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Vivos y muertos, entre los escombros de una ciudad herida

El Universal
Jueves 14 de enero de 2010

PUERTO PRÍNCIPE (Agencias).— La capital de Haití no era ayer más que una herida abierta, donde muertos y vivos se mezclaban entre ruinas y escombros. Por todas partes se escuchaban gritos; la gente buscaba a sus familiares, escarbando entre las piedras con las manos, mientras otros aprovechaban la oscuridad para saquear. La desolación era total.

La naturaleza se ensañó con el país más pobre de América; Puerto Príncipe olía a terror y muerte. Temerosos de las réplicas del brutal terremoto del martes, los haitianos hicieron de las calles su hogar. “Desde los escombros se oyen gritos de socorro de los que se han quedado dentro y los familiares se desesperan por la impotencia”, señaló la cooperante italiana de la Asociación de Voluntarios para el Servicio Internacional (AVSI) Fiammetta Cappellini, al describir lo que llamó un “panorama devastador”.

“Haití no tiene capacidad de soportar esta catástrofe”, decía un ciudadano, mientras la gente corría al sentir el menor movimiento de la tierra. “Jesús, Jesús”, exclamaban unos. Otros sólo se atrevían a musitar: “Por qué”.

Un periodista de Reuters contó que al pasar junto a los escombros de un jardín, escuchó que una mujer gritaba: “Por favor, sáquenme de aquí, me estoy muriendo. Tengo dos niños conmigo”.

La falta de electricidad ha complicado todos los esfuerzos de ayuda. Y la deficiente infraestructura haitiana, combinada con los derrumbes de varios hospitales, empeoran el panorama.

Hans van Dillen, de AVSI, coincidió. “Hemos visto fracturas abiertas, graves heridas craneales y lo peor de todo es que no podemos proporcionar a la gente los servicios quirúrgicos adecuados”, indicó. Doctores frenéticos vendaban cabezas y cosían heridas en el estacionamiento de un hotel.

Los sobrevivientes se reunían en las plazas públicas. Y tomados de las manos, entonaban himnos religiosos. El sonido de los cánticos contrastaba con el del llanto y los gritos de dolor de quienes perdieron lo poco que tenían.

Helicópteros de rescate zumbaban encima de cuerpos semidesnudos, que yacían sobre montañas de escombros y metales retorcidos.

Puerto Príncipe ha transmitido siempre una imagen de rudeza. Pero las imágenes que ayer dieron la vuelta al mundo iban mucho más allá de cualquier cosa descriptible. “Es como si Haití se hubiera acabado”, decía un lugareño.

Valerie Moliere, de 15 años, logró salir de su casa con la ayuda de sus padres. Estando atrapada, adentro, pensaba que nada podía ser peor. Pero cuando salió, se quedó en shock. “Vi casas rotas; la gente deambulaba frente a mí, totalmente ensangrentada”, narró.

Los haitianos que podían hacerlo, tomaban sus escasas pertenencias e intentaban huír del país, a República Dominicana. El punto más saturado era Dajabón, donde cientos de haitianos se arremolinaban en el portón fronterizo ‘temerosos y confusos’. Al ser cuestionados, muchos aseguraban que sólo querían ingresar a Dominicana por víveres o para intentar llamar a sus familiares.



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