A fines de los años 30, Roberto Casellas escuchó por primera vez la narración del cruento ataque del pirata Lorencillo al puerto de Veracruz en el siglo XVII, "cuando sus 6000 habitantes fueron encerrados en la parroquia mientras los asaltantes saqueaban el poblado".

Desde entonces el joven se propuso ahondar en la vida de los personajes. Con el tiempo su carrera diplomática le permitió investigarlas en las más prestigiadas bibliotecas y recorrer los lugares donde cometieron sus fechorías: desde la isla de Margarita, en Venezuela, hasta Nueva Orleáns incluyendo todo el archipiélago del Caribe.

Así nació "Hermanos de la Costa", su novela más reciente, donde narra las hazañas, tropelías y derrotas de Lorencillo y Agrammont durante los reinados de Carlos II de Inglaterra y Luis XIV de Francia.

-Traté de pintar sus motivaciones y carácter, y resaltar que trataban de mantener cierta ética: antes de atacar un puerto, celebraban servicios religiosos para encomendarse a Dios. Ninguno quería ser confundido con un truhán -puntualiza el intelectual, quien ha escrito una docena de libros.

Tras medio siglo en la diplomacia (fue embajador en Israel, Checoslovaquia, Nicaragua, Holanda, Turquía y Pakistán), hoy es asesor y jefe de la Oficina de Asuntos Internacionales en la Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo.

Nacido en Mérida, Yucatán, se tras ladó a Veracruz a la muerte de su padre y más adelante, su familia se mudó al Distrito Federal donde el joven Casellas concluyó la carrera de Derecho en la UNAM. Al abrirse la primera convocatoria para ingresar al servicio diplomático mexicano, él respondió y aprobó los rigurosos exámenes a que fue sometido durante un mes.

En 1946 asistió como parte de la delegación mexicana a las reuniones de la ONU en Nueva York y más tarde colaboró con don Isidro Fabela, por entonces juez ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Allí conoció a un holandés que resultó ser un héroe de su patria. Casellas publicó en el periódico Excélsior las historias que le refirió el personaje y después las utilizó como trama de su novela El Héroe, traducida al holandés.

Anécdotas de un diplomático: Casado con Ana Kunhardt (bisnieta del primer cónsul alemán en México) y con una hija, Ana Mercedes, el licenciado Casellas refiere ciertos hechos memorables de su carrera diplomática.

En Nicaragua, primera nación donde nuestro entrevistado se desempeñó como embajador poco antes de estallar la revolución sandinista que derrocaría al gobierno de Anastasio Somoza, recuerda que, si bien no había una guerra abierta, los intelectuales y artistas contrarios a la dictadura buscaban abandonar el territorio temerosos de represalias por sus opiniones: -En una ocasión llegué a alojar en la embajada a 26 refugiados nicaragüenses que pidieron asilo a México. Tramité, sin resultado, sus permisos ante diversas autoridades de su país.

Añade que regularmente se encontraba al general Somoza en actos públicos donde el dictador le preguntaba: "¿Cómo van sus muchachos, embajador?". "Esperando su magnanimidad para viajar", contestaba Casellas.

Luego de tres meses, a nuestro entrevistado se le ocurrió un plan que llevó a la práctica después de consultar con sus superiores: -Invité al ministro de la Defensa nicaragüense a las fiestas del 5 de mayo en Puebla. Cuando aceptó, fui a su oficina y, ya para despedirme, le dije: "Espero que su estancia sea placentera. Sólo me preocupa que la prensa lo vaya a molestar demasiado". "¿Por qué?". "Como usted sabe, hay algunos asilados en la embajada y en México se preguntan si Nicaragua acata las convenciones de asilo"-. En menos de una semana tenía en sus manos los salvoconductos. Cuando arribaron más asilados, repitió la fórmula con distintos funcionarios a quienes convidó a los festejos de Independencia y la toma de posesión del ex presidente José López Portillo.