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“Es como CSI, pero en Las Lomas”

Carlos Loret de Mola| El Universal
Viernes 07 de noviembre de 2008
Es como CSI, pero en Las Lomas

En la "zona cero" no se oye el resto de la ciudad. Las tres cuadras resguardadas por el Ejército, Seguridad Pública Federal y Seguridad Pública del DF parecen aisladas aún cuando están a la vuelta de uno de los cruces viales más transitados del país. (Foto: Archivo / El Universal )


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Para donde uno voltee entre los restos de avionazo es la devastación. Con tapabocas, chalecos y ropa fresca para aguantar el sol de mediodía, científicos jóvenes de Estados Unidos caminan con cuidado entre los restos tomando fotos, levantando vestigios de metal con delicadeza, identificando con banderitas rojas numeradas las piezas que les parecen relevantes. Llevan jeans y caquis, las mujeres más entallados, con las siglas NTSB (en español, Consejo Nacional de Seguridad en el Transporte).

“Son el dream team de eso”, presume un funcionario de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

Los peritos de Estados Unidos dominan la escena. Los acompañan expertos de la Autoridad de Aviación Civil de Gran Bretaña y de la Dirección General de Aeronáutica Civil mexicana.

Han instalado sus laptops conectadas con tripiés que cargan sistemas de geoposicionamiento global (GPS) capaces de ubicar un objeto en cualquier parte del planeta Tierra con un margen de error de un centímetro. Su objetivo: reproducir en computadora el área del avionazo con toda la pedacería exactamente en el sitio donde quedó tras el impacto, y luego correr programas que simulen lo que pasó.

En la “zona cero” no se oye el resto de la ciudad. Las tres cuadras resguardadas por el Ejército, Seguridad Pública Federal y Seguridad Pública del DF parecen aisladas aún cuando están a la vuelta de uno de los cruces viales más transitados del país.

Si el avión hubiera caído cincuenta metros al lado del parquecito donde impactó, se estrellaba contra un edificio o arrasaba los coches que atascan el cruce de Periférico y Paseo de la Reforma a las siete de la noche de cualquier martes. En la emergencia, es posible que el piloto haya buscado hacer el menor daño posible en tierra, calcula Jorge García Gallegos, director general de Investigación de Accidentes de Aeronáutica Civil de México.

Según las autoridades, con base en declaraciones de testigos civiles y militares, así como en los datos recabados hasta ahora, la caída del LearJet 45 de Gobernación duró entre 15 y 20 segundos, agarró velocidad durante el descenso hasta alcanzar los 400 kilómetros por hora y se vino abajo casi sin girar sobre su eje trazando una línea prácticamente recta, con una inclinación de apenas 30 grados.

Tocó tierra en medio de una cuchilla, en la esquina de la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec, y entonces empezó a desintegrarse. Avanzó sobre la calle cosa de cien metros hasta estrellarse contra la Torre Empresarial Lomas. Este colapso quebró la nave en dos partes, dejó en la entrada del edificio una de las turbinas y 80% restante del avión siguió su ruta sobre la cerrada Manuel Ávila Camacho hasta detenerse hecho una bola de fuego cincuenta metros adelante.

“La mayoría de los testigos nos dicen que no venía incendiado durante la caída, sino que hace fuego al tocar tierra”, abunda Gilberto López Meyer, director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares. Pone como pruebas que los pedazos de ala que se desprendieron en el área del primer impacto no tienen rastros de humo, tampoco los árboles en esa región. En cambio, cuadra y media más adelante todo resto de avión y árbol luce negro de quemado.

“En este momento la hipótesis más fuerte es la del accidente”, declara Luis Téllez.

Su chaleco fosforescente esconde la corbata negra que porta desde hace 40 horas. El secretario de Comunicaciones y Transportes apunta con el dedo índice hacia un montón de fierros retorcidos y quemados sobre la cerrada: “ahí encontramos una de las dos cajas negras, la que contiene las grabaciones de adentro de la cabina de pilotos”, la que presenta un mayor daño, según explicó.

Téllez mueve el brazo para apuntar cincuenta metros atrás, abajo de una turbina que, comparado con el resto de la escena, luce casi intacta y claramente identificable: “y allá encontramos la otra, la de los datos del vuelo”. Las dos cajas han sido enviadas a un laboratorio en Estados Unidos.

El secretario afirma: “si existe la información de las cajas y se puede recuperar, en cinco días sabremos con contundencia qué fue lo que pasó”.

Pero si las cajas negras están demasiado averiadas, el análisis de los materiales físicos tarda semanas o meses. “Hay que tener paciencia”, remata sin emoción.

Cuando pasan por ahí, los coches bajan su velocidad casi hasta detenerse para curiosear lo que se pueda en medio de los cascos y escudos de los policías que impiden paso y vista. Los transeúntes de plano se paran un rato a ver qué está pasando alrededor de la Torre Empresarial Lomas, tiznada de negro en paredes y ventanas por el humo del incendio de la noche del 4 de noviembre. “En la cornisa del sexto piso encontramos restos humanos”, confía un investigador local.

La visita dura una hora. Al salir, recordando la exitosa serie policiaca de la televisión estadounidense, un camarógrafo echa un último vistazo a la escena de guerra del impacto, y sentencia: “es como CSI, pero en Las Lomas”.



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