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La adrenalina que siente una ludópata

Yolanda Ayala| El Universal
Domingo 26 de abril de 2015
La adrenalina que siente una ludpata

Reyna dice que mucha gente no entiende que la ludopatía es una enfermedad que puede ser tratada, tras narrar su historia de cómo perdió su patrimonio. . (Foto: YADÍN XOLAPA. EL UNIVERSAL )

El suicidio se ve como una opción para alejarse de la tentación de volver a jugar apostando

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E s más que mi novio, es como una pareja, es no fallarle ningún día, es querer estar siempre con él, mentir si es necesario para poder encontrarnos, estar con él es sentir emoción, adrenalina y a veces también desesperación, pero él es el juego con apuesta, describe Reyna.

La ludopatía es una enfermedad más común de lo que se piensa. En un principio parece divertido, una forma más de distraerse, de relajarse, y por qué no, de disfrutar con la familia, los problemas vienen cuando se convierte en lo más importante.

Esta es la historia de Reyna que, como muchos, encontró un pasatiempo que la vuelve loca. Es el tiempo frente a la máquina y la apuesta el momento más feliz y de más emoción, para posteriormente convertirse en los momentos de mayor frustración.

Aunque pocas veces se sentó frente a una computadora a apostar, nunca sintió lo mismo que estar en el casino.

“Mi familia y yo recurríamos al bingo para divertirnos, pero después de un problema grave traté de evadirme”, relata.

En qué momento todo se salió de control, cuándo el gusto aumentó, quizá ella nunca lo notó, sólo sabe que en algún momento lo único que esperaba era que el reloj marcara las ocho de la noche para que la diversión diera comienzo. Su cuerpo expresaba su necesidad “temblaba sólo de pensar que iba a empezar a jugar”.

La noche era larga y tan corta al mismo tiempo, todo podía durar hasta las seis de la mañana que llegaba la hora de volver al trabajo, o terminar en un par de horas, todo dependía del fondo de su bolsillo.

Coche, amistades, joyas y 25 mil pesos en dos horas son las cosas perdidas que después de dos años de terapia aún tiene presentes de aquella experiencia:“Porque la verdad es que lo pierdes todo, no juegas para ganar sino juegas para perder”, lo de menos es saber que algo anda mal, cualquier intento queda precisamente en eso, en un intento, cuando la necesidad es mayor que la razón.

Sin gasolina y sin dinero para comer en la semana son de las cuestiones más comunes a las que se enfrentan personas como Reyna cuando han tocado fondo.

“Viene la cruda moral, la baja autoestima al repetirte ‘sí, ya sé que siempre pierdo, soy una tonta’ lo que trae a una fuerte depresión”, que no se queda sólo en perder, sino en pensar en salidas —casi siempre drásticas— que permitan dejar esa adicción.

El suicidio se ve como una opción para alejarse de esa tentación de volver a apostar, pues jurar, prometer ya no son suficientes, “prometía ya no jugar y lo dejaba un mes pero al final volvía”.

“Las personas no comprenden que es una enfermedad. Dices ludopatía y te dicen qué es eso, o te dicen pues ya no vayas”, cuenta Reyna, y “hasta te dan ganas de decirle no seas estúpido si fuera tan sencillo, no sería un problema”. Con tropezones, terapias fallidas y una que otra jugada de 24 horas, Reyna llegó a Brisas, una de las pocas clínicas que atiende este problema. Se rehabilitó, inició una nueva vida, dejó su familia, el hogar, todo para sellar el pasado que la mantuvo cautiva en una montaña rusa de alegrías y frustraciones.

“Dejo el juego pero jamás se deja el vicio, el gusto, y si ahora me preguntas qué me gusta, te diré que lo que me gusta es jugar con apuesta”, comparte. La adrenalina regresa al cuerpo de Reyna.



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