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Cuando ve las fotos, Elba Oliva Escobar, experta en nutrición del Hospital General de México, no duda en afirmar que la Íngrid Betancourt secuestrada en 2002 y la liberada el jueves pasado parecen dos personas distintas.

Y no lo dice por el fuerte significado que tiene recuperar la libertad, luego de seis años en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), sino porque muestra signos evidentes de recuperación física, que requerirían de cuatro a cinco meses para evolucionar.

“Es probable que se le hayan dado ciertos cuidados previos a las fotos actuales. Independientemente, el estado anímico de cualquier persona tiene mucho que ver con su estado general, además de la ingesta y aprovechamiento de los nutrientes, pero el estado emocional cuenta mucho para una mejoría”.

En entrevista, la nutrióloga del Departamento de Nutrición del Hospital General de México detectó no sólo decaimiento y depresión en Betancourt en la foto tomada en 2007, sino bajo peso, deficiencias en la piel y desnutrición de leve a moderada.

“Ya en las (fotos) actuales se observa un mejor estado emocional, no hay delgadez tan extrema y hay una mejor coloración en piel. Hay una apariencia más sana, mayor hidratación en la piel, que en la foto del año pasado en la que hay también un cierto grado de deshidratación”.

El cabello muestra mejoría. Además se evidencia una recuperación de masa muscular en los brazos y en el rostro, sobre todo en la parte que va de la oreja a la barbilla y en pómulos.

La especialista considera que es probable que Íngrid haya sufrido depresión, por la problemática que vivió y cuando “hay cierta depresión hay periodos de anorexia. Quizá la noticia de que iba a regresar a ver a su familia contó mucho para que ella se repusiera”.