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Jánuca: ocho velas por la libertad y la unidad

NATALIA GÓMEZ QUINTERO| El Universal
Sábado 16 de diciembre de 2006
Con esta fiesta, los judíos rememoran la rebelión contra el rey Antioco, quien quiso destruir sus creencias y forzarlos a adoptar la fe griega

Cuando se encendió la primera vela, la luz los hizo recordar su emancipación, su libertad y la unidad que han alcanzado como pueblo. Así dieron inicio a la celebración del Jánuca, festividad judía que rememora la rebelión de esa comunidad contra el rey Antioco, quien intentó destruir sus creencias y forzarlos a adoptar la fe griega.

Ayer, con este ritual de encender la primera vela y colocarla en la januquilla (candelabro de ocho brazos), comenzó en México y en todo el mundo la celebración del Janucá en el mes 25 de Kislev del calendario (lunar) judío, que corresponde a diciembre y que este año se celebra del 15 al 22 de ese mes.

Elizabeth Gittler, los hermanos Isaac y Abraham Jamal, y Mijoel Weinstein, todos ellos por separado y con sus respectivas familias, son algunos integrantes de la comunidad judía mexicana -conformada por alrededor de 52 mil personas- que llevaron a cabo este festejo, en el que, a diferencia de otras celebraciones judías, no existe una obligación formal de comer platos festivos o tener restricciones de algún tipo como la utilización de aparatos electrónicos, o interrupción de actividades normales como en el Shabat.

Por ello, los hermanos Isaac y Abraham Jamal, quienes aprendieron de esta celebración en el seno familiar y en una escuela hebraica, afirman que esta festividad se preservará por siempre entre los judíos.

De acuerdo con Tribuna Israelita, institución de análisis y opinión de la comunidad judía en México, esta tradición es muestra de la unidad de un pueblo que ha sido perseguido por sus creencias.

Este acto espiritual y de fe, que representa libertad y tiene una duración de ocho días, se ha preservado por generaciones y se conmemora en la familia, pues al igual que otras religiones, ésta es el núcleo fundamental, explica Reneé Dayán-Shabot, directora de Tribuna Israelita.

El ritual consiste en encender, en la puesta de sol, una vela principal y otra del primer día, para colocarse en la januquilla. En la segunda noche se prenderán dos velas y así sucesivamente hasta llegar a las ocho. Al encender las velas se comienza a cantar -en hebreo- y a hacer una bendición, y durante la celebración nunca se apaga la luz.

"Además de las razones históricas que acompañan esta fiesta, existe otro motivo para encender las velas. La luz es un símbolo de lo espiritual, la raíz, la esencia de las creencias judías", indica Tribuna Israelita.

La historia

Durante la época del Segundo Templo en Jerusalén, los judíos vivían bajo el dominio del monarca grecosirio Antioco Epifanes, quien hacía 175 antes de Cristo publicó un decreto en el que prohibió a los judíos practicar su religión bajo la amenaza de la pena de muerte, y a seguir la cultura idólatra helenística con el fin de destruir su religión.

Unos huyeron, otros se plegaron a las exigencias de los invasores, pero hubo quienes se rebelaron. Los griegos encontraron una fuerte resistencia entre un pequeño grupo de judíos comandados por Matatías, sacerdote del pueblo de Modiin. Matatías encabezó la rebelión y antes de morir nombró a dos de sus cinco hijos como líderes.

Yehuda el Macabeo quedó como comandante militar, y logró muchas victorias contra un ejército que los sobrepasaba en tamaño.

Finalmente, Yehuda entró a Jerusalem con sus tropas, y al llegar al sitio donde se levantaba el templo encontraron que todo estaba destruido. La Menorá, candelabro de ocho brazos, que siempre se mantenía encendida en el Templo, estaba apagada.

Sólo contaban con una pequeña botella de aceite para encender la Menorá por un día. Milagrosamente este aceite duro ocho días, tiempo suficiente para asegurar el aprovisionamiento fresco de aceite de oliva puro para la lámpara.

Es por ello que desde hace 2 mil años, en recuerdo del milagro sucedido en el templo, los judíos festejan con alegría el Janucá, periodo en el que incluso se desean ¡feliz Jánuca!



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