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“Laborar no es malo, sino la explotación”

El Universal
Viernes 12 de junio de 2009

MADRID (EFE).— A los 7 años vendía pan en las calles de Lima y hoy, con 17, Víctor Bedriñana no guarda malos recuerdos de su infancia ni le importaría que sus hijos también trabajaran, pero “con dignidad”, un mensaje que lanza con motivo de la celebración del Día Mundial contra el Trabajo Infantil.

Por extraño y escandaloso que pueda parecer desde Europa, trabajar durante la infancia no es ni para este chico peruano ni para Saynabou Pouye, una senegalesa de 19 años, algo “malo”, reconocieron a Efe, en Madrid, en la sede de Save the Children.

De hecho, el Movimiento Nacional de Niños y Adolescentes Trabajadores del Perú, al que pertenece Víctor, rechaza los actos del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, ya que, según él, quienes los organizan no tienen suficientes conocimientos de su realidad.

Ambos consideran que no han perdido su infancia y que las nuevas generaciones de niños deben seguir trabajando a la vez que se forman, pero “con dignidad y con derechos”, sin que los mayores les exploten.

Sin embargo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en la actualidad 218 millones de niños trabajan en el mundo, y uno de cada 12 lo hacen expuestos a las peores formas de trabajo infantil, entre las que destacan seis: la agricultura, los soldados, las redes de comercio sexual, el servicio doméstico, en minas y canteras, y el tráfico de niños.

“La explotación de los niños en el trabajo empezó cuando los españoles conquistaron Perú”, recordó Víctor, quien destacó que el trabajo infantil está muy ligado a la cultura peruana, y que sería imposible acabar con ello entre las poblaciones de la selva, donde pescan, y de las montañas, donde cosechan papas o pastorean.

“Es una cultura que no tiene que cambiar, porque viene de siempre”, insistió este joven, cuyo sueño es que los gobernantes se preocupen de impulsar políticas favorables a esta niñez y adolescencia trabajadora.

Para Víctor, lo negativo es todo lo que tiene que ver con “los delitos”, como es el engañar a los niños de los pueblos para llevarlos a trabajar sin derechos a las ciudades, o a las niñas que las obligan a prostituirse.

Saynabou empezó a trabajar a los 15 años en su pueblo costero, recolectando conchas y mariscos, un trabajo duro, peligroso, de bastantes horas y que la dejaba el cuerpo “dolorido”.

Aunque las olas se llevaron a algunos de sus compañeros, no se arrepiente de ese pasado porque en su pueblo existía esa tradición y lo hacía por ella misma, para sentirse útil, ya que había dejado la escuela.

“Mi familia no tenía dinero y preferí trabajar antes que quedarme sin hacer nada, esperando a que otros me ayudaran”, afirmó Saynabou, que ahora es costurera.

Desde el Movimiento Africano de Niños y Jóvenes Trabajadores, esta senegalesa intenta sensibilizar a la gente sobre los derechos de los niños, la importancia del registro de nacimientos y su inscripción en la escuela.

En la actualidad, Víctor estudia para cocinero, es cobrador en un autobús los fines de semana y considera que la erradicación del trabajo infantil no soluciona los problemas.

“Mientras exista tanta diferencia entre los países ricos y pobres, siempre habrá niños trabajando, y lo que hay que hacer es luchar por la dignidad y las condiciones de ellos”, dijo Liliana Orjuela, coordinadora de Promoción y Protección de los Derechos de la Infancia de Save the Children.



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