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Un pueblo sumido en el dolor

Julio Di-Bella Roldán Especial| El Universal
Miércoles 27 de julio de 2011
Un pueblo sumido en el dolor

SENSIBLE. Una noruega halla consuelo ante la tragedia, ofreciendo abrazos . (Foto: JULIO DI-BELA ROLDÁNESPECIAL )


OSLO.— Frente a la Catedral de Oslo había una chica con un improvisado cartel que decía “Regalo Abrazos”. Al preguntarle por qué lo hacía, dijo que era tal su pena por haber perdido algunos amigos, que lo único que le quedaba era abrazar a quienes están vivos y así ayudar a regresar la alegría a los demás. Recibí un gran abrazo y le dejé el de un mexicano.

La vida de la capital noruega se ha transformado para siempre. Los lamentables acontecimientos del viernes han sido recibidos con consternación por los ciudadanos de una de las capitales del mundo reconocidas por su civilidad, honestidad y honorabilidad. Por primera vez desde el final de la II Guerra Mundial, soldados fuertemente armados sustituyeron a los policías sin pistola para patrullar las calles de la conmocionada ciudad.

En cada momento, Oslo recupera un poco de tranquilidad; los ciudadanos salieron ayer a la calle, un día después de concentrarse frente a la catedral en un interminable río de personas que tenía un común denominador: la tristeza de haber perdido a compatriotas en un absurdo y violento momento; de haber perdido la tranquilidad habitual, en un país donde la violencia es noticia por lo extraño de un acto de esa naturaleza.

La capital Noruega está deseosa de dar a conocer al mundo sus avances económicos. Al llegar a Oslo, lo primero que se puede ver es la gran cantidad de grúas que trabajan cerca de la ópera construyendo el nuevo libramiento, pero también reformando el rostro de la capital, que no requiere mucha ayuda, pues es generoso en arquitectura y lugares de interés.

El noruego es un pueblo generoso que ha sentido lesionada su dignidad, pues su actuar ha sido siempre ejemplar y motivo de admiración de muchos otros países.

Llama poderosamente la atención que al cruzar la frontera noruega no se encuentra retén alguno. Si bien este país no pertenece a la Unión Europea, sí tiene posibilidad de libre tránsito y fronteras abiertas. No podría ser de otra forma; sus países vecinos gozan también de una alta reputación y de un comportamiento cívico ejemplar.

En cualquier otro país, las condiciones de alerta máxima serían ostentosas. Aquí no. Al recorrer las calles es posible ver a los ciudadanos y a las autoridades del más alto nivel fundiéndose en uno solo, haciendo un frente común ante las desgracia, ante la impotencia de una pérdida tan grande.

Más de 100 mil personas transitaron el lunes en silencio y con una flor en la mano el camino hacia la catedral, que queda sólo a dos cuadras del lugar de la explosión. Todos iban en silencio, se saludaban unos a otros, cruzaban miradas, se abrazaban y juntos retomaban la marcha hacia la catedral, con el único fin de depositar una flor en señal de duelo y solidaridad.

El país está aturdido por la tragedia y su conmoción no es cosa menor. Noruega no había visto amenazada su seguridad. En la vida de los 4.9 millones de noruegos es cotidiano salir de casa sin cerrar con llave o pasear sin temor a ser víctima de algún delito.

La noche avanza y ya han pasado 5 días después de la tragedia. La población sigue con atención el juicio contra Anders Behring Breivik, autor confeso de la masacre, quien podría tener una condena de 21 años de prisión, pena por demás insuficiente tras haber quitado la vida a 76 personas, la tranquilidad a casi 5 millones de noruegos y haber destruido la imagen internacional de un país que a través de la historia ha dado lecciones de civilidad y paz.

Es justamente aquí, en esta misma capital, donde cada 10 de diciembre se entrega el premio Nobel de la Paz, precisamente en el palacio del ayuntamiento, que se ha convertido en mudo testigo de un trágico acontecimiento, inolvidable para todos los ciudadanos del mundo.



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