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Maras, el organigrama de la delincuencia

José Meléndez • Corresponsal| El Universal
Sábado 29 de diciembre de 2012
Maras, el organigrama de la delincuencia

REUNIDOS. Mareros guatemaltecos integrantes de una “clica” (núcleo), en un barrio de la capital. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

Aunque la mayoría de los líderes están presos, aún siguen dando órdenes desde las cárceles

SAN JOSÉ.— En una sofisticación jerárquica, las “maras” guatemaltecas modernizaron sus mecanismos de mando y control de núcleos. “El Consejo de los Nueve”, de la Mara Salvatrucha y “La Rueda del Barrio”, de la Mara 18, emergieron como estructuras con líderes con gabinete y ramificación en los centros penales, para coordinar sus mortales operativos de extorsión, sicariato, narcomenudeo y otras modalidades de delincuencia.

La añeja imagen de jóvenes rebeldes con rostros, pechos, espaldas y brazos tatuados y de drogados, violentos y ataviados con enormes pantalones de mezclilla apenas sostenidos a la mitad de sus nalgas y con zapatos tenis y camisetas negras, quedó en el pasado. Los mareros están ahora desprovistos de sus reconocidos y tradicionales símbolos visibles, en una táctica de ocultación, aunque algunos preservan tatuajes escondidos.

Todo es parte del movimiento interno de la Mara 18 (M-18) y de la Mara Salvatrucha (MS), como organizaciones en permanente cambio y desarrollo. “Son grupos criminales con una forma de organizarse muy jerarquizada y en la que hay una sola persona que lleva la palabra, así le llaman, y es la que toma decisiones”, explicó el abogado guatemalteco Juan Pablo Ríos, coordinador de la Fuerza de Tarea Contra el Sicariato del Ministerio de Gobernación de Guatemala.

“La Rueda del Barrio”, de la 18, y “El Consejo de los Nueve”, de la Salvatrucha, “son como el consejo de administración de una sociedad anónima, que se reúne determinada cantidad de veces al mes para tomar decisiones corporativas a nivel de la agrupación o decisiones de ataques, que se conocen como ‘jales’, a miembros de estructuras rivales”, dijo Ríos a EL UNIVERSAL.

Las autoridades guatemaltecas todavía se dicen sorprendidas de que los dos jefes máximos de cada mara —Aldo Dupié Ochoa Mejía, alias El Lobo, de la 18, y Jorge Yahir De León Hernández, alias El Diabólico, de la MS— despliegan control de operaciones, pese a que están aislados en cárceles de máxima seguridad. “Esas dos personas son las que llevan la palabra en cada estructura. Están presos y condenados. Lobo tiene cuatro condenas en su contra y De León ya acumula dos”, relató Ríos.

Fiscales, policías e investigadores del fenómeno marero han detallado que la M-18 y la MS —o MS-13— están formadas por “clicas” o núcleos conocidos como “ranflas” dirigidas por una persona que lleva la palabra, el “ranflero”, que representa a su respectivo grupo en las estructuras superiores. “Ambas agrupaciones reúnen a los ‘ranfleros’ cada vez que van a tomar una decisión estratégica que pueda afectar a la estructura en general. La mayoría de ‘ranfleros’ están presos”, pero aun así se reúnen.

Especialistas en cada rubro

Debajo, en el organigrama, “existen especialistas en algo: el que maneja los fondos, el del sicariato, el que controla la logística e incluso hay quien lleva la relación con otras organizaciones, en una especie de ayuda corporativa, y hay personas para contactar con los abogados”, agregó.

En una permanente rivalidad y pelea por control de territorios para ejecutar sus actividades criminales, las dos maras surgieron esencialmente en las calles de Los Ángeles, California, entre miles de jóvenes centroamericanos que huyeron de las guerras regionales en la década de 1980 y que, al retornar al istmo hace unos 20 años, cayeron en la marginación y reprodujeron en Guatemala, Honduras y El Salvador un aparato criminal que vive del soborno generalizado y la delincuencia y subsiste a la muerte y la prisión de sus integrantes.

El andamiaje de mando en algunas ramificaciones de la 18 mantiene un mecanismo conocido como “La Rueda del Barrio” en el que participan, de una u otra manera, unos 16 “ranfleros” que, aunque en su mayoría están presos, disponen de fluidos sistemas de comunicación hacia fuera de las prisiones, para emitir órdenes a los que operan en el exterior de los penales. En la MS, lo que comenzó como “El Consejo de los Nueve” fue creciendo y ahora tiene 37 integrantes, según el Ministerio de Gobernación.

Por una serie de pugnas y motines mortales que rompieron pactos de “no agresión” entre pandillas, el sistema penitenciario guatemalteco separó en 2005 a los mareros presos de ambas maras y destinó cárceles para cada organización.

Líneas de comunicación

“Eso facilita que los ‘ranfleros’ vayan cayendo a los centros penales especializados en ambas agrupaciones criminales y puedan tomar decisiones mucho más fácilmente. Lo único que tienen que hacer es mantener abiertas y promover que se abran otras líneas de comunicación entre los presos y las personas que están libres”, describió Ríos.

Una fuente de la Fiscalía de la Unidad contra las Extorsiones del Ministerio Público de Guatemala explicó que aunque estén presos, los “mareros” hallan vías para coordinar sus operativos, que contemplan desde las extorsiones a comerciantes y transportistas, hasta ataques y asesinatos.

En un país con unos ocho mil “mareros”, aunque la cifra oficial se desconoce porque están involucradas capas menos visibles, como familias enteras (infantes, adolescentes, adultos) que integran las “clicas”, el mando es vertical.

Según las fuentes consultadas, después de los “ranfleros” están los “llaveros”, que trasladan información y órdenes de los jefes para diluirlas en cuadros operativos o “clicas”. Luego están los “sicarios” y por último los “paros”, que permanecen en las calles y ayudan en cobros de extorsión, traslados de armas, trabajos de inteligencia y reclutamiento.

Para ser un “homi” o miembro de la estructura y empezar una carrera como sicario, hay un proceso de iniciación denominado “brincarse” (matar a alguna persona). Si un “paro” desea “brincar”, entra en un estatus llamado “chequeo”. Pero si el “chequeo” no actúa, o lo hace mal, se vuelve blanco de la pandilla. “Es lo que se conoce como ‘prenderle la luz’”, dice Ríos. Cuando se le ‘prende la luz a alguien, sea de la pandilla o no, ese sujeto está muerto por anticipado”.



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