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Joya porfiriana brilla en Mérida

Gerardo León| El Universal
Jueves 11 de enero de 2007
Dos arquitectos mexicanos la restauraron sin alterar sus acabados, aunque hicieron cambios para adaptarla a la vida actual; "el proyecto nos resultó especial, por ser ésta una de las pocas residencias con fachada de barro", señala uno de ellos

R escatar del abandono una mansión del siglo XIX en Mérida, Yucatán, ha sido para los arquitectos mexicanos Víctor Cruz y Atahualpa Hernández uno de los más grandes retos en su trayectoria profesional.

"La casa se encuentra en el centro histórico de Mérida, en el barrio de Santa Ana, y como muchas de las de esa área, estaba abandonada y casi a punto de derrumbarse. Tenía 10 años deshabitada".

Víctor Cruz agrega que luego de una minuciosa investigación, él y su colega Hernández decidieron "revivir" cada uno de los rincones de la propiedad, y brindarle una nueva imagen adaptada a las necesidades de nuestra época.

"El proyecto nos resultó especial, por ser ésta una de las pocas residencias con fachada de barro. Y es que a principios del siglo XX, cuando el mercado del henequén estaba en pleno auge, mucha gente intercambiaba esa planta por ladrillos de barro".

Estos provenían del extranjero y eran transportados por los barcos que traían, entre otras mercancías, tejas francesas y otro tipo de ornamentos para la construcción", explica el arquitecto Atahualpa Hernández.

Añade que al menos en Mérida, la tendencia arquitectónica que recurría al barro no proliferó demasiado, porque la gente seguía prefiriendo la mampostería de piedra y el mármol, los cuales se combinaban con elementos decorativos como gárgolas.

"El proceso de restauración comenzó desde la fachada misma, que ya estaba completamente erosionada; se dejaron algunas pilastras, cornisas y remates de barro pero el resto fue recubierto de estuco, con una tonalidad arena, creando un fuerte contraste con el terracota.

Encontramos en ella algunos rostros de faunos que no pudimos rescatar, pero de los cuales mandamos hacer réplicas, para dejar todo como en su buena época", tercia Víctor Cruz.

Refiere que el criterio de restauración se basó en salvar las características formales y espaciales de la casa y adaptarlas a las necesidades de hoy.

"Respetuosos de la edificación existente, le incorporamos elementos de diseño contemporáneo para adaptarla a la vida del siglo XXI", agrega Cruz.

Un trabajo delicado

El arquitecto Hernández nos comenta que debieron hacer "crecer" la casa. "Le fuimos agregando algunos espacios, como un cuarto de lavado, y además, retiramos los añadidos que no eran de la construcción original y resaltamos otros detalles de la época en que fue levantada, como las puertas de madera. También respetamos los techos, de cuatro metros de altura.

Esta residencia es muy porfiriana. afrancesada, desde sus cornisas hasta sus arcos de los pasillos", explica.

Y continúa con la descripción de los trabajos: "Retomamos el esquema de patio central, un espacio ordenador en torno al cual gira la vida de la casa, pero le añadimos una variante: le dimos forma de L y allí colocamos una alberca.

Todos los espacios gozan de una estrecha relación interior-exterior, para enriquecer el confort de la vida puertas adentro con la belleza del paisaje de fuera".

En el nuevo orden, las zonas públicas y de servicio se mantuvieron separadas de las privadas. La cocina, el comedor y la sala se ubicaron en la parte del frente, para aislar del ruido las áreas privadas, que se encuentran al fondo.

Ambiente con esencia de Mérida

Para amueblar la casona, los arquitectos Cruz y Hernández aprovecharon el gran talento artesanal que se ve actualmente en la región: "No todo el mobiliario está compuesto por antigüedades; algunas piezas son testimonio de un renacer del centro de Mérida, donde encontramos muchos artesanos y un equipo de gente que diseña desde vajillas hasta muebles y todo tipo de cosas con la identidad de la ciudad", nos explican los autores del proyecto.

Así, en las estancias principales se observan mesas con superficie de trozos de mosaico y bases de herrería. A su vez, la cocina tiene acabados de cerámica hecha en el pueblo Calkini, mobiliario fijo y puertas de madera de cedro con entintados.

Los pisos son de cemento con decorados de flores, grecas, estrellas y cuadrados de diferentes colores.

"Hasta hace poco tiempo, la mayoría de la gente se ha dado cuenta de que la arquitectura tiene un valor y que los extranjeros se están apropiando de nuestro patrimonio histórico. De nosotros depende conservarlo", concluye Hernández.

Cabe señalar que esta casa fue ganadora de la categoría Restauración en la entrega de premio Iconos del Diseño 2006 organizada por la editorial Condé Nast.



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