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Derrumban estatua, símbolo del régimen de Hussein

En medio el caos y los saqueos que vivió Bagdad en las últimas horas, los iraquíes reciben apoyo de un tanque para derribar la efigie de Saddam
Ciudad de México | Miércoles 09 de abril de 2003 Hugo Maguey/El Universal online | El Universal09:44

Tanques de la coalición anglo-estadounidense llegaron a la plaza donde se encuentra la gran estatua de Saddam Hussein, símbolo de un régimen que gobernó al país por más de dos décadas, pero la gente se había adelantado.

Cientos de civiles se apostaban en la plaza, la mayoría con alegría, con muestras de júbilo. Otros lloraban desconsolados, protestaban y daban muestras de rechazo a los soldados invasores. Otros, los besaban, les daban flores y agradecían su libertad.

El día estaba casi completo, ya estaban las fuerzas de la coalición donde planearon desde hace 21 días, desde hace tantos bombardeos, desde hace tantos muertos. Bagdad, la capital iraquí, bastión del régimen de Saddam Hussein estaba en caos, sumido en la anarquía, sin guardias republicanos, sin quién controlara a la gente, pero también sin leyes.

Los saqueos no se hicieron esperar, la gente salió a la calle a obtener lo que tal vez nunca tuvieron, y algunos, los que murieron, ya nunca lo tendrán.

Y como un toque simbólico, como un suceso prominente, así como la caída del muro, como el fin de la Unión Soviética, así, tan grande, tan importante, la gente se apostó en la plaza que tenía una gran estatua, del héroe, del villano, de Saddam Hussein.

Varios jóvenes subieron a la figura del presidente iraquí para tratar de derribar a quien hasta entonces tenía el brazo en alto, en señal de orgullo, de victoria. pero hoy no. Luego de muchos intentos y más de hora y media de tratar de derribar la estatua, los soldados de Estados Unidos, ayudan a la población, pero primero le impusieron en el rostro una bandera de su país en señal de ocupación.

Más tarde a petición de la gente, los mismos marines pusieron una bandera de Irak en el cuello de la estatua.

Luego vendría lo inevitable, lo que seguía, ingenieros militares subieron hasta la estatua con equipo necesario para derribar la estatua, con equipo que la gente de Bagdad no tuvo, con elementos que sólo los estadounidenses pudieron brindar.

La estatua se inclinaba, mientras la gente vitoreaba, le lanzaba objetos, gritaba consignas; la estatua caía, y ya en el suelo la gente se aglomeró para pisotearla y para golpearla con mazos.

El régimen había caído y la gente había sido liberada. Al menos eso decían las imágenes.



 

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