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Roger Mahony, el cardenal incómodo

J. Jaime Hernández • Corresponsal| El Universal
Lunes 04 de marzo de 2013
Lo persigue el fantasma de las acusaciones de encubrir abusos en la Iglesia de Los Ángeles

WASHINGTON.— Poco antes de partir rumbo a Roma para participar en el cónclave cardenalicio que “discernirá la voluntad del Espíritu Santo” en la sucesión de Benedicto XVI, el cardenal Roger Mahony se enfrentó a las críticas de quienes le consideran culpable tapar escándalos de pederastia.

“Creo que Roger Mahony debió abstenerse de participar. Su sola presencia en el cónclave habla de la indiferencia de la Iglesia hacia el dolor de las víctimas y hacia los reclamos de millones de fieles católicos que han pedido romper con las prácticas de abusos que toleraron hombres de la Iglesia como Mahony”, consideró David Clohessy, director de la Red de Supervivientes Abusados por Sacerdotes en Estados Unidos (SNAP por sus siglas en inglés).

La indignación que provocó la asistencia de Mahony a Roma, obligó al Arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, a buscar un cierre de filas entre la Arquidiócesis más poderosa de Estados Unidos. Según explicó el propio Gómez, en una carta distribuida el pasado 15 de febrero entre sus “hermanos sacerdotes”, a pesar de que Mahony renunció hace casi un mes a sus responsabilidades administrativas, “aún sigue gozando de todas las prerrogativas y privilegios” como cardenal de la Iglesia católica.

En otras palabras, para el arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, su antecesor en el cargo, Roger Mahony, sigue siendo no sólo el cardenal con mayor antigüedad dentro del grupo de 11 cardenales en Estados Unidos, sino también uno con mayor poder dentro de la Iglesia.

El acto de fe y respaldo de Gómez a Mahony dejó entrever la resolución de la Arquidiócesis de Los Ángeles —la más rica y poderosa en la Unión Americana—, de participar en el cónclave de Roma con todo su peso e influencia y sin importar que su principal representante haya caído en desgracia.

Apenas el pasado 1 de febrero, la Arquidiócesis angelina anunció la fulminante remoción de todos sus cargos al cardenal Mahony, por su papel en los escándalos de sacerdotes pederastas. La medida fue tomada luego de que una jueza de la Corte Superior ordenara hacer públicas las más de 30 mil páginas de expedientes de 122 sacerdotes acusados de abuso sexual a menores.

La carta de Gómez revela hasta qué punto la Arquidiócesis está dispuesta a velar por sus intereses en el marco del cónclave cardenalicio que decidirá el nombre y rostro del sucesor de Benedicto XVI. El gesto es síntoma de unas prácticas que, en el pasado, impidieron actuar en consecuencia en los casos de pederastia que hoy siguen persiguiendo a Mahony.

“Los obispos y cardenales actuaron más como ejecutivos corporativos que como líderes religiosos, encubriendo un escándalo”, consideró el ex sacerdote Eugene Kennedy, autor del libro La Herida no Cicatrizada: La Iglesia y la Sexualidad.

En medio de una intensa campaña para lavar la imagen de Mahony, la Arquidiócesis ha intentado aclarar el papel de este cardenal que, según sugieren fuentes que han pedido permanecer en el anonimato, se enfrentó a la burocracia de Roma a la hora de exigir respuestas frente a la avalancha de denuncias que permanecieron silenciadas por la Iglesia.

Según los documentos que fueron liberados por la corte, si bien es cierto que Mahony supo más de lo que reconoció en un primer momento sobre el comportamiento indebido de algunos de sus sacerdotes, también es cierto que desde El Vaticano la espera siempre fue lenta y no precisamente con el afán de terminar de forma rápida y tajante con el problema.

“La tardanza en la respuesta (desde Roma) ha generado serios problemas a mi credibilidad como Arzobispo”, se quejó Mahony en una carta que figura dentro de los más de 12 mil documentos que han sido liberados por la corte.

“Dada la actual situación (de escándalo e indignación) en Estados Unidos, que es bien conocida, los obispos necesitamos ser capaces de actuar de forma rápida y decisiva en casos de conducta clerical indebida para asegurarnos de que los derechos de nuestros feligreses están protegidos”, aseguró Mahony en otra carta dirigida a sus superiores en Roma en el año 1994.

A pesar de los reclamos de Mahony a la Curia de Roma, quienes siguieron de cerca los escándalos de pederastia y el sufrimiento de las víctimas, no están muy convencidos de concederle el beneficio de la duda.Hay que tener en cuenta que Mahony, a pesar de saber que algunos de sus sacerdotes habían abusado de menores, siempre procuró ocultarlo. El miedo a enfrentar demandas millonarias le impidió actuar con más firmeza y resolución”, consideró Terry McKiernan de la organización independiente Bishop Accountability.

“Estamos hablando no sólo de ocultamiento, sino también de obstrucción a la justicia”, añadió McKiernan al asegurar que, en el mejor de los casos, la pasividad de Mahony causó un enorme daño a niños y sus familiares no sólo en Estados Unidos, sino también en países como México.

El caso de Nicolás Aguilar

En este sentido, McKiernan recordó el caso de Nicolás Aguilar, el sacerdote de origen mexicano que huyó de Los Ángeles, luego de descubrirse su participación en varios casos de abuso en 1987. A pesar de que subalternos de Mahony, como Thomas Curry, conocían las denuncias, no actuaron de forma expedita y permitieron que Nicolás Aguilar huyera a México donde siguió perpetrando otros abusos contra menores.

Una de esas víctimas sería Joaquín Aguilar, quien fue violado por el sacerdote en 1994, cuando apenas tenía 13 años. El caso de Joaquin Aguilar se convertiría en una de las más nefastas consecuencias de la acción de la Arquidiócesis de Los Ángeles de mirar hacia otro lado y permitir, con ello, que el sacerdote abusador huyera de la acción de la acción de la justicia.

Los abusos contra Joaquín Aguilar demostrarían, por otra parte, que el comportamiento de la Iglesia católica frente a los casos de violación perpetradas por sus sacerdotes no sólo no eran corregidas a tiempo, sino que se mantuvieron ocultas al escrutinio de la ley de forma sistemática y en perjuicio de miles de feligreses.

Esta situación permitió, por ejemplo, que el sacerdote Nicolás Aguilar retornara a México en 1988 para continuar durante casi una década más con sus abusos. La carrera de Aguilar como pederasta sufriría un serio traspiés en el 2003, cuando fue condenado por un caso de abuso sexual, pero nunca pisó la cárcel.

Cuando el mes de julio del 2007, Joaquín Aguilar consiguió un acuerdo con la Arquidiócesis de Los Ángeles, por la violación que sufrió a manos del sacerdote Nicolás Aguilar dos décadas antes, Roger Mahony pagó el precio de su desdén hacia uno de muchos casos que sacudieron los cimientos de la Iglesia con demandas que fueron resueltas con el paso de casi 700 millones de dólares.

A pesar de los millonarios arreglos en las cortes, la sombra de esos escándalos aún persiguen a cardenales como Mahony y a una Iglesia que hoy sigue pagando el precio del silencio.



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