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EL ´SUB MARCOS´

Martha Anaya| El Universal
Domingo 14 de mayo de 2006
Instalada en un plácido sueño, la clase política fue sobresaltada por el ahora ´Delegado Zero´, al tomar en sus manos la defensa de Atenco. Y aquél al que miraban con condescendencia y ´desinflado´, es hoy el que los mira con desdén

Primero pretendieron ignorarlo, no darle mayor importancia a sus palabras y convocatorias hacia aquellos "de abajo" en su recorrido por el país. Es más, todavía la semana pasada muchos festejaban que el subcomandante Marcos y La otra campaña pasaran prácticamente inadvertidos. Y se solazaban: "Marcos se ha desinflado...".

Incluso, cuando ocurrieron los hechos violentos en San Salvador Atenco (el miércoles 3 y el jueves 4 de mayo pasado), la mayor parte de la clase política gobernante se regocijaba y aseguraba que la ciudadanía estaba muy contenta porque al fin se había impuesto el orden. O, como diría el presidente Vicente Fox, habían traído "la paz" ante "una embestida de violencia".

Pero en esta historia -que en las primeras horas las autoridades consideraron una gran victoria- se les apareció el fantasma, el encapuchado, el trasgresor de la ley, el desinflado... Y todo cambió.

Cambió al grado que hoy es imposible disociar Atenco de Marcos y de La otra campaña. Cambió al punto de que lo que se les haga o deje de hacer a los presos de Atenco tendrá respuesta inmediata del subcomandante y sus seguidores.

Al erigirse Marcos como el rostro defensor de los atenquenses, el gobierno -que había eludido durante todo el sexenio confrontarse con los zapatistas- está en una situación difícil, por no decir que en el peor de los mundos: elecciones presidenciales en puerta, grupos subversivos en estado de alerta, tomas de carreteras y bloqueos, decenas de presos de Atenco en huelga de hambre, cientos de zapatistas y simpatizantes urgiendo su libertad, y Marcos en los estudios del "Canal de las Estrellas" y en CNN.

El gobierno, pues, está entre la espada y la pared. O entre los machetes y el paredón, para retomar los símbolos. Pero, sobre todo, está frente a Marcos.

Sin embargo, el vuelco en los hechos, que es clarísimo, no se ha reflejado aún en el discurso político. Ahí más bien se distingue la resistencia, el temor, el enojo, la rabia, y hasta la rapiña, según sea el caso.

Vayamos primero con la reacción de los principales candidatos a la Presidencia de la República y de sus más cercanos colaboradores:

Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional (PAN), tomó al vuelo los sucesos de Atenco para continuar con la estrategia -iniciada con spots- de vincular a Andrés Manuel López Obrador con la violencia y mantenerlo en el plano de un personaje peligroso para México.

No lo hizo con ditirambos. Calderón fue directo en su declaración: Marcos, dijo, "le hace el trabajo sucio" a López Obrador.

Y luego agregó: "Yo creo que detrás del pasamontañas está el mismo rostro de intolerancia y autoritarismo que caracteriza a la izquierda violenta y que hoy representa López Obrador".

Manuel Espino, líder Nacional del PAN, se manifestó primero preocupado porque se le diera a Marcos un pretexto para reaparecer en la escena nacional (en lo que a su entender eso es lo que el subcomandante deseaba), porque, decía, podría "contribuir a exacerbar ánimos que desencadenen expresiones violentas". Los mexicanos, aseguraba, "no queremos que personajes como él alteren el desarrollo del proceso electoral".

Roberto Madrazo, de la Alianza por México (PRI, PVEM), sin ser tan contundente en sus declaraciones como Calderón, va sin embargo en la misma línea. Pidió mano firme por parte del gobierno, bajo el rubro de que "hay que aplicar la ley" y demandar, por supuesto, que se aplique la "ley Cocopa" (lo que podría traducirse en la reactivación de las órdenes de aprehensión contra los zapatistas).

Y en ello abundó desde el Senado Carlos Rojas, quien fuera cercano colaborador de Carlos Salinas de Gortari cuando el alzamiento del EZLN en 1994.

Andrés Manuel López Obrador, de la alianza Por el Bien de Todos (PRD, PT, Convergencia), reaccionó con cuidado, tratando de evitar primero el tema, pero a fin de cuentas obligado por la situación procuró deslindarse del tema de la violencia, condenando ésta, "venga de donde venga", e insistiendo en que había que resolver los conflictos por la vía pacífica.

En cuanto a quienes le atribuyen responsabilidad por lo ocurrido en Atenco, simplemente reviró muy a su estilo: "Son unos vulgares mentirosos".

Manuel Camacho Solís, uno de los operadores de las Redes Ciudadanas y ex comisonado para la Paz en Chiapas declaró que "el gobierno federal le está apostando a la polarización social para generar temores entre la población e intentar así favorecer a su candidato", Felipe Calderón.

En suma, Calderón y Madrazo procuraron capitalizar electoralmente los sucesos de Atenco endilgándole los hechos de violencia a López Obrador, mientras éste intentaba evadir el tema.

Por lo que toca al gobierno federal, y particularmente sobre la figura de Marcos -que, insistimos, ya no se puede disociar del tema Atenco-, la primera reacción de la Presidencia de la República fue de una gran prudencia. En voz de Rubén Aguilar se oyó decir que Marcos puede expresarse de manera abierta, hacer valer sus ideas, manifestar sus desacuerdos, hacer las críticas que considere pertinentes, "pero en el marco de la ley".

Y en cuanto a si los zapatistas habían sido parte de la violencia desatada en Atenco, Aguilar también fue cauto y declaró que no percibían que otros actores estuviesen violando la ley.

Ahora, durante su gira por Viena, el presidente Vicente Fox respondió a reclamos de simpatizantes zapatistas de los atenquenses. No se refirió a Marcos, pero sí a los sucesos de Atenco y allí sostuvo que el uso de la fuerza policiaca fue "para traer paz a los habitantes (de ese municipio) ante una embestida de violencia".

Estas palabras del jefe del Ejecutivo resuenan de manera muy distinta a las primeras declaraciones emitidas por el vocero.

Entre tanto, en cuanta entrevista otorga, el subcomandante Marcos se sienta, demanda la liberación de los presos, informa que no se irá de la ciudad de México hasta que esto ocurra, y advierte que "el foco de tensión social no se va a acabar hasta que salgan los presos".

Y aquel al que veían desinflado se les ha aparecido como en una pesadilla.



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