MONTERREY. “Javier” es un joven de 18 años que vive en una colonia marginada ubicada en las faldas del Cerro del Topo Chico, ni estudia ni trabaja. Su principal preocupación es ser arrastrado hacia las filas del grupo de la delincuencia organizada de Los Zetas, la principal opción que tiene en su barrio para tener dinero.

Pertenece a una de las más de 20 pandillas que aún no están bajo el control de los grupos de la delincuencia que operan en la zona, pero dice que constantemente son hostigados por grupos rivales y hasta deben pedir “permiso” para realizar cualquier actividad.

La colonia donde vive, Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos, es una zona de alta marginación al poniente de Monterrey, Nuevo León.

En los nueve municipios que conforman la zona metropolitana de Monterrey habitan más de 4.6 millones de personas. La mayoría de sus barrios marginados están en las faldas de cerros.

Durante 2010, el estado recibió 17 mil personas que migraron de Coahuila, Tamaulipas, San Luis Potosí y Zacatecas, según cifras del último censo. A la mayoría de los jóvenes como Javier, no les falta el empleo, ya que Nuevo León es el estado más dinámico en la generación de trabajos.

Sin embargo, debido a los bajos sueldos que se pagan, la familia tendría que pagar para mandar a su hijo a laborar, ya que Monterrey tiene el servicio de trasporte público más caro del país.

Ante este panorama, “Javier” sigue en las actividades de su pandilla y a la espera de no caer en la delincuencia organizada por necesidad económica.