BERLÍN.— Los militantes del Partido Socialista francés tenían ayer una cita con la historia, pero el partido fundado por François Miterrand en 1971, en lugar de convertirse en la primera gran organización política francesa en elegir a una mujer como jefa del partido, se hundió en una inédita y peligrosa crisis que puede acabar definitivamente con la precaria unidad de la organización.

La segunda vuelta de las elecciones para escoger a la nueva líder del PS culminó con acusaciones de fraude, cuando los partidarios de Martine Aubry, la alcaldesa de Lille, anunciaron el triunfo de la candidata por una frágil mayoría.

De inmediato, el equipo de Segolene Royal, que había creído toda la noche en la victoria, anunció que impugnaría el resultado que dio como ganadora a la alcaldesa de Lille, quien habría obtenido un magro 50.1% de los votos.

“No nos dejaremos robar esta victoria”, amenazó el diputado de origen español Manuel Valls, al impugnar la victoria de Aubry y sugerir que los enemigos de Royal recurrieron al fraude para impedir su triunfo. La amenaza puede dejar en el limbo el resultado de la consulta interna del PS, a causa de un estatuto del partido que señala, como condición para designar al nuevo líder, que el candidato derrotado reconozca su fracaso.

Pero el equipo Royal no parecía estar dispuesto, al cierre de esta edición, a reconocer la derrota de la candidata, sobre todo después de que, durante casi tres horas, Royal mantuvo una cómoda mayoría de 53% de los votos.

Gane quien gane, el resultado de la consulta interna es devastador para el partido, porque ninguna de las dos candidatas obtuvo un claro mandato para dirigir al PS, en un momento crucial. KiQuienes votaron por Aubry desean conservar un partido con raíces de izquierda, mientras que los partidarios de Royal están a favor de renovar al partido y abrirlo a nuevas alianzas.