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Ortiz Mayagoitia y la familia judicial

CARLOS AVILÉS ALLENDE| El Universal
Domingo 07 de enero de 2007
El nuevo presidente de la Suprema Corte llegó al PJF más por necesidad que por vocación. Excelente técnica jurídica y bondad, las cualidades que son vistas como defectos por sus críticos

Al nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Guillermo Ortiz Mayagoitia, la necesidad lo llevó a lo que después sería su vocación: juzgar. Y la vocación a hacer del Poder Judicial su vida.

Lo que no se sabe es si el Poder Judicial entró a su casa o si el Poder Judicial es la casa de la que nunca ha salido. Como sea, se dice que es un hombre de familia y que forma parte de la llamada "familia judicial".

"El ministro Ortiz Mayagoitia es un hombre común en términos medios, estudios profesionales sólo a nivel de licenciatura, más de 30 años de ejercer la judicatura, todos ellos casi al servicio del Poder Judicial de la Federación, con un año de inicio en el fuero común de mi estado, en un juzgado de Poza Rica.

"Diría yo que soy buen padre de familia; en términos de logros reales tengo tres hijos, todos ellos casados, todos ellos profesionistas. Tengo su cariño, su respeto; igualmente sucede con mi esposa. Dentro de los estándares medios creo que me ubico perfectamente".

Con estas palabras se definió a sí mismo quien hoy encabeza al Poder Judicial de la Federación, a finales de 2002, en una entrevista concedida a quien esto escribe, publicada en el libro Los rostros de la Suprema Corte.

En ese momento, tanto en el Poder Judicial como en los medios de comunicación se le ubicaba junto con el ministro Juan Silva Meza, como los candidatos fuertes a suceder en enero de 2003 a Genaro Góngora Pimentel.

Pero por esas fechas él no tenía interés en participar en la contienda. Los ministros de la Segunda Sala de la SCJN, a la que él pertenecía, habían acordado apoyar a Azuela, no tanto porque quisieran que llegara él, sino más bien porque deseaban impedir que quien asumiera la conducción de la Corte fuera Silva Meza.

Pero él, contra los pronósticos de algunos, decidió no apoyar a Azuela. Fue el único de la Segunda Sala que decidió votar en ese momento por Silva Meza, con quien, ha dicho, lo une una amistad.

Cuatro años más tarde, con una integración dela Corte distinta, con tres nuevos ministros distintos, con diversos bloques de ministros con opciones distintas, su nombre volvió a sonar nuevamente para encabezar al Poder Judicial y para dejar fuera de la contienda nuevamente a Juan Silva Meza.

Pero, en especial, porque, en el actual escenario, era el único que podría lograr el consenso de la mayoría de ministros y hacer compatibles los diferentes proyectos e intereses existentes en la Corte.

Algunos ministros lo buscaron y él mismo escuchó opiniones en el sentido de que debía "asumir ese compromiso". Y también escuchó a su propia conciencia; por eso, "lleno de ideas, cargado de buenas intenciones", esta vez sí decidió competir por la presidencia de la Corte como se los hizo saber a sus compañeros ministros en una carta del 5 de diciembre de 2006.

Cuando entregó este documento, la mayoría de quienes lo apoyaban daban por hecho que ganaría la presidencia, un cargo con el que nunca soñó cuando cursaba la carrera de Derecho en la Universidad Veracruzana.

Y es que hace casi cinco años confiaría: "Mi llegada al Poder Judicial de la Federación fue más por necesidad que por una vocación previa. Cuando uno sale de la escuela, particularmente en mi caso, sin ningún respaldo, padrinazgo, sin relaciones, abrirse camino para conseguir un empleo es difícil".

Al menos eso fue lo que constató allá por el año de 1965, cuando entró a trabajar como actuario en un juzgado federal, el lugar en el que trabajó sólo un año y el que abandonó para litigar, abrir un despacho, y ver, durante tres años, "lo difícil que es sostenerse uno profesionalmente cuando no se tienen suficientes relaciones ni medios económicos".

