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Escribir: ¿para qué?

Ernesto Villanueva| El Universal
Miércoles 22 de noviembre de 2006

Es interesante y un reto que el colaborador de opinión comparta con sus lectores la otra cara de la moneda; es decir, que transparente por qué escribe, qué lo anima a llevar a cabo esa tarea de manera periódica. Por lo que a mí se refiere, quiero exponer siete razones que animan mis entregas al diario EL UNIVERSAL:

Primero. Porque es una tarea que permite ejercer el derecho constitucional a la libertad de expresión y -de manera accesoria- la libertad de información sobre hechos de interés público. O bien puede escribirse aquellos hechos que no necesariamente son noticiables, en un primer momento, pero lo pueden ser a través de las páginas editoriales del diario, en la medida en que se exponen las razones o argumentos que justifican que escribir sobre un tema determinado tiene un significado social que trasciende a su autor. El periodismo de opinión puede convertirse en fuente de noticia; está, por esa razón, íntimamente relacionado con otros tipos o géneros de hacer periodismo. No es un departamento estanco; antes bien, debe tener una conexión razonable que armonice, aunque sea de manera mínima, la sección de información del diario con la de opinión.

Segundo. Porque escribir en la sección que tiene el título "Opinión" u "Análisis" es un foro de expresión que permite multiplicar las ideas, pero no abrevadas sólo del opinionismo puro, como se pudiera pensar de entrada, y como de hecho todavía se lleva a cabo. La opinión por la opinión aleja al lector y convierte el trabajo de escribir en un quehacer más de autosatisfacción personal -que se agota en ejercer únicamente la libertad de expresión- que de la búsqueda de satisfacer desde esta tribuna una vertiente del derecho a conocer de las personas, o libertad de información. Estoy convencido que el análisis en el periodismo de opinión debe estar aderezado de datos y hechos sujetos a la reflexión. No siempre es posible lograr, por supuesto, esa combinación, pero habría que tratar de enriquecer los puntos de vista con elementos informativos que expliquen y contextualicen el periodismo de opinión.

Tercero. Porque el periodismo de opinión -como la vida contemporánea misma- no puede, no debe, ser generalista. En todos los campos de la vida pública se requiere de la especialización. Es evidente que todos tenemos un punto de vista sobre diversos temas, pero el lector debe tener acceso a una opinión que se repute de experta en uno o dos temas correlacionados. El tiempo en que aparece un sabio, que hoy opina de la guerra en Irak, mañana de futbol y pasado de la política cultural, se agota rápidamente. Las nuevas tecnologías, el aumento del conocimiento y, con ello, la producción editorial hacen imposible abordar con profundidad todas y cada una de las áreas de las humanidades, la tecnología y los demás elementos de la vida misma. Uno agradece escribir sobre unas temáticas especializadas, donde, incluso, tampoco puede decir que lo sabe todo, pero al menos está en posibilidades de desconocer menos, que si escribiera de todos y cada uno de los temas que se le vienen a la mente. Se trata esta tarea, además, de un compromiso con el lector y con el diario que espera que el texto que va a leer trae lecturas especializadas atrás sobre una temática que el autor está obligado a conocer para ampliar los elementos de juicio de sus lectores.

Cuarto. Porque escribir es también una posibilidad de entablar un diálogo con los lectores -en mi caso acostumbro dejar mi correo electrónico- para enriquecer temas y tener la oportunidad de comparar ideas o puntos de vista. Cuando un lector se toma la molestia de escribirme, supone un compromiso por lo menos de leer el texto y remitir unas líneas, al menos en el mayor número de los casos. Ese diálogo virtual confirma puntos de vista o rectifica, también habría que decirlo, algunos de ellos. Trato de escribir, cuando me es posible, textos que provoquen la discusión y la polémica. En esos casos, el diálogo virtual aumenta con textos en favor o en contra, sobre todo en estos tiempos de desencuentro electoral. La oportunidad de discutir, de polemizar, es una forma de tomar el pulso de primera mano de lo que uno hace. De saber si pudo o no tocar las fibras sensibles de los lectores o se trata, como a todos nos sucede, de un texto de consulta.

Quinto. Porque escribir supone en mi caso un triple trabajo con el manejo del lenguaje, que al transcurso de los años lo he podido identificar claramente.

Las palabras deben ser utilizadas de acuerdo con el público al que van dirigidas. No tenerlo claro es volverse aburrido y no lograr el propósito: comunicar o compartir una idea o una reflexión. El uso del lenguaje en una conferencia universitaria es distinto de aquel que sirve de herramienta para expresarse en un artículo científico. Pero al mismo tiempo es diferente de cómo comunicar cuando se trata de un texto periodístico. Al escribir en un diario es necesario decodificar o transformar las palabras en un mínimo común denominador que cualquier persona de preparación media las pueda entender, sin que esta tarea vaya, empero, en perjuicio del fondo del punto de vista que se quiere expresar. Para mí se trata de una regla básica, que si no se cumple se impide el diálogo con el lector.

Sexto. Porque escribir implica un uso adecuado y responsable del lenguaje que, por un lado, refleje con nitidez el punto de vista por más crítico que éste sea, pero al mismo tiempo evite el uso de frases o afirmaciones que puedan ser motivo, en casos extremos, de una demanda legal. Nadie que escriba está exento de ser demandado, pero es posible con el uso adecuado de las palabras minimizar esa posibilidad o sus eventuales consecuencias legales. De ahí, por tanto, cuando no se tienen todos los datos, yo prefiero ubicar la expresión como pregunta, que como afirmación, que en derecho debe probarse. Los medios de acotar la libertad de expresión viven momentos de cambios, de la censura del poder -y ahora de los poderes fácticos- a las demandas judiciales que tienen un efecto de inhibición revestido de legalidad y con un mayor desgaste económico y emocional. Es por esta razón que intento siempre usar las palabras precisas que, en su caso, puedan ser utilizadas de la mejor manera como articulista en un escenario de diferendo legal.

Séptimo. Porque escribir en un diario implica un reto de decir mucho en pocas palabras. Mientras los artículos científicos universitarios requieren, al menos, 10 cuartillas, los artículos periodísticos están constreñidos a un espacio breve. Paradójicamente es más fácil escribir 10 cuartillas que dos o tres. Esa peculiaridad del medio tiene una razón de existir. El número potencial de lectores es inversamente proporcional al número de páginas que se escriba. Esa tarea requiere práctica. En mi caso, los artículos que escribo suelen ser escritos de manera más amplia de la requerida por el diario. En una segunda lectura trato de separar la idea principal de lo accesorio, para cumplir con el compromiso de escribir.

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM



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