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Migrantes sufren “pesadilla mexicana”

Alberto López/ Corresponsal| El Universal
Viernes 29 de julio de 2011
Migrantes sufren pesadilla mexicana

TRAYECTO. Integrantes de la Caravana Paso a Paso por la Paz durante su trayecto por Ixtepec, Oaxaca, pidieron ayuda para localizar a sus familiares. (Foto: XINHUA )

La escena es desgarradora. Las mujeres y los hombres de Guatemala, Honduras y El Salvador revelan sus dolencias y abren su intimidad desgastada por la zozobra

CIUDAD IXTEPEC

Labios resecos, pies cansados, cuerpos cubiertos de polvo y sudor, ojos entristecidos, rostros de angustia, sentimientos de dolor y corazones ilusionados se dieron cita en el albergue para migrantes Hermanos del Camino, transformado en un valle de lágrimas.

La escena es desgarradora. Las mujeres y los hombres de Guatemala, Honduras y El Salvador revelan sus dolencias y abren su intimidad desgastada por la zozobra. Susurran, miran con recelo y después lloran con desesperanza. Buscan a sus hermanos, esposos e hