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Una derrota que se veía venir

Adam Nagourney The New York Times| El Universal
Miércoles 05 de noviembre de 2008

NUEVA YORK.— Barack Obama, senador por Illinois de 47 años, no sólo derrotó ayer al senador John McCain de Arizona, de 72 años, ex prisionero de guerra quien contendió por segunda vez para la Presidencia de Estados Unidos. Su triunfo significó, a la vez, el repudio a un presidente republicano históricamente impopular y a sus políticas económica y exterior.

 

Hasta el último momento, la campaña de McCain se vio eclipsada por un oponente que prácticamente se convirtió en un fenómeno, atrayendo a multitudes personificadas por las decenas de miles de personas que asistieron la noche del martes a escuchar el discurso de victoria de Obama en Grant Park, en Chicago. McCain también luchó contra un ambiente político implacablemente hostil, cargando el lastre que le dejó el presidente George W. Bush, así como contra el colapso económico que tuvo lugar en medio de la campaña para las elecciones generales.

El día se perfilaba histórico desde la madrugada, con hileras de votantes listos para decidir. Cuando los resultados comenzaron a hacerse públicos, con Obama a la cabeza, muchos estadounidenses salieron a las calles a celebrar lo que muchos describieron, quizá con demasiado regocijo, como una nueva era en un país en el que hace sólo 143 años, Obama, como un hombre de raza negra, podría haber sido pertenencia de alguien como esclavo.

Para los republicanos, especialmente los conservadores que han dominado al partido durante casi tres décadas, la noche representó un amargo revés y los dejó analizando su situación en la política estadounidense actual.

Incluso antes de que fueran anunciados los resultados finales, hubo señales de que los asesores de McCain de hecho estaban inconformes con su candidata a la vicepresidencia, Sarah Palin, quien primero fue anunciada por McCain en medio una explosión de entusiasmo e interés entre los conservadores, pero luego terminó avergonzando a McCain.

La elección terminó con lo que de acuerdo con cualquier definición fue una de las contiendas más notables en la historia política de Estados Unidos, que atrajo el interés público de manera nunca antes vista.

McCain salió de Arizona luego de votar, y viajó a Colorado y Nuevo México, dos estados en los que Bush ganó hace cuatro años pero en los que Obama sostuvo una enérgica batalla. Dichos lugares eran paradas finales simbólicamente apropiadas para McCain, lo que reflejaba la necesidad que tenía por defender los estados republicanos contra un desafío presentado por Obama.

“Salgan y voten”, dijo McCain en Grand Junction, Colorado. “Necesito de su ayuda. Como voluntarios, tocando de puerta en puerta, para que lleven a sus vecinos a las urnas, y si es necesario llévenlos a la fuerza”.

Finalmente, perdió en ambos estados, como también ocurrió en Ohio, un estado sin cuyo triunfo ningún republicano ha llegado a la Casa Blanca.

En contraste, Obama voló de su casa en Chicago a Indiana, un estado que en muchos sentidos personificó la audacia de sus esfuerzos durante este año. Indiana no había votado por un demócrata desde la abrumadora victoria del presidente Lyndon B. Johnson en 1964. Posteriormente regresó a Chicago a jugar baloncesto, su ritual en día de elecciones. (Traducción: Mariana Toledo)

 

 



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