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Alan Garcíay su nuevo premier

José Vales / Corresponsal| El Universal
Sábado 25 de julio de 2009
Los ajustes en el gabinete del presidente peruano le han generado puntos extras de popularidad, pero muchos cuestionan la capacidad del primer ministro

BUENOS AIRES.— A pocos días de cumplir tres años de su segundo periodo al cargo, el presidente de Perú, Alan García, aparece en los sondeos de opinión con una recuperación de seis puntos porcentuales, después de los sucesivos errores políticos que derivaron en la matanza de Bagua, de la que los analistas se preguntan si el Ejecutivo podrá recuperarse.

De 21 a 28% se elevó la popularidad del presidente, cuya gestión es desaprobada por 68%, según una encuesta de Ipsos-Apoyo.

Es una leve recuperación que, políticamente, se traduce en una bocanada de aire que le brindó el reciente cambio del primer ministro, en medio de una sucesión de huelgas y reclamos sectoriales.

“La idea detrás de los análisis que intuyen la caída del gobierno es que en estos años se ha venido acumulando una fuerza capaz de producir una suerte de impulso popular, como hemos visto en países vecinos. Una suerte de vanguardia del protestariado capaz de dar un golpe de mano decisivo y ser la mayoría en una subsiguiente elección, como se usa ahora”, evaluó el analista Mirko Lauer en su reciente columna del diario La República.

La matanza de decenas de personas, entre ellas por lo menos 23 policías, el mes pasado en el Amazonas peruano, desató una serie de protestas en todo el país que dejaron al desnudo los problemas de distribución que padece una nación que logró crecer anualmente entre 6 y 8% en los últimos ocho años.

Cuando en 2006 García arrancaba con su segundo periodo de gobierno, se dijo hasta el cansancio que debía atender las necesidades del sur del país, donde su partido, el APRA, había salido derrotado. El atraso y la falta de infraestructura contrastaban ya con ese ascenso a la modernidad que manifestaban Lima y las principales ciudades del país.

Pero el García que por entonces regresaba al Palacio de Pizarro no estaba dispuesto a volver a enemistarse con los mercados internacionales ni con el FMI, sino a reconciliarse con aquellos que desde el poder ayudó a desafiar en 1990, apoyando en la segunda vuelta la candidatura del actual reo, Alberto Fujimori.

García sorprendió a propios y extraños con una cadena de movimientos políticos, primero para ganar a Ollanta Humala, y luego para sentar posiciones más cercanas a EU y a los mercados que a Hugo Chávez. Ese camino condujo a García al proyecto de industrializar el Amazonas a cualquier precio. El fracaso lo dejó políticamente acorralado.

Con la designación como primer ministro de Javier Velásquez Quesquen para sustituir a Yehude Simón, García buscó hacerse directamente de las riendas del gobierno. Tomó el control de la gestión política de aquí hasta 2011 al nombrar a un dirigente de bajo perfil político y de una extrema lealtad aprista. Velásquez no posee las ambiciones presidenciales de Simón, pero sí “la capacidad inconmensurable de decirle a todo que sí al presidente”, sostiene un miembro del gabinete en estricto off the record.

Fue el ex presidente Alejandro Toledo (2001-2006) en plena campaña, quien definió a García como “un político de tercera categoría”, en días pasados. Una ofensa gratuita para alguien que en innumerables oportunidades ha sido discriminado por sus orígenes de indio y pobre.

La muestra de que desde hace un par de semanas todo pasa por sus manos la volvió a dar el martes el presidente, cuando salió a defender a Velásquez. “Cómo pueden opinar si no lo vieron actuar, si no lo vieron negociando con los presidentes regionales o discutiendo el presupuesto. En Perú nadie es más que nadie, ni se hacen diferencias por el color o raza”.

Nadie descarta que si la crisis social se profundiza en las próximas semanas, Velásquez siga raudo el camino de sus antecesores. Pero ahí no habrá fracasado el gabinete, sino el hombre que hoy lleva las riendas del mismo: García, a quien le quedan 736 días para recuperar su imagen y la de su gestión.

 



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