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Tres momentos difíciles en los informes

Juan Arvizu, José Luis Ruiz y Fidel Samaniego| El Universal
Domingo 19 de agosto de 2007
Sucesos cruciales marcaron la política del país, durante mensajes a la Nación, dados a conocer por tres últimos antecesores de Felipe Calderón Hinojosa

Todo parece indicar que momentos de tensión se volverán a vivir el 1 de septiembre, ahora cuando Felipe Calderón rinda su primer Informe de Gobierno.

Con Ernesto Zedillo, ese día pero de 1997, el país amaneció en el filo de la crisis constitucional; sin embargo, al llegar la noche, la estrella del Informe ya no fue el Ejecutivo y su mensaje, sino la oposición y su respuesta. Así empezó el fin del partido de Estado, sin aplausos del PRI al Presidente.

El 1 de septiembe de 2006 las condiciones fueron adversas para que el presidente Vicente Fox leyera su sexto Informe de Gobierno en el pleno del Congreso. El PRD tenía prácticamente tomada la tribuna.

Otro momento de tensión se dio con Carlos Salinas, cuando el 1 de noviembre de 1991, durante su Informe anunció reformas constitucionales que establecían una nueva relación del Estado con las iglesias.

Carlos Salinas de Gortari

Y se modificó la relación con la Iglesia

Fidel Samaniego R.

Fueron cuatro minutos. Tiempo tenso, intenso, en el que Carlos Salinas de Gortari dejó salir una a una las 190 palabras escritas en 19 líneas. Y al término de las mismas, no quedaba duda ya: la “línea presidencial” estaba trazada, el artículo 130 Constitucional sería reformado para establecer una nueva relación del Estado mexicano con las iglesias.

Era el primero de noviembre de 1991. Otra reforma constitucional de salinista inspiración había estipulado que ese, el que para los católicos es el Día de Todos los Santos, en la liturgia política fuese el día establecido para que el jefe del Ejecutivo rindiese su Informe de Gobierno ante el Congreso de la Unión.

Aquella mañana, Salinas de Gortari tenía unos 100 minutos de lectura de su mensaje. En la sede alterna de la Cámara de Diputados, en el auditorio de la Unidad de Congresos del Centro Médico Nacional —el recinto de San Lázaro estaba en reconstrucción tras el incendio que le consumió— flotaba la expectación. Algo o mucho se presentía. Poco antes del inicio de la sesión, parte de la nueva se había filtrado.

“Ya está. Fueron casi 45 días intensos, muy intensos, desde temprano hasta la noche, casi de madrugada. Y eso, nada más del trabajo final en la revisión de códigos, leyes, propuestas, documentos. Un asunto delicado, se trata del 130 de la Constitución” confesó al cronista el entonces director de Asuntos Jurídicos de la Presidencia, Rubén Valdez Abascal, poco antes de que llegara el mandatario al salón.

“Vamos a oír algo inteligente, prepárate” adelantaría por su parte el diputado panista Diego Fernández de Cevallos, —ya bautizado ya por el priísta Fernando Ortiz Arana como El Jefe— y quien sin duda estaba enterado de lo que ocurriría, de lo que se había negociado, de todos los detalles. Le acompañaban entre otros Fernando Gómez Mont y el joven Felipe Calderón Hinojosa.

Tercer informe de Carlos Salinas. El escenario de los dos anteriores, el Palacio de las Bellas Artes. “¿Ofrece diálogo con los partidos?... ¡Pues de una vez, aquí, ahora mismo!” le dijo en el primero el perredista Juan Guerra. “¡Fraude, fraude!”, gritaron de pie los panistas en el segundo, en protesta por resultados de elecciones estatales.

Sin embargo, aquel 1 de noviembre de 1991, pocos fueron los incidentes, las interrupciones a la lectura del mensaje presidencial. “¡Las elecciones fueron un fraude!”, gritó Raúl Álvarez Garín en relación a los comicios federales de julio de ese año. Su compañera Patricia Ruiz Anchondo, de entallado vestido rojo, se levantó espectacular de su curul, mostró una enorme foto de Cuauhtémoc Cárdenas. Así se quedó, a la vista de todos.

