Crisis y abandono “matan” sueño de migrantes
PASSAIC, Nueva Jersey.— Fue un lindo sueño: un centro que ayudaría a jornaleros latinoamericanos en Nueva Jersey a conseguir trabajo, sin necesidad de pararse en esquinas, y ofrecería servicios a familias de este sector. La iniciativa contó incluso con apoyo de la municipalidad de Passaic, pero no prosperó. La crisis y la falta de apoyo político frustraron el esfuerzo, indica el líder del plan, Fabián Galindo. El centro, que buscaba ser punto de referencia para contratistas, no logró sobrevivir por falta de fondos y cerró sus puertas esta semana. Se trataba de un pequeño local en la avenida Parker, que abrió con fanfarrias en enero de 2007, construido con materiales donados por la municipalidad y el trabajo de voluntarios. El cierre del centro se produce cuando aumenta el desempleo entre jornaleros. El lugar dependía de aportes de jornaleros y el líder de la iniciativa dijo que casi nadie tiene dinero para llegar a fin de mes y menos para hacer aportes. El alquiler era de 500 dólares mensuales y no se pagaba hacía tres meses. El dueño amenazó con acciones judiciales, por lo que se decidió el cierre. “Me siento mal, frustrado por toda esa gente que hizo promesas”, declaró Galindo. “Yo no tengo papeles y no es mucho lo que puedo hacer”, agregó. Galindo dijo que él y otros jornaleros trataron de mantener el centro a flote con rifas, veladas de boxeo por televisión de paga y peticiones de ayuda a iglesias y organizaciones locales. Pero nunca dispusieron de los fondos necesarios ni pudieron hacer realidad el sueño de ser una organización sin fines de lucro, que ofrecía clases de inglés, capacitación, tarjetas de identificación y otros servicios para los jornaleros y sus familias. El dirigente admite que los contratistas rara vez usaron el centro, que aspiraba a ser una alternativa más saludable para la contratación de jornaleros. La idea surgió en el apogeo en la industria de la construcción y cuando las movilizaciones para defender los derechos de los inmigrantes cobraron fuerza. Abundaba la demanda de mano de obra barata para hacer viviendas y atender jardines, y en todas las ciudades se multiplicó la cantidad de jornaleros que ofrecían servicios en la calle. Las municipalidades de todo el país buscaron formas de organizar de algún modo a los jornaleros para que no estuviesen en la calle. Passaic, una ciudad pequeña, densamente poblada, a escasa distancia de Nueva York, no fue la excepción. Mientras la mayoría de las municipalidades avalaban medidas para impedir que los jornaleros se parasen en las esquinas, el alcalde de entonces de Passaic, Samuel Rivera, logró que se construyese un centro de contrataciones, que presentó como una forma más humana de acomodar a jornaleros. Rivera eliminó los parquímetros frente al local, para que los contratistas pudiesen estacionar sus autos y ordenó a la policía no multar por vagabundeo, como era costumbre. Rivera, sin embargo, fue a la cárcel acusado de corrupción. Su sucesor, Alex Blanco, quien acaba de ser reelegido, dijo que apoya el centro, pero no puede aportar fondos en la actual situación económica. Jornaleros observaron con nostalgia cómo sacaban el cartel “United Day Laborers” (Jornaleros Unidos) del local y dijeron que su cierre obedecía a rencillas internas, falta de experiencia administrativa y a que la población de jornaleros no es fija.