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Tijuana es un festín de sangre

En ocasiones, 150 ejecutados no dan para hablar de colmo. En Tijuana, por ejemplo, hace falta algo más. Algo con un toque de ironía. Como el ?levantón? que sufrió el empresario Adolfo Fregoso Eibeck en su popular restaurante de carnitas Quiroga, el 27 de abril último.
Ciudad de México | Viernes 23 de septiembre de 2005 Juan Arturo Salinas | El Universal

Ese secuestro, así como el despojo con violencia que el comando armado hizo de los valores de todos los comensales, no habrían llamado tanto la atención de no ser porque el Quiroga fue el lugar elegido por el alcalde tijuanense Jorge Hank Rhon para filmar un spot de campaña en el que prometió que no le temblaría la mano para combatir la violencia, mientras sostenía un plato con huevos.

El cuerpo de Adolfo, golpeado y estrangulado, apareció al día siguiente en un basurero, a unos metros de la delegación. Pero eso ya no fue noticia sino estadística: el número 151.

Como un aficionado que lleva el box score en un partido del equipo local de beisbol, Potros, la prensa va haciendo el recuento de la violencia asociada con el crimen organizado.

Hace un mes, el periódico San Diego Union-Tribune estimaba que el número de ejecutados en la ciudad vecina podría superar, al ritmo que va, los 450. El año pasado fueron 355.

La nota la dan los matices. A veces, es el lugar de los hechos. Por ejemplo, que un grupo de sicarios entre en el exclusivo Club Campestre --al que sólo tienen acceso 800 socios, de la crema y nata local- para perseguir y levantar a un casacambista vinculado con el cártel de los Arellano, a las 4 de la tarde de un miércoles de mayo. El cadáver de Iván Escobosa Fernández, de apenas 30 años de edad, fue encontrado dos días después, abandonado en la vía pública, en la delegación de La Mesa. Tenía una bolsa de plástico en la cabeza y huellas de tortura.

Otras veces, el matiz es un parentesco. Como el de Francisco Javier Montejo Oceguera con el primer panista en alcanzar la presidencia municipal de Tijuana, Carlos Montejo Favela. Javier había presentado a su padre con Ramón y Benjamín Arellano, en una fiesta celebrada en un rancho propiedad de los hermanos, a principios de los noventa.

El jueves 31 de marzo, Francisco Javier fue levantado cerca de su casa, en Playas de Tijuana, donde vivía con su esposa e hijos. El sábado siguiente descubrieron su cuerpo en un lote baldío. Igual que en los casos anteriores fue muerto a golpes y por asfixia. La herida de bala que tenía en la cabeza probó ser post mortem.

Vivir en Tijuana es acostumbrarse a ver diariamente los titulares de los periódicos con la noticia de uno, dos o tres homicidios violentos. A veces los muertos son jefes policiacos como Federico Benítez, Alfredo de la Torre, Carlos Bowser, o bien, algún sicario o lavadólares de los cárteles que se pelean esta plaza donde la droga, los indocumentados, los secuestrados, los niños o las prostitutas son las principales mercancías.

Como muchos deportes practicados en esta región, la violencia es extrema. Es más fácil estar en medio de un enfrentamiento o ser testigo de un levantón que ser asaltado por un simple caco, como ocurre en otras ciudades.

De eso se han encargado las bandas criminales. Y las corporaciones policiacas, que con una mano los combaten mientras que con la otra reciben el fruto de su protección, de sus informes, de sus gestiones para liberarlos, para cuidar sus cargamentos como muchas veces ha ocurrido cuando un convoy de patrullas escolta un tráiler por las calles de la ciudad o para llevarles comida china a los Arellano cuando estaban escondidos, como hacía el ex jefe policiaco de Rosarito, Bowser Miret.

Acostumbrados a un precario equilibrio entre el combate a las bandas de traficantes y la tregua resultado de alguna frágil alianza entre los grupos de traficantes y los cuerpos policiacos, los tijuanenses han sido testigos de cómo se desboca la violencia cada vez que mueren y caen los principales capos.

