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“Migrantes, los nuevos esclavos de la delincuencia”

Alberto Torres Enviado| El Universal
Miércoles 14 de septiembre de 2011
Migrantes, los nuevos esclavos de la delincuencia

PAZ. El padre Alejandro Solalinde y cientos de migrantes caminaron con víctimas de la violencia, activistas, ONG de Centro y Sur de América, así como con habitantes de la región, para exigir al gobierno que frene las masacres. (Foto: JORGE SERRATOS EL UNIVERSAL )


JUCHITÁN

Hace cuatro días, Genaro y sus compañeros escaparon del cautiverio donde el crimen organizado los tenía en Lechería, Estado de México.

“Volvieron a vivir”, dice, por eso estos migrantes hondureños decidieron unirse a la Caravana de la Paz al Sur que encabeza el poeta y escritor Javier Sicilia. Marchan con una bandera de Honduras por las calles de esta ciudad, sobre la 16 de Septiembre y van para el zócalo.

El padre Alejandro Solalinde y cientos de migrantes van acompañados de víctimas de la violencia en México, defensores de derechos humanos, ONG de Centro y Sur de América, así como habitantes de la región. Exigen al gobierno mexicano detener las masacres de migrantes, la corrupción en el Instituto Nacional de Migración y la Policía Federal, a quienes acusan de ser cómplices del crimen organizado.

Es el quinto día de marcha al sur de esta caravana que entra a territorios “prohibidos”. Las zonas de más peligro para los migrantes de América Latina en sus primeros pasos por México. Es el epicentro de la violencia para los migrantes en el sur, donde las bandas del narcotráfico descargan toneladas de droga de submarinos y las redes de tratantes de blancas tienen sus reinados.

“Esta caravana va a hacer lo que el gobierno no ha querido hacer, unir a sus hermanos del sur. Pero no mirándolos por encima del hombro, ni como terroristas, con criterios discriminatorios disfrazados de seguridad, sino unidos como hermanos. La caravana viene a unirnos para pedirles perdón”, asegura el activista Solalinde.

En Tehuantepec, Juchitán e Ixtepec la caravana recorre los albergues de ayuda a migrantes, sostenidos por misioneros y voluntarios católicos pese a las amenazas de muerte y hostigamientos no sólo de grupos criminales, también de la misma Policía Federal que es quien presuntamente los entrega a Los Zetas, denuncia el padre.

Estas son las historias de muerte que los migrantes narran: “Unas veces Los Zetas o La Familia nos llevan a la fuerza, otras nos llevan con engaños. Nos prometen un trabajo digno. Que nos pagarán seis mil pesos cada quince días. Pero nos ponen a cuidar en la sierra los sembradíos de mariguana, de coca y ranchos. Y cuando llegan los contrarios o la policía debemos enfrentarlos mientras ellos escapan. Nunca nos pagan y nos mantienen encerrados trabajando para ellos como esclavos. Muertos en vida”, narra un catracho mientras desayuna.

“Nosotros, de todos modos somos los que morimos. O morimos de hambre en nuestro país, o morimos a manos de La Mara, o morimos por Los Zetas o morimos debajo de La Bestia (el tren al que suben de forma ilegal en México)”, narra Álvaro, otro migrante hondureño. Sabe que aún corren peligro mientras estén en México, pero con la caravana se sienten seguros. Todos los migrantes viajan en un camión especial, del cual por seguridad se reserva su número.

Desde ahora la movilización de la caravana tiene una amplificación internacional, la violencia no sólo afecta a los mexicanos, está lacerando y rompiendo el tejido social en países de Centro y Sudamérica. Son los nuevos esclavos del crimen organizado, denuncian.

Esto es lo que denunciará esta caravana una vez que llegue a Guatemala, donde defensores de derechos humanos de varios países llamarán a los gobiernos de la región a atender la alerta de violencia lanzada por Navy Pillay, alta comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Bloqueo a la caravana

Durante la marcha, Javier Sicilia está ausente. Hace unas horas manifestantes de la Coordinadora Democrática de Pueblos bloquearon el paso a la caravana. Hombres vestidos con camisetas blancas, algunos alcoholizados, se pararon frente a la caravana de 13 autobuses: “Párense hijos de la chingada o les reventamos el parabrisas. Que se paren cabrones”.

Carros y camionetas fueron atravesados. Señoras reforzaban la barricada. Exigían hablar con el poeta. “Queremos entregarle una carta”. La seguridad del luchador social eludió el retén sin que se percataran. Los ánimos se encendieron, pero luego negociaron. Dos de ellos se subieron en un autobús para exigirle al movimiento que denunciara su caso, pero salieron regañados por el padre Solalinde.

“Como de costumbre no saben otra cosa más salvaje que hacer esto, cerrar caminos y hacer bloqueos. No se vale, han hecho un daño a la caravana. Es esa costumbre del PRD en decadencia y de los grupos radicales que no saben hacer otra cosa más que violencia y chantajear a la gente bloqueando carreteras”, les grita Solalinde molesto.

Explica que la demanda es por un conflicto de intereses particulares sobre la regularización de un terreno invadido, lo cual “al Movimiento por la Paz no le corresponde”.



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