Y en eso estaba cuando tuvo la oportunidad de reingresar al juzgado, pero ya no como actuario, esta vez como secretario de estudio y cuenta, es decir, en el puesto de quien ayuda al juez a elaborar los proyectos de sentencia.

A partir de entonces ya no volvió a dejar el Poder Judicial; ahí encontró su vocación que lo llevaría a ser juez, magistrado de circuito, magistrado de lo que fue el Tribunal Federal Electoral, ministro de la Corte y ahora presidente de la SCJN y del CJF.

"La verdad -diría hace casi cinco años- es que el abogado recién recibido, Guillermo, no pensó ser ministro".

* * *

Al ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia hay dos cualidades que la mayoría de quienes lo conocen le atribuyen. La primera se refiere a su persona. A su alrededor se le ubica como un hombre bueno; en ocasiones, demasiado bondadoso para el gusto de unos.

Y como todo en la vida, para un sector esta es su principal virtud como ser humano, que lo llevará a convertirse "en el mejor presidente que haya tenido la Corte".

Y para otros esta cualidad podría ser su principal defecto a la hora de ejercer la administración y los destinos de la SCJN y del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), que es el órgano encargado de designar y vigilar la actuación de los más de 900 jueces y magistrados federales del país.

Quienes a su alrededor ven este punto como su principal defecto, dicen que se les hace difícil pensar que tendrá la suficiente fuerza para tomar las decisiones políticas o administrativas "drásticas" que en algún momento se requieran para el bien del Poder Judicial de la Federación.

Y tienen el temor de que estas decisiones las delegue en otros ministros, especialmente a quienes le otorgaron su voto, o consejeros de la Judicatura, que desean ejercer el control del Poder Judicial a través de una serie de comités.

"No tiene corazón ni para despedir a una secretaria, imagínese para destituir a un magistrado... es demasiado bueno", dicen quienes lo critican.

Pero quienes lo conocen desde hace más de 20 años dicen que no hay que confundir entre su bondad y su naturaleza que siempre lo lleva a buscar consensos y que lo hace estar bien con todo mundo.

Él, aseguran, es un hombre muy conciliador, pero, advierten, "que no se equivoquen, él va a continuar y apoyar lo que valga la pena, independientemente de quién lo promueva, pero lo que haya que cambiar y corregir lo va a cambiar y a corregir".

El jueves, dos días después de que asumiera la titularidad del Poder Judicial, los dos hijos de Ortiz Mayagoitia renunciaron a sus cargos en el CJF para evitar "que haya dudas en el desempeño ético" de su padre.

* * *

La segunda cualidad que se le atribuye a Ortiz Mayagoitia es la "excelente técnica jurídica" que aplica a la hora de elaborar una sentencia y que le ha valido el reconocimiento como uno de los ministros "más brillantes" de la Suprema Corte de Justicia, tanto de litigantes de diversas organizaciones como la Barra Mexicana Colegio de Abogados, como de académicos del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, del ITAM y del CIDE.

Pero es esta cualidad la que le ha ganado el calificativo de conservador, aplicado a su estilo más letrista, pero impecable, de aplicar la ley, como diría el académico Lorenzo Córdova.

Aunque Ortiz es de la idea de que en la Corte, los 11 ministros, incluido él, son unas veces conservadores, y otras, activistas o de avanzada, según el juicio y el tema de que se trate.

Una recopilación de sus sentencias muestra que es un hombre que está convencido de que la Constitución protege la vida de los seres humanos, sin importar el momento en que ésta inicia, y de que se opone a normas como la llamada Ley Robles, mediante la cual se despenalizó el aborto en ciertos casos.

Pero al mismo tiempo deja ver, por ejemplo, que también es alguien que avala que una persona, tanto en México como en el extranjero, y en particular en Estados Unidos, pueda ser sentenciada a cadena perpetua, pues considera que no es una pena inusitada.

Y que con sus votos ha perjudicado o beneficiado, sin distinción, lo mismo al presidente de la República, a las cámaras de Diputados y Senadores, que a Congresos locales, gobernadores o municipios.



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