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... y luchó hasta su muerte

Evangelina Hernández| El Universal
Sábado 18 de diciembre de 2010
... y luch hasta su muerte

PROTESTA. Activistas en derechos humanos se manifestaron en la oficina de los fiscales de Chihuahua . (Foto: AP )


evangelina.hernandez@eluniversal.com.mx

Una bala mató el jueves a las 8 de la noche a Marisela Escobedo, pero desde hace dos años, la impunidad, la corrupción y las fallas en el sistema penal ya la habían herido de muerte, cuando le negaron justicia por el asesinato de su hija Rubí Marisol, de 16 años.

El 29 de agosto de 2008 Marisela vio por última vez a su hija. A partir de ese día dedicó su vida a buscarla por las calles de Ciudad Juárez, Chihuahua. Así se enteró que fue asesinada y su cuerpo arrojado a un basurero donde depositan desperdicios de cerdo. Supo que Sergio Rafael Barraza Bocanegra, pareja sentimental de Rubí, era el responsable del crimen y que su nieta, la hija de ambos, estaba al cuidado de la mamá del homicida.

Esas penas y su lucha por alcanzar la justicia para sus seres queridos fueron relatadas por Marisela Escobedo a EL UNIVERSAL desde la segunda semana de mayo, quince días después de presenciar el juicio oral en el que el asesino de su hija fue absuelto por un tribunal, tras dos horas de deliberación en las que los juzgadores decidieron que el Ministerio Público no presentó pruebas suficientes para acreditar la causa de muerte de la joven.

Siempre habló con voz firme, no estaba dispuesta a llorar la muerte de Rubí hasta que Sergio Rafael estuviera preso, pero a veces la realidad la doblaba. “Encontrar dos o tres huesitos calcinados de mi hija es algo muy doloroso. Me duele mucho pensar que el resto de su cuerpo se lo comieron los perros pero la insensibilidad de las autoridades para hacer justicia, me genera tal impotencia que no puedo ni dormir, ni comer, no voy a estar quieta hasta que este hombre pague por lo que nos hizo a mí, a mi hija y a mí nieta”, dijo en la primera entrevista.

Marisela se hizo cargo de la investigación del crimen de su hija. “Desde el día que fui a denunciar su desaparición lo único que hicieron fue regañarme, me dijeron que el número de queja era el 0709 y me dieron unas hojas con los datos de Rubí para distribuirlas”.

En las hojas que le entregó la Fiscalía ofreció recompensa a quien le proporcionara datos de su hija; las pegó en paredes y postes de la colonia donde vivía el principal sospechoso y obtuvo respuesta. “Ya teníamos a un testigo y se lo presentamos al MP. Él y cuatro amigos estaban con Sergio Rafael cuando confesó que había matado a Rubí. Les dijo que como no sabía qué hacer con el cuerpo la quemó y la echó en las marraneras que están en el oriente de la ciudad”.

Marisela Escobedo elaboró un diario respecto al caso: “No quiero que se me olvide nada y por eso prefiero llevar mi bitácora”.

Con la presentación del testigo se consignó el expediente y entonces la fiscalía empezó la búsqueda del probable responsable. Diez meses después del homicidio, Sergio Rafael fue localizado en Fresnillo, Zacatecas. Frente a los policías que lo detuvieron y trasladaron a Ciudad Juárez, aceptó que había matado a Rubí y dio detalles del lugar donde tiró el cadáver.

La juez de Garantías Anabel Chumacero, quien consignó el expediente comentó en junio pasado: “Con ese caso han ocurrido hechos muy desafortunados en términos de justicia. En los pasillos de la fiscalía y de los tribunales se dice que el caso quedó marcado desde el momento en el que se asignó el número de la bestia como causa penal, el 666”.

El 26 de abril de 2010 Sergio Rafael fue presentado ante un tribunal oral para ser juzgado. La conclusión de los jueces fue que no se demostró la causa de muerte, el resultado: una sentencia absolutoria que implicó la inmediata libertad de Sergio Rafael.

Desde ese día, el gran reclamo de Marisela era: “Por qué si este hombre me pidió perdón, el Ministerio Público no le preguntó, qué hiciste para que tengas que pedir perdón. No hicieron nada. Se quedaron sentados”. Ese día empezó la otra pesadilla de Marisela ubicar al asesino de su hija.

Decepcionada del veredicto empezó movilizaciones en Ciudad Juárez. No paró hasta que el caso se presentó en una segunda instancia. Entonces sí sentenciaron a Sergio Rafael a 50 años de prisión, pero éste ya había huido.

Con escasos recursos se trasladó en julio de este año a Fresnillo, Zacatecas, donde lo encontró viviendo con una joven de 17 años con quien había procreado a unos gemelos. Llamó a la policía de Ciudad Juárez y a la de la localidad “pero se les escapó por la azotea”, narró entonces Marisela.

Siguió pistas que la llevaron a la ciudad de México y de regreso hasta El Paso, Texas, pero hasta ayer ella y sus pocos recursos no había podido dar con el asesino de su hija y del hombre que dejó sin madre a Heidi, la pequeña de tres años que ayer volvió a quedar huérfana.

En su última plática con EL UNIVERSAL, Marisela dijo: “Sólo muerta dejaré de perseguir la justicia para Rubí porque eso le prometí a ella y a Heidi, mi nietecita”.

Y así murió, exigiendo que el aparato encargado de perseguir y castigar los delitos atendiera su demanda y buscaran a Sergio Rafael en todos los rincones del país, o que al menos la apoyaran económicamente para hacer ella misma las investigaciones “que otros se negaban a hacer”, comentó en octubre pasado.



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