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Razón de mercado y razón democrática

Ricardo Becerra*| El Universal
Martes 29 de marzo de 2011

Finalmente, luego de un largo suspenso, la Suprema Corte mexicana desechó el amparo que un grupo de ciudadanos mexicanos habían interpuesto contra la reforma electoral del año 2007. No es una resolución que borde sobre el fondo de la cuestión y soy de los que lamentan ese hecho: hubiera sido muy sano un debate sobre los valores y los principios que se juegan en ese artículo de la Constitución. No obstante y todo, con ese acto jurídico, el máximo Tribunal del país despeja finalmente el camino para el asentamiento y la naturalización de un nuevo tipo de contiendas electorales en México.

Supongamos por un momento que la SCJN hubiera dado razón a los quejosos: con ello hubiera abierto las compuertas para un largo periplo litigioso de desenlace incierto. Las elecciones por venir se hubieran vuelto un pandemónium alrevesado en el que el escenario principal lo hubiera ocupado el IFE y aquellas emisoras de radio y la televisión deseosas de darse a la fuga de su obligación constitucional, y hubiesen arrojado una nueva gran interrogante para el proceso de renovación presidencial en el 2012. Pues esta aciaga posibilidad se cerró, y con ello, se consolida una certeza de nuestro futuro político: las campañas electorales serán desarrolladas a través de los recursos públicos, en los tiempos que corresponden al Estado.

La razón mercantil no fue suficiente: los partidos y los candidatos deberán cruzar la aduana de las pautas que confecciona una institución pública -el IFE- para transmitir sus mensajes electorales en toda elección que ocurra dentro del territorio nacional; los ciudadanos pueden decir y expresar exactamente lo que piensan, a través de todos los medios, excepto contratando espacios en radio y televisión, y con ambas condiciones, se da carta de naturalidad a un “modelo” de competencia democrática más cercano a la parsimonia y a la austeridad de los países europeos, que a la ilimitada y excesiva fórmula norteamericana, que con nuestra concentración y desigualdad, aseguraba el predominio absoluto de los poderes de hecho sobre la democracia mexicana.

Ha sido un parto difícil al que le quedan obstáculos y resistencias que vencer y resolver, pero la sentencia de la Suprema Corte constituye oxígeno puro que ayudará a descongestionar el escenario, a corregir y ajustar las normas y sobre todo, permitirá que jueces y juzgados remuevan otros tantos extraños amparos que anidaron bajo el amparo y los argumentos del que fue desechado ayer.

A mi modo de ver, se trata de una victoria de la razón democrática, pues es falso —siempre ha sido falso— que la libertad de expresión dependa de la libertad del mercado. Bajo la lógica mercantil, no habría objeción a que una sola persona comprara todo el tiempo aire disponible. En cambio, desde un punto de vista democrático, eso es sencillamente inaceptable. Esta es la razón que prevaleció y para bien, en la Corte.

 

*Analista electoral y experto en el tema

 



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