Pocos incidentes. Poca la atención a ellos. La expectación era por otro asunto. Marcaba el reloj las 12:42 horas, cuando Salinas de Gortari dejó de leer, bebió agua, aclaró la garganta, tomó aire, dijo: “En mi discurso de toma de posesión propuse modernizar las relaciones...”. Después, la propuesta-convocatoria-línea. Tras ella, los aplausos de legisladores priístas y panistas, empresarios, actores, seis hombres vestidos de traje y con alzacuellos, encabezados por Girolamo Priggione, aún delegado papal, y un cardenal que era amigo del presidente, quien solía ir a Los Pinos a comer: Juan Jesús Posadas Ocampo.

Era el 1 de noviembre, el día del Informe Presidencial, el Día de todos los Santos...

Ernesto Zedillo Ponce de Léon

Acabó la época del ‘todopoderoso’

Juan Arvizu

Ese día de Informe presidencial de 1997, el país amaneció en el filo de la crisis constitucional, pero cuando llegó la noche, el rito del Informe, desnudo de oropel, vistió su primer atuendo de orden en nueve años, y la estrella ya no fue el Ejecutivo y su mensaje, sino la oposición y su respuesta. Había acabado la era del todopoderoso “señor presidente”.

Por primera vez en su historia, el PRI no tuvo la mayoría. Se había debatido en una tormenta de pasiones, por la humillación a su soberbia. Losdías30 y31deagostonegó la nueva realidad: no asistió a la instalación de la Cámara de Diputados, a la que llamó espuria. Intentó montar una asamblea “legal ”.

Acarreados en autobuses para un operativo cuerpo a cuerpo en SanLázaro, los diputados priístas supieron que tenían la batalla perdida, cuando la Presidencia de la República entabló comunicación conel frenteopositor yordenó ala Secretaría de Gobernación desactivar la fuga al vacío del PRI. Esa mañana del 1 de septiembre, en Los Pinos, el presidente Ernesto Zedillo recibió el obsequio anual de sus hijos: Una banda presidencial de seda con bordados de oro y plata. Bajo su actitud satisfecha, estaba tenso, en el control de los detalles de un arreglo entrepriístas y frenteopositor.En las negociaciones, el Ejecutivo cedía ante nuevos interlocutores.

La ceremonia dejaba de ser del Presidente, y la adoptaba el Congreso, que tomó la organización y logística, así como la producción de televisión. Desde antes, Zedillo había rechazado un nuevo formato. Aceptó el horario de las 20 horas.

Ifigenia Martínez, amiga de Porfirio Muñoz Ledo y del secretario particular del presidente facilitó contactos en los días turbulentos previos. El perredista, con su oficio político, condujo la crisis política y fue imposible descarrilar la mesa directiva que encabezaba y el PRI, al fin aceptó la realidad. El último presidente priísta trabajaba en el ambiente de quietud regular en su despacho desprovisto de televisor.Todo estaba “planchado” en San Lázaro, pero corrían las horas más tensas del sexenio, por las consecuencias desastrosas que tendría el no instalarse el Congreso.

Había ansiedad cuando llegó la comisión de cortesía a Los Pinos. Los diputados visitantes se rifaron la tarea de hablar en la charla conZedillo. El papel de la fortuna, conla anotación de la palabra bin - go , lo tomó el empresario de Vitro, Rogelio Sada Zambrano (PAN).

“No fue la rifa del tigre, afortunad amente”, les bromeó Zedillo con gesto de satisfacción. La tensión de los últimos días se diluyó en risas entre el anfitrión y los representantes del PRI, PAN, PRD, PVEM y PT. Y como si no supiera nada les preguntó: “¿A qué hora se supone que debo estar por allá?”.

