Sobrenatural
El horror a la mexicana tuvo gran impulso en los cincuenta con el eco de Hollywood y los filmes de los estudios Universal. En tierra azteca, los monstruos se alimentaron de mitos, leyendas y elementos del folclor mexicanoBajo la niebla Cuando se rememoran filmes como "El fantasma del convento" (1934) de Fernando de Fuentes sobre unos viajeros que se hospedan en un misterioso monasterio hay que reconocer el talento y la imaginería de los directores nacionales para abrirse paso en un género tan subestimado como el cine fantástico. El horror a la mexicana tuvo gran impulso en los cincuenta con el eco de Hollywood y los filmes de los estudios Universal. En tierra azteca, los monstruos se alimentaron de mitos, leyendas y elementos del folclor mexicano que dieron un sello único aunque retomaran temas trillados como los vampiros o espectros. Directores como Fernando Méndez, Carlos Enrique Taboada y Juan López Moctezuma se erigen como emblemáticos pero Rafael Baledón, Arturo Ripstein o, más recientemente Guillermo del Toro, han guardado tesoros en el baúl fílmico del miedo. Fantasmas Inevitable que La Llorona fuera tema de película. Hay dos versiones, una de 1933 de Ramón Peón, y la de 1953, con María Elena Marqués que retratan al pie de la letra la leyenda, pero La maldición de la Llorona (Rafael Baledón, 1961) apuesta por una interesante variante cuando una bruja (Rita Macedo) intenta revivir al lloroso fantasma por medio del sacrificio de su sobrina (Rosita Arenas). Pesadilla gótica que alcanza su cúspide inquietante cuando los ojos de Macedo se tornan en dos cuencas negras. En La cabeza viviente (Chano Uruetak, 1959) con Abel Salazar, unos científicos encuentran restos de un guerrero azteca que revive para matar a quien le ha despertado del sueño eterno. Espiritismo (Benito Alazraki, 1962) con Carmelita González retomaba el cuento de La mano del muerto, una reliquia mágica que permitía regresar a los difuntos al mundo de los vivos. Tres de las películas de Taboada abordan el tema: Hasta el viento tiene miedo (1967) sobre el fantasma de una alumna que se posesiona de otra para vengarse de la directora. El libro de piedra (1968) sobre el fantasma de un niño atrapado en una estatua y Más negro que la noche (1974) sobre una anciana que regresa de la tumba para deshacerse de los verdugos de su gato Bécquer. Vampiros Impera en la memoria la imagen imborrable de Germán Robles en el imperecedero filme El vampiro (1957) de Fernando Méndez pero la primera incursión vampírica mexicana fue la versión en español de Drácula (1931) filmada simultáneamente a la hollywoodense de Bela Lugosi con Carlos Villarías y Lupita Tovar en el papel de Mina. El vampiro de Méndez situaba al chupador de sangre en una hacienda provinciana cuya ambientación gótica, manejo de sombras y movimientos de cámara subjetivos alcanzó repercusión internacional. Curiosas resultan producciones como ¡Échenme al vampiro (Alfredo B. Crevenna, 1961) con Fernando Soto Mantequilla 0 Frankestein, el vampiro y compañía (Alazraki, 1961) con Manuel Loco Valdés. Mención aparte merece esa joyita llamada Santo contra las mujeres vampiro (Corona Blake, 1962) donde el Enmascarado de Plata hacía frente a sensuales vampiras encarnadas por Ofelia Montesco y Lorena Velásquez. Alucarda, la hija de las tinieblas (1975) de Juan López Moctezuma, con Tina Romero, es un festín de sangre conformado por posesiones diabólicas, orgías y asesinatos. Cronos (1993) de Guillermo del Toro con Federico Luppi, sobre un escarabajo metálico que al contacto con la piel humana succiona sangre de su víctima, un sorprendente filme entre los mejores del género. Brujas La brujería es un terreno oscuro alimentado de superstición y creencias populares; resulta prolífico para crear atmósferas macabras y personalidades perversas. En La bruja (Urueta, 1954) Lilia del Valle interpreta a una joven de rostro deforme transformada en una bellísima mujer por un médico para ayudarlo a vengar la muerte de su hija. En El espejo de la bruja Urueta, 1960) otra bruja (Isabela Corona) convoca al fantasma de su hija, asesinada por el doctor Eduardo Ramos (Armando Calvo) quien ha contraído nuevas nupcias con Deborah (Rosita Arenas), para perturbar la paz del matrimonio. Entrada en sustos, Isabela Corona da vida a La tía Alejandra (Arturo Ripstein, 1978), la misteriosa pariente que arriba al hogar de Lucía (Diana Bracho) y Rodolfo (Manuel Ojeda) en una vieja casona en la ciudad de México con sus tres hijos. Dos de ellos mueren en circunstancias trágicas y Lucía acusa a la tía de practicar las artes oscuras. Ripstein consigue una obra inquietante articulando santería y un dosificado suspenso. En Veneno para las hadas (1984) la última de la tetralogía de terror de Taboada, una aprendiz de bruja nada inocente es Graciela (Ana Patricia Rojo), una niña perversa que manipula a una amiguita haciéndole creer que posee poderes mágicos. Ellas viajan a una hacienda para preparar un veneno pero una de ellas morirá. Falta espacio para hablar de la licantropía (El hombre y el monstruo 1958, La loba 1964), de demonios aztecas resucitados (La momia azteca 1957, La maldición de la momia azteca 1959), de los zombies (Los autómatas de la muerte 1961, Muñecos infernales 1961), de los monstruos que habitan las entrañas del planeta (Viaje al centro de la Tierra, 1958), de maldiciones sangrientas El barón del terror, 1962) de entes satánicos (Cazador de demonios 1983, Ángelus 1997), de misterios marítimos (Triángulo diabólico de las Bermudas 1978), de sicópatas (Ladrones de tumbas, 1990) pero es un tema tan amplio que aterra pasar por alto algún título.



