Entre los miembros de la comunidad dedicada a tareas de desarrollo internacional, la primavera desencadena algo que contribuye al calentamiento global: una larga lista de festivales mundiales de palabras. Las principales agencias multilaterales se reúnen en sus ciudades predilectas, como Ginebra y París, para analizar riqueza, educación y derechos humanos. Organizaciones no gubernamentales van de balneario en balneario en su perenne búsqueda de soluciones para la cada vez más extendida pobreza mundial. Y en esta era de Internet, consultores peripatéticos --y caros-- aterrizan en distantes lugares de nombres rimbonbantes para pronunciar homilías sobre la ?división digital? y la velocidad del cambio.

El cambio y los desconcertantes temas relacionados con éste son calurosamente debatidos esta semana en La Habana. Unos 3 mil funcionarios de 133 países de lo que antes se llamaba el Tercer Mundo --junto con enormes listas de miembros de ONGs--, se reúnen en la cumbre más grande que las naciones en desarrollo jamás han organizado para ellas mismas. La cumbre ha sido organizada bajo la rúbrica del Grupo de los 77 (G77), que está conformado ahora por 133 naciones en desarrollo, pero sigue utilizando el apelativo seleccionado hace 36 años cuando fue fundado con el objetivo de dar a las naciones emergentes una voz más fuerte en los asuntos internacionales.

¿Por qué La Habana en estos días de democratización y expansión de los mercados libres? No podría ser sólo la geografía. Haciendo a un lado la predecible hospitalidad efusiva de Fidel Castro, el encanto del malecón apenas competiría con la Place Pigalle. Tampoco podría ser el deseo de rendir homenaje a Castro, el patriarca con más tiempo en el poder dentro del mundo en desarrollo; su ideología marxista es considerada en amplios sectores como irrelevante. Y sin embargo, participarán en el encuentro más de 100 líderes mundiales, entre ellos demócratas de línea dura como el presidente de Nigeria, Olesegun Obasanjo, que pasó años encarcelado sin juicio en su propio país, lo que no difiere mucho respecto de algunos disidentes políticos cubanos.

Pero si los visitantes ya no creen en la militancia castrista, al menos saben que pueden contar con su elocuencia para articular las aspiraciones de los países pobres. El G77 se reúne en La Habana porque el mundo en desarrollo --conocido actualmente en la jerga desarrollista como el Sur Global-- ha sido hecho presa de un pánico creciente en relación con el progreso económico y social.

Casi 2 mil millones de personas -la tercera parte de la población mundial-- viven con menos de un dólar al día, según cifras del Banco Mundial. Y sin embargo, como Donald Johnston, secretario general de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), destacó a ?Newsweek?, las naciones ricas siguen reduciendo la asistencia que proporcionan. Johnston desea que el llamado club de ricos de 29 naciones trabaje más en materia de alivio de la deuda y en temas tales como transferencia de tecnología barata.

La preocupación de Johnston en torno a la asistencia es ampliamente compartida por el Sur Global. Considérense las siguientes estadísticas sobre asistencia oficial para el desarrollo, ODA por sus siglas en inglés: en 1975 la cifra anual de lo concedido fue de casi 80 mil millones de dólares; en 1999 se había desplomado a unos 45 mil millones. Este año los países ricos entregarán apenas 40 mil millones a los miembros del G77. Sólo cuatro países --Dinamarca, Holanda, Noruega y Suecia-- cumplen con el objetivo de ayuda internacional de 0.7 por ciento del producto interno bruto; la cifra anual de ayuda de Estados Unidos de 10 mil millones de dólares representa apenas 0.1 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB).

¿No está compensando la diferencia el capital privado? Ni en sus sueños. La inversión extranjera directa tiende a dirigirse a aquellos países que ya poseen infraestructura y mano de obra capacitada: China, India, Brasil y Sudáfrica, por ejemplo. Las naciones más pobres siguen teniendo graves problemas y sin embargo sus poblaciones siguen creciendo, y con tal crecimiento demográfico se produce una alza de las expectativas sociales que puede ser políticamente explosiva. (Más del 90 por ciento del crecimiento demográfico anual de 100 millones de personas se registra en los países del G77).

Seguramente, el G77 abordará el asunto de la condonación de la deuda de 1 billón 600 mil millones de dólares que sus miembros tienen actualmente con gobiernos y otras fuentes en naciones industrializadas, según Qazi Shaukat Fareed, un alto diplomático de Paquistán. Aun cuando Estados Unidos y la Unión Europea favorecen cierta cantidad de alivio de la deuda, los dirigentes del Sur Global se estarían engañando a sí mismos si esperan una condonación colectiva de la deuda e, implícitamente, de los malos gobiernos y hechos delictivos que caracterizan a gran parte del mundo en desarrollo. No obstante, algunos miembros del G77 deben canalizar hasta 95 por ciento de sus ingresos en monedas duras cada año, para cumplir con el servicio de sus deudas. ?Los historiadores no van a ser muy amables con nosotros?, dijo hace unas semanas el embajador de Nigeria ante la ONU, Arthur C. I. Mbanefo. ?Debemos legar algo constructivo?.

Sin embargo, es poco probable que los líderes del G77 logren en La Habana poco más que comunicados con buenas intenciones. Seguro, debatirán sobre asistencia, deuda, globalización, tecnología y una mayor cooperación económica y comercio dentro del Sur Global. Pero sigue siendo una cumbre de los pobres en un mundo unipolar donde los ricos toman las decisiones.

Ciertamente, Obasanjo (actual presidente del G77) y sus colegas saben que los abrazos de Castro no son ni de lejos tan importantes como el apretón de manos de Washington. Quizá todavía exista tiempo para programar una visita post-habanera a la ciudad donde se encuentra el verdadero poder para influir en el destino de los capitales tanto de ayuda como de inversión (c) 2000, Newsweek Inc. Todos los derechos reservados.