Comer perro en Filipinas es un hábito culinario
Su venta en mercados y restaurantes desafía la prohibición vigente y exhibe establecimientos especializadosEl consumo de carne de perro continúa siendo un tradicional hábito culinario en el norte de Filipinas, donde su venta en mercados y restaurantes desafía la prohibición vigente.
El palenque de la ciudad de Baguio, a 250 kilómetros al norte de Manila, es uno de los lugares donde los perros debidamente pelados y descuartizados se ofrecen abiertamente al público por unos dos dólares el kilo.
Tan sólo a unos metros de distancia se encuentra "Sagada Lunch", el más popular de los restaurantes de este tipo y donde la "carta" abarca desde la cabeza y el hígado hasta el "pinuneg", una especie de longaniza rellena con la sangre del can.
El restaurante atrae a una clientela masculina convencida de que el consumo de perro, bien frito, en adobo o macerado, forma parte de la cultura tradicional de Baguio, la puerta de acceso a las tribus no cristianizadas de la región filipina de Cordillera.
"Comer perro es parte de la cultura de Cordillera como en España lo son las corridas de toros", dijo Romeo Banan, de 31 años, uno de los clientes habituales del local.
Banan, que recuerda que degusta perro desde su infancia, recomienda una ración de cabeza frita como el mejor remedio para afrontar las bajas temperaturas de esta zona montañosa de Filipinas.
"No es una carne apropiada para la gente con problemas de colesterol, pero es indudable que ayuda a regular la temperatura del cuerpo", indica.
Aunque Banan asume el riesgo de comer un producto que no pasa por ningún control sanitario, considera que saborear un aperitivo de perro regado con un vaso de ginebra local invita a superar el peligro.
"Es algo que asumo, sobre todo la posibilidad de contraer la rabia si se trata de un perro callejero", admite.
Tanto Banan como el resto de clientes se quejan de que la ley aprobada por el Gobierno filipino en 1999, que prohíbe el sacrificio y venta de carne de perro, está creando problemas de suministro a los restaurantes.
A finales del pasado año la policía infligió uno de los mayores golpes contra esta actividad ilegal al interceptar un convoy que trasladaba 157 perros a un matadero local donde iban a ser sacrificados para ser vendidos durante las fiestas navideñas.
Pero la intervención policial no pudo salvar a 91 de los perros que murieron asfixiados en el interior de las jaulas en las que viajaban completamente hacinados.
A pesar de estas acciones, las organizaciones de protección caninas reconocen la dificultad de erradicar un comercio que sólo en Baguio genera 20.000 dólares anuales.
"El comercio de carne de perro significa ingresos para mucha gente y desde que existe una demanda hay un importante número de personas implicadas", declaró a EFE Mel Alipio, de la organización Political Animal Lobby (PAL).
Alipio admite que "pesa un componente cultural en este consumo por parte de las tribus paganas de la región, que aún sacrifican los perros al morir su dueño para que el espíritu del animal le acompañe en el más allá".
"Luego existe la creencia popular de que beber la sangre de un perro negro puede curar enfermedades como la tuberculosis, cuando la realidad es precisamente la contraria", añade.
El activista insiste en que todo se reduce a un problema de falta de educación y de respeto por los perros, algo que alcanza a la policía y a las propias autoridades.
"Se sabe que la policía en el norte de Filipinas es responsable de la muerte de perros que luego comen acompañados con licor o cerveza, un menú con el que los políticos locales también festejan el final de sus reuniones mensuales", señala Alipio.



