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Camina Emilio Gamboa, el tejedor del acuerdo político para dar la mayoría calificada a Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, va a depositar su papeleta con el voto que encumbra la trayectoria del embajador, y abraza a Fernando Herrera, coordinador de los panistas, y a Javier Gil, presidente de la Comisión de Justicia, la que calificó como idóneos a los tres candidatos. Donde no hay abrazo, antes bien un diálogo ríspido es con Javier Corral, quien ha hablado contra el ex procurador.

Los votos en favor de Medina Mora fueron 83, con esa mayoría se han desechado dos mociones suspensivas del dictamen que presentaron Dolores Padierna (PRD) y Manuel Bartlett (PT), incansables en decir que el procedimiento ha sido una farsa.

Fue un bloque compacto de 83 votos a favor del nombramiento, de priístas, verdes y panistas que han visto avanzar las horas cuesta arriba, a la espera de ejercer su poder de mayoría en una urna transparente.

Una senadora, Layda Sansores (PT), de enérgica postura, dice que los magistrados son de relleno, y cuando emite su voto rompe la cédula que se le ha entregado y la echa a la urna. “Se entregaron 119 cédulas y se contaron 118”, es el reporte del conteo.

El día ha empezado muy activo para varios de los 16 senadores que anulan su voto, los cuatro que ven bien al magistrado Felipe Alfredo Fuentes Barrera, y 15 que se inclinan finalmente por el magistrado Horacio Armando Hernández Orozco.

La tribuna los espera a los tres. 20 minutos para exponer ante el pleno sus ideas. Fuentes Barrera va primero. “Estoy preparado, a la altura de las exigencias que enfrenta la Corte”. El sector del pleno que va a ganar, no lo escucha. Sigue Hernández Orozco, en una versión sensible pero sin agallas.

Habla como literato de su trayectoria, marcada por su vocación por el Derecho, desde pequeño, hasta el hipotético término de su mandato en la Corte, 15 años adelante. Suelta la imaginación ante un indolente pleno de senadores y dice que ya jubilado ese ministro va a su casa, al retiro, sienta a su nieto en las piernas y le dice: “Hijo, yo luché por ti y aquí estamos”.

Sigue el momento del embajador ante el pleno, ante la descalificación de la izquierda, que muestra cartulinas chicas con el paquete de hechos con los cuales lo repudian: “Genocidio, violador de derechos humanos, michoacanazo; Jacinta, Alberta y Teresa injustamente presas; tráfico ilegal de armas. Atenco: muertos y heridos ordenados por Medina Mora, quien termina con una mayoría de votos de 70.3%.

El hecho es los senadores que ganan, desde el amanecer siempre han estado listos para votar; el magistrado Hernández culmina el día con unos pucheros, y Medina Mora se deja llevar por el procedimiento que ha tejido Gamboa. Ha triunfado el embajador, pero su rostro es de piedra, tenso, y así terminan las horas que le dan la máxima distinción de su vida.