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Charlene espera poder hacer un buen papel

El Universal
Jueves 30 de junio de 2011
Charlene espera poder hacer un buen papel

TÍMIDA. A Charlene la ha costado trabajo el francés y relacionarse en Mónaco. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

Desde 1956, cuando el entonces príncipe Rainiero III contrajo matrimonio con la actriz de Hollywood Grace Kelly, Mónaco no había visto una boda real

PARÍS.— Al final, no será la boda del año, pues los duques de Cambridge William y Catherine les arrebataron el título, pero esta semana se abre un nuevo capítulo en el cortejo de una década entre el príncipe Alberto II de Mónaco y la ex nadadora sudafricana Charlene Wittstock. Y su boda es el mayor acontecimiento en el minúsculo Estado en medio siglo.

Desde 1956, cuando el entonces príncipe Rainiero III contrajo matrimonio con la actriz de Hollywood Grace Kelly, Mónaco no había visto una boda real. Y aunque los rumores de última hora divulgados por una revista francesa ensombrecieran un poco los preparativos, los monegascos celebrarán ésta a lo grande.

Se espera que unos 3,500 invitados acudan el sábado al palacio real para contemplar como Alberto, de 53 años, y Charlene, 20 años menor, intercambian sus votos.

Entre los que han confirmado su asistencia figura el presidente francés, Nicolas Sarkozy; la supermodelo británica Naomi Campbell y una representación de las monarquías europeas. ¿Los ausentes? Los recién casados William y Kate, que estarán de visita oficial en Canadá, y posiblemente la casa real española, que de momento sólo ha anunciado la ausencia del rey Juan Carlos y de los príncipes de Asturias.

Para el segundo Estado más pequeño del mundo después del Vaticano, la boda es una oportunidad de rejuvenecer una imagen construida a base de coches rápidos, yates y ruletas de juego. Durante los próximos días, Mónaco será centro de atención.

El jueves por la noche, los monegascos podrán disfrutar del concierto de los veteranos Eagles en el estadio de fútbol local. Un día después, tras la boda civil en el palacio, Alberto y la nueva princesa saludarán desde el balcón y habrá un buffet en la plaza de palacio para todos los ciudadanos. La velada estará amenizada por un espectáculo de luces y sonidos del gurú electropop Jean-Michel Jarré.

El sábado, todos podrán admirar el vestido de novia diseñado por Giorgio Armani cuando la pareja recorra el principado en un Lexus descapotable tras la ceremonia religiosa.

Nuevos aires

Para los Grimaldi, que descienden de la aristocracia genovesa, Charlene encarna el cambio. Nacida en Zimbabwe, creció en Sudáfrica, donde su padre, Michael, la recuerda en una entrevista en Paris Match volviendo a casa de jugar llena de barro.

Aprendió a nadar a la edad de tres años y siguió hasta formar parte del equipo olímpico monegasco en los Juegos del año 2000 en Sydney. Ese mismo año conoció a Alberto durante otra competición en Mónaco.

Seis años más tarde aparecieron por primera vez juntos en público, y tuvieron que pasar otros cuatro hasta que el príncipe hiciera la pregunta.

Charlene es más bien una desconocida. La mayoría de monegascos dicen que no la han visto nunca en persona; el año pasado, en una entrevista con la revista Tatler, Wittstock reconocía que le resulta difícil relacionarse con la gente en Mónaco.

Ha tenido que hacer frente al francés y al revuelo que supone ser la prometida de un príncipe playboy, padre de dos hijos fruto de dos affaires. “¿No nos dará un descanso?”, dijo Charlene a Alberto cuando el periodista francés Patrick Poivre d´Arvor le preguntó que para cuándo un heredero. Ahora, su intensiva formación en protocolo le ha enseñado a gestionar estas cuestiones espinosas.

 

 



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