El héroe de esa noche fue Muñoz Ledo. En su respuesta al mensaje presidencial empleó palabras precisas y una actitud que cimbró a la república. Elevó al Poder Legislativo a la órbita en que gravitó solitario siempre el Ejecutivo. Habló con Zedillo sentado a su izquierda. “Lo vi emocionado”, diría.

Así empezó el fin del partido de Estado, con un cambio de mayoría legislativa, sin aplausos del PRI al Presidente. Así llegó la noche del día en que el país estuvo a punto de caer en una crisis constitucional ca ta s t r ó f i ca .

Vicente Fox Quesada

Sólo pudo llegar hasta el vestíbulo

José Luis Ruiz

En el llamado cuarto de guerra, un espacio ubicado en el sótano de la residencia Miguel Alemán, de Los Pinos, crecía el debate sobre si el presidente Vicente Fox debía asistir o no al Palacio Legislativo de San Lázaro para rendir su sexto y último informe de gobierno.

El texto había sido redactado por un equipo de asesores en Los Pinos, bajo la lupa y supervisión de su vocero Rubén Aguilar. Fox, en persona, lo revisó en por lo menos media docena de veces.

Todavía, muy temprano, el presidente preguntó a los integrantes del staff de Los Pinos si existían las condiciones para asistir al Congreso y dar lectura a su Informe de Gobierno. Tras un breve silencio se dio un unánime sí, aunque discreto, del que dudó el entonces secretario de Gobernación, Carlos Abascal, y así lo manifestó.

“Pues vamos”, dijo Vicente Fox, y partió rumbo a San Lázaro escoltado por una nube de elementos del Estado Mayor Presidencial, con el general José Armando Tamayo Casillas a la cabeza. Era el 1 de septiembre de 2006.

Hacia San Lázaro, primero en helicóptero y después en una camioneta blindada, al presidente se le informó que no había ninguna garantía para que llegara a la tribuna legislativa y rindiera su mensaje con motivo de su último informe de gobierno. La advertencia llegaba tarde. Fox mostró su enojo.

Legisladores del PRD ya lo esperaban en bloque en la entrada de la Cámara de Diputados. La tribuna prácticamente la tenían tomada. “¿Qué hacemos?”, preguntó Fox al jefe del Estado Mayor Presidencial. No hubo cambios.

A unas cuadras antes de llegar al Palacio Legislativo de San Lázaro, los partidos ya fijaban sus posiciones en la apertura de sesiones en la 60 Legislatura. Los perredistas tomaba la tribuna.

A unos metros de ingresar a la Cámara de Diputados, el presidente Fox constató que, en efecto, las condiciones eran adversas y que prácticamente no podría dar un mensaje a la nación con motivo de su sexto informe de gobierno.

Sólo los cercanos al Presidente notaron que el mandatario, cuya gestión presidencial estaba a tres meses de terminar, mostraba su enojo con expresiones verbales, por la situación.

Ante la caótica situación que se vivía en ese momento en el interior del recinto, el presidente Fox tuvo que entregar el texto del Informe en el vestíbulo de la Cámara de Diputados al secretario de la Mesa Directiva del Senado, Rodolfo Pérez Gavilán.

“La actitud de un grupo de legisladores hace imposible la lectura del mensaje que he preparado para esta ocasión, me retiro de este recinto”, expresó Fox. Apenas regresaba a Los Pinos, y de inmediato ordenó a su portavoz que se preparara todo para grabar un mensaje. A las 20:15 horas entró a la biblioteca José Vasconcelos, de la residencial oficial de Los Pinos. Apenas 10 minutos después grababa el mensaje que se difundió justo a las 21:00 horas. Criticó abiertamente al PRD y lo acusó de “agraviar” al pueblo de México, al impedir que rindiera su sexto Informe de Gobierno, en el pleno del Congreso de la Unión.

Pero Fox también criticó abiertamente a su equipo de colaboradores por no avisarle a tiempo que era casi imposible que rindiera en tribuna, su último Informe de Gobierno.



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