Fuera de la jugada Ramón y Benjamín Arellano, y con El Mayo Zambada aterrorizando la ciudad, se rompieron las reglas no escritas y Tijuana se convirtió en un festín de sangre. Células de los Arellano se rebelaron contra sus antiguos jefes y empezaron a matar narcos y cerebros financieros.

Policías y ex policías secuestran a polleros y traficantes, pues saben que estos tienen más dinero a la mano que muchos empresarios.

Simulada o no, la lucha contra el narcotráfico ha sacado de la jugada a algunos hombres importantes del mundo criminal, lo cual ha tenido una consecuencia fatal: el secuestro de empresarios. Al cabo que ?es más fácil traer a un cabrón en la cajuela que vale tres millones de dólares, que un cargamento de coca?, explican policías.

En las proximidades de la Asociación de Productores de Leche fue sorprendido un hombre que montaba guardia desde hacía varios días. En su vehículo había armas largas. Era parte del cártel de los Arellano Félix según les informó un policía ?y es contra quienes estamos luchando?, dice Javier Jiménez, presidente de la agrupación, cuyos afiliados -ganaderos-- han sido víctimas de secuestros y asesinatos.

La reunión con los productores se lleva a cabo en el discreto salón de un restaurante, a cuyas puertas se encuentran apostados sus guardaespaldas. Del tema de la leche y de cómo hacer negocios en una ciudad así, pasamos al del secuestro, y entonces los rostros cambian, las sonrisas desaparecen. A uno de los presentes lo secuestraron y aún tiene miedo. A otro le mataron al padre, pese a haber pagado el rescate.

Uno de ellos desliza la posibilidad de organizarse, aportar recursos entre todos y contratar ?gente de fuera, como lo hicieron en Torreón, para enfrentar a los secuestradores?.

Ya no hay confianza en los gobiernos ni mucho menos en las corporaciones policiacas. ?Pa? qué nos hacemos pendejos si a veces son ellos mismos los que nos pegan?, dice el productor lechero.

Cuando secuestraron a su padre --relata el otro--, había ido a Mexicali a buscar alfalfa de buena calidad. ?Los policías no querían entrar al valle, decían que era la mera boca del lobo, y uno que entra como si nada, a trabajar?. Jiménez estima que en los últimos años en la asociación ha habido seis secuestros y dos asesinatos.

En los barrios exclusivos de la ciudad, los empresarios buscan hacerle frente a la inseguridad con sus propios recursos. Contratan a sus guardaespaldas de entre las filas de agentes estatales. El dueño de varias tiendas de mosaicos está pertrechado en su oficina de puerta blindada, cámaras de circuito cerrado, un rifle de alto poder y una salida oculta.

Varios han optado por una discreción que llega al anonimato. El dueño de un emporio inmobiliario, de apellido Lagos, pide no ser mencionado. El concesionario de la firma Ford, Mauricio Fernández, se mueve con un gran séquito de policías.

Los ejecutivos japoneses de las plantas maquiladoras Sanyo, Sony y Matsushita, entre otras, han tenido a su disposición un ?corredor de seguridad?, formado por una serie de patrullas que van desde los parques industriales hasta la garita de San Ysidro. Antes de que la medida fuera instalada, sufrieron el secuestro del directivo de Sanyo, Mamoru Kono, quien acudía a un juego de beisbol acompañado de dos bellas empleaditas de la maquila.

Para quienes tienen el dinero suficiente, es posible evadir los asaltos, las balas perdidas, los secuestros y otras manifestaciones de la inseguridad en esta frontera, mudando su residencia a San Diego, California.

?Basta ver el número de residencias que se venden en fraccionamientos como Hipódromo, Colinas de Agua Caliente y otros?, dice el presidente de la Cámara de la Industria de la Construcción, Alfonso Álvarez Juan.

A juicio del presidente de la Coparmex, capítulo Tijuana, Fernando Otáñez, el de la inseguridad es un factor ?que hoy en día es considerado en esta frontera por las nuevas empresas como un elemento a considerar en sus inversiones?.

Bajo el título Manual de Autoprotección contra Secuestros, la Coparmex distribuyó entre sus asociados un estudio que en sus 18 páginas reseña los tipos de plagios -secuestro express, por extorsión, virtual y político--, así como las acciones que se deben llevar a cabo desde el momento en que se recibe una amenaza, cuando uno se encuentra en cautiverio o en el momento de la liberación.

Un total de 215 puntos de riesgo son desglosados en el manual, que desaconseja cosas tan simples como pasear en auto o a pie en la ciudad, y habla de los riesgos de relacionarse con personal cercano como la servidumbre, conserjes, ex empleados despedidos y muchos más.

?Vemos que las autoridades emprenden acciones que seguramente van a dar resultados en el mediano y largo plazos, pero también les toca actuar en lo inmediato. Sí queremos que este problema esté resuelto en 20 años, pero también para mañana, y no hemos quitado el dedo del renglón de este tema?, dice Álvarez Juan.

?Les hemos hecho saber por diferentes medios a las autoridades que no estamos hablando de una percepción, sino de una realidad, un factor para los inversionistas que antes no se tomaba en cuenta. Y es que algunas empresas no contemplaban el factor de la inseguridad y ahora hay que hacerlo?.

Dueños de dinero, carros y mujeres bellas, los traficantes encontraron fácil acomodo en los fraccionamientos exclusivos. De pronto las colonias Agua Caliente e Hipódromo se convirtieron en escenario de balaceras, enfrentamientos, decomisos, aseguramientos.

Vecino de una casona amurallada que perteneció a los Arellano, alguna vez fui despertado por el estruendo de explosivos con que se abrió un boquete al portón, para que un comando de soldados y policías vestidos de negro entraran a la residencia sólo para encontrarse con que las viejas glorias de ese reducto, que cuenta con doble sótano, ya habían pasado, y era ahora un colegio particular.

Expulsados de El Paraíso, Chapultepec y otros fraccionamientos, los narcos se fueron a Matamoros, El Florido y a otros barrios de la periferia, polvosos y oscuros, algo así como la Ciudad Neza de hace 25 años. Los transformaron en el escondite ideal y sede de sus tienditas, laboratorios de cristal, ice y otros compuestos.

Las expresiones de este desplazamiento son sorprendentes. Las casas de bardas de ladrillo crudo se convirtieron en el reducto de secuestradores, en centros de seguridad para efectuar los levantones. Una casa de aspecto precario se transforma en un cementerio clandestino, donde se encuentran osamentas y otros restos humanos que revelan que a las víctimas las disolvían en ácido.

Y los caminos vecinales se volvieron punto de hallazgo de ?enteipados? y encobijados, expresiones que los periodistas locales han debido agregar al diccionario de sus computadoras, para que el sistema de autocorrección no las subraye automáticamente en rojo.

Es en una colonia así donde un joven con cigarro encuentra una extraña cubeta abandonada en la calle lodosa. Al abrirla, el compuesto químico para procesar drogas sintéticas estalla y le arranca un ojo, dos manos y una pierna.

A partir de 2004, la moda macabra se volvió quemar los cadáveres de los ejecutados o cortarles las manos y hasta la cabeza para dificultar la identificación.

El rostro de la violencia cobra forma y los medios locales reproducen el perfil delictivo asentado en los partes policiacos: ?un sujeto antisocial con apariencia de sinaloense?.

Por si a Tijuana no le faltara inseguridad, Estados Unidos empieza a deportar chicanos -muchos de ellos nacidos allá y que ni español hablan-- a esta frontera. Se trata de gente que cometió delitos allá y que se incorpora a esta comunidad haciendo lo que sabe hacer.

Vende drogas bajo el disfraz de ?jaladores? o promotores de los centros nocturnos de la avenida Revolución, convenciendo a los jóvenes estadunidenses de entrar al bar o a la disco en perfecto inglés. Resultado: ya mataron a varios policías que descubrieron sus actividades ilícitas.

Para los asesinos, el gobernador de Baja California, Eugenio Elorduy, pide cadena perpetua, igual que para los secuestradores; demanda controlar la venta de teléfonos de prepago que son usados por los plagiarios o por los extorsionadores, pero sus exigencias se vuelven simples bravuconadas.

La policía estatal a su cargo ya se peleó con los municipales que comandan Genaro Carrillo y Ernesto Santillana, jefes policiacos traídos del estado de México por el alcalde Jorge Hank, hombres que se pierden en la ciudad sin un chofer, pero de cuyas filas salió un comando ejecutor que intentó combatir la inseguridad sembrando pruebas y alterando la escena del crimen en un ?enfrentamiento? registrado en la colonia popular Murúa, de acuerdo con información proporcionada por un ex jefe policiaco que hoy entrena agentes en el Instituto de Capacitación Policiaca, ?pensando que Servicios Periciales estaba en pañales, pues usaron las mismas armas en distintos casos?.

La fricción llegó al grado de que policías municipales encañonaron a los estatales para sacar por la fuerza a sus compañeros Tomás Herrera Atilano y César Manuel Moreno Acosta, hoy prófugos, quienes, de acuerdo con una investigación del director del semanario Zeta, Jesús Blancornelas, vivían en el fraccionamiento Puerta de Hierro, donde una casa no cuesta menos de 500 mil dólares y donde sólo unos cuantos privilegiados pueden vivir, como el secretario del municipio, Fernando Castro Trenti.

Para combatir este clima irrespirable de intranquilidad, el gobierno de Vicente Fox envió en repetidas ocasiones contingentes de la Policía Federal Preventiva que aterrizaron en aviones Hércules, pero que sólo llegaron a vigilar centros comerciales vacíos, a montar retenes en las colonias miserables o a desplazarse por las calles de Tijuana y Mexicali cuando los traficantes ya se habían adelantado a sus movimientos y se replegaron a las zonas rurales.

Tan sólo el fin de semana en que se inició el operativo México Seguro, el saldo fue de dos ejecutados en el Valle de Guadalupe, nuevo escondite de los traficantes.

Las calles de Tijuana son ahora el escenario en el que se despliegan jeeps, tanquetas, hummers y soldados, que le dan a la ciudad un aire de estado de sitio.

Las fuerzas federales llegan demasiado tarde o emprenden acciones que en nada atacan la médula del problema, porque ¿cómo combatir la violencia si la complicidad va más allá de los pactos con las corporaciones, si los gobiernos estatal o municipal le venden valiosos terrenos a los cerebros financieros como El Chuy Labra o autorizan nuevos giros negros en la periferia?

Si bien Ramón y Benjamín Arellano, El Mayo Zambada , El Gilillo Higuera y otros nombres y apelativos remiten a un ámbito de drogas y sangre, no se puede cerrar los ojos al hecho de que las mafias de la prostitución o del robo y transformación de vehículos son igualmente peligrosas, aunque menos llamativas. Vehículos fronterizos han sido descubiertos a bordo de barcos en Long Beach y Los Ángeles, listos para ser enviados a Hawaii u otros destinos.

El mapa de la violencia en Tijuana propone un tour que pasa por la inefable Lomas Taurinas, que a raíz de la muerte de Luis Donaldo Colosio se volvió un verdadero atractivo turístico; las avenidas donde fueron acribillados los jefes policiacos Benítez y De la Torre; el bar Rubén Hood donde fue acribillado el ex subprocurador Rogelio Delgado Neri; la calle donde fue ultimado el periodista Francisco Ortiz Franco; las casas donde fueron tiroteados el narcotraficante José Contreras Zubías y los defensores de narcos Rodolfo Carrillo, Joaquín Báez y Carlos Estrada, entre otros, pues la lista de ejecuciones, los enfrentamientos, los ?enteipados?, los encobijados, siguen siendo la noticia con la que nos desayunamos en Tijuana.

Ésta es ciudad de paso, de gente que va y viene y donde resulta fácil esconderse, por lo que el ex procurador de Justicia, Juan Manuel Salazar Pimentel, proponía en el año 2000 montar un retén a la entrada. Y es que, como cuenta un ex policía federal de caminos, ?si vienes de Chihuahua y traes placas de Michoacán o eres de Sinaloa y vas para Tijuana, ¿cómo voy a creer que eres un buen muchacho??



 

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