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Análisis de la noticia

Luis Serra| El Universal
Miércoles 03 de septiembre de 2014



Uno de los cinco ejes estratégicos de la actual administración es establecer las condiciones económicas para fomentar un México Próspero. Dicho objetivo se conseguirá, según Enrique Peña Nieto, a través de once líneas de acción. Entre dichas prerrogativas se encuentran la promoción del empleo de calidad; el abastecimiento de energía al país con precios competitivos, calidad y eficiencia; y el contar con infraestructura de transporte que produzca menores costos para la actividad económica.

Es cierto que hay un cambio de paradigma en México en ciertos sectores considerados palanca del desarrollo, tal y como lo abandera la reforma energética. Sin embargo, las modificaciones legales a nivel constitucional y reglamentario de ésta y otras reformas parece que no serán capaces por sí mismas de frenar la dinámica de estancamiento en materia de productividad y de crecimiento económico que nuestro país ha experimentado por dos décadas, desde la firma de aquella gran promesa llamada Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Existen diversos aspectos los cuales son considerados como fenómenos culturales por la actual administración. Un ejemplo de ellos son la corrupción, la nula rendición de cuentas y la impunidad, que representan verdaderos obstáculos al desarrollo económico de nuestro país y que han sido omitidos por completo durante el festín reformista de estos primeros dos años de gobierno.

Tomemos dos casos emblemáticos: el empleo y la infraestructura de transporte. ¿Cómo tendremos empleo de calidad si no existe una estrategia comprehensiva de desarrollo de capital humano desde la educación primaria hasta el nivel posgrado? ¿Cómo aspiramos a empleo de calidad si la reforma laboral y la social y hacendaria siguen fomentando la permanencia y transición de los individuos al sector informal? Por otra parte, ¿cómo conseguiremos un sistema de transporte que disminuya los costos de la actividad económica cuando el país ha estado caracterizado por una deliberada falta de planeación urbana que hace necesario un entramado de transporte más complejo e ineficiente?

Lo que el Presidente Peña festeja hoy es la enfermedad que ha debilitado a nuestra economía por décadas: un cambio estructural incompleto, repleto de buenos deseos y camaradería política, pero sin la agudeza técnica y planificación para llevar a nuestro país a la prosperidad que tanto publicita. Las reformas concretadas no modificarán la trayectoria de crecimiento económico de largo plazo de nuestro país, sino tan sólo el arreglo institucional para enaltecer un placebo de corto plazo.



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