desde pequeños por terapeutas profesionales, continúan con ciertos problemas, pues “la dislexia no se cura, se rehabilita, pero sus efectos pueden presentarse toda la vida”.

Abraham Martínez Paredes, de 27 años, luego de “sufrir en varias escuelas durante la infancia”, ahora es chef: “La gastronomía es una actividad que me llama la atención. Siempre supe que no quería estudiar nada que tuviera que ver con las matemáticas”, expresa el joven, quien de pequeño sufría y lloraba “porque la profesora me tachaba de burro, me pegaba en las manos con el borrador y me mandaba castigado al rincón por ‘no saber’ hacer las actividades”.

Las matemáticas no fueron el único problema de Abraham, quien recuerda lo difícil que la pasaba a la hora de los dictados, al confundir las letras y las figuras geométricas.

Debido a esas complicaciones causadas por su dislexia, reconoce, decidió que quería ser chef, actividad que no le genera dificultades con su padecimiento.

Lo anterior lo explica la especialista del Departamento de Comunicación Humana del INR, Blanca Flores: “Al no ser atendidos efectivamente, los pequeños crecen desarrollando ‘mañas’ que les ayudan a atenuar dificultades que la dislexia les presenta; por ejemplo, algunos chicos que tienen problemas para comprender su lectura prefieren escucharla de alguien más”.

Para algunos otros disléxicos, asegura Flores Ávalo, lo difícil no es leer, sino que los problemas surgen cuando “ya tienen que aplicar la gramática; por ejemplo, con el tiempo, los problemas se van agudizando conforme los niveles escolares exigen más”.

Aun con terapias, un niño disléxico siempre tendrá presente alguna de las manifestaciones de su padecimiento.

Néstor Tunal Sánchez tiene 21 años y cursa Bachilleres; quiere estudiar cine pues se considera una persona creativa; sin embargo, sigue viviendo ciertas dificultades que toma con humor: confunde la derecha con la izquierda, los tiempos, y algunas letras o palabras, por lo que no se anima a presentar un examen o entrevista de trabajo, pues hoy en día también el dominio del inglés es básico y a Néstor nunca se le “ha dado” a pesar de que por muchos años lo intentó.

Eso no impide que gane su propio dinero. Desde los 15 años le ayuda a su abuelo en una sastrería, donde emplea el lado positivo de su padecimiento y echa mano de su imaginación y de sus habilidades para crear su propia ropa.

“Claro que la dislexia tuvo que ver en mi decisión de estudiar cine y de trabajar en la sastrería, no se me dan algunas cosas, pero tengo habilidades para crear y eso me gusta; soy bueno en las matemáticas, y aunque no puedo coser a mano, lo demás lo hago muy bien”, expresa mientras toma medidas, corta telas y diseña un saco.

Para la doctora Flores “no es que la gente disléxica tenga más imaginación o creatividad, sino que ante la falta de algunas habilidades, echan mano de otras, que por lo tanto desarrollan más”.

Diferencias cerebrales

No obstante, asegura que sí existen pequeñas diferencias entre los cerebros de las personas con dislexia y los no disléxicos.

“No es que sean anormales o deformes, pero tienen pequeñas diferencias en ciertas áreas del cerebro: entre el lóbulo parietal y temporal no existe la misma proporción que en los no disléxicos. Hay una pequeña asimetría y las neuronas de un disléxico se organizan de forma diferente”, explicó.

Mientras Néstor logra cumplir su meta de estudiar cine, seguirá laborando en la sastrería de su abuelo; y Abraham continuará buscando un mejor puesto como chef.

A veces la autoestima de estos jóvenes se ve afectada, como la de Abraham: “Me desanimo si las cosas no me salen. Pienso lo que voy a decir, pero las palabras no salen en orden, sobre todo si estoy nervioso y no entienden lo que digo”.

Le atemoriza enfrentarse a exámenes escritos y de habilidades. Con tristeza recuerda que sólo por no poder dibujar bien varios triángulos en una prueba para entrar a una popular cadena de restaurantes le negaron el trabajo de chef.

Maricarmen Cores, terapeuta especialista en dislexia, dice que es “importantísimo que desde pequeños se evalúen gustos y habilidades de niños disléxicos” para que se encaminen hacia actividades en las que son buenos y ya más grandes, con orientación vocacional, elijan una carrera para la que son aptos.

Según las expertas, identificar y tratar la dislexia a tiempo es la clave para que los pequeños con este padecimiento alcancen el éxito en la escuela y en la vida.

La SEP cuenta con Unidades de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER), que identifica y ayuda a pequeños con problemas de aprendizaje, entre ellos, la dislexia.



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