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Cúpula de Los Beltrán por poco cae en narcoposada

Francisco Gómez y Justino Miranda Reportero y corresponsal| El Universal
Sábado 27 de febrero de 2010
El 10 de diciembre los capos se divertían con 25 bailarinas exóticas

politica@eluniversal.com.mx

La brisa del mar de Acapulco les pegaba en el rostro a las más de 25 mujeres. Pocas se conocían entre sí. Caminaban sobre la acera de un lugar a otro, miraban aparadores de tiendas del malecón Miguel Alemán y evitaban hablar entre ellas mientras esperaban el autobús que las llevaría a Cuernavaca, que las trasladaría a la fiesta para las que fueron contratadas y que resultó ser una narcoposada del cártel de los hermanos Beltrán Leyva.

Todas ellas fueron contactadas por una mujer que se hace llamar indistintamente Vicky o Ana, quien sirvió como el enlace para seleccionarlas en bares y en lugares de table dance. Como gancho les ofreció ganar al menos 5 mil pesos con solamente acudir el 10 de diciembre de 2009 a una fiesta en Cuernavaca, Morelos, con todos los gastos pagados.

Las mujeres fueron citadas a las 11 de la mañana frente a la Plaza Bahía, cerca de la glorieta de La Diana, en Acapulco, para emprender el viaje en autobús.

Esperaron hasta después de la una de la tarde, algunas cruzaron llamadas con Ana o Vicky. Ella aún no recibía la llamada de Cuernavaca autorizando la partida de todas las muchachas.

El momento llegó y el grueso de las mujeres subió al autobús que las conduciría a la capital de la eterna primavera, ignorando que más tarde la fiesta concluiría en medio de una intensa balacera y el estallido de granadas de fragmentación, y que serían detenidas tras la incursión de elementos de la Marina que buscaban capturar a quienes ellas divertían con bailes eróticos: los hermanos Beltrán Leyva, de acuerdo con el contenido del expediente PGR/SIEDO/UEITA/168/2009 al que tuvo acceso EL UNIVERSAL.

Lizeth, una de las 25 mujeres contratadas en Acapulco, reveló que su amiga Nadia, a quien conoce como La Tachi, le llamó el 8 de diciembre a su Nextel.

“Me dijo que la estaban invitando a una fiesta y que quien la estaba organizando era la señora a la que conocemos como Ana o Vicky, no sabía dónde iba a ser, pero que ésta le dijo que era con un güey muy rico y que nos iban a pagar mínimo 5 mil pesos”, detalló.

Al día siguiente La Tachi llamó a Lizeth. Le dijo que la fiesta sería en Cuernavaca y que un camión las llevaría de Acapulco a ese lugar y las regresaría.

Ambas chicas estuvieron puntuales al día siguiente en el lugar de la cita, pero el autobús llegó hasta casi tres horas después y todavía las tuvieron esperando un rato más.

Por un momento les dijeron que se suspendería y justo cuando les iban a dar a cada una de ellas 100 pesos para su taxi de regreso, vino la contraorden: “¡Súbanse, súbanse, súbanse todas!”, les gritaron.

La paga, en dólares

Alrededor de las 6 de la tarde llegaron finalmente a Cuernavaca. A todas las hospedaron en el Motel París, tres por habitación. Un hombre de gabardina negra iba de cuarto en cuarto entregando a cada una de las mujeres 500 dólares en efectivo, y les avisó que deberían estar listas a las 19:00 horas para salir a la reunión.

Cecilia, Tania, Edith, Priscila, Frida, Sofía, Leslie, Rosario, Karina, María Elena, Ilse, Osmaira, Herlinda, Cinthya, Karen, Anahí y varias más hasta sumar en total 25 mujeres fueron conducidas a bordo de una camioneta en grupos de cuatro o cinco, a la “residencia” donde se efectuaría la fiesta; sin embargo, el vehículo con ellas a bordo debía hacer algunas paradas de seguridad, según narraron ellas.

Primero, llegaron a una gasolinera en la carretera, junto a un restaurante de hamburguesas, y hasta ahí llegaba otro auto que las escoltaba hasta su destino final.

Lo primero que vieron fue gente armada que vigilaba toda la casa. Se les condujo al interior del inmueble y al entrar a la casa ubicada en la calle Paseos de los Mandarinos 124, del fraccionamiento Los Limoneros, se les informó que debían despojarse de sus ropas y quedar sólo en tanga. Ninguna repeló la orden. Fueron conducidas a la sala de la casa, donde se encontraba un hombre de barba y traje sentado en un gran sillón.

Al ritmo de Los Cadetes y Ayala

Las mujeres bailaban al ritmo que tocaban alternadamente Los Cadetes de Linares, Ramón Ayala y sus Bravos del Norte o Torrente Musical. El hombre del sillón y al que todos llamaban El patrón llamaba a una por una y les colocaba dólares en la tanga. Hubo momentos, según relataron, en que este hombre, quien tenía a su lado una AK-47 bañada en oro, aventaba dinero hacia las mujeres, mientras que algunas de ellas se lanzaban al suelo para tratar de obtener una mayor cantidad.

Vigilado por seis hombres que estaban a sus espaldas, El patrón solamente hablaba con un hombre muy alto que traía colgada a la espalda un arma larga y con otro hombre al que las mujeres describen como güero y guapo de traje.

Esas tres personas, de acuerdo con el expediente oficial del caso, eran el extinto Arturo Beltrán Leyva, El Barbas; Sergio Villarreal, El Grande, y Édgar Valdez Villarreal, La Barbie.

Poco después de las medianoche, cuando se encontraba cantando Ramón Ayala, entró corriendo a la sala el hombre alto y gritó: “¡Jefe, fuga… vámonos!”. La música cesó. Las mujeres se miraban entre sí sorprendidas y justo cuando varios de los hombres armados y El patrón abandonaron la casa a toda velocidad a bordo de camionetas, comenzaron los disparos, las explosiones y ellas se tiraron al suelo.

Ninguna salió lesionada, pero a todas, ya vestidas, se las llevaron los elementos de la Marina a la ciudad de México, donde declararon para después dejarlas regresar a Acapulco, Guerrero.

 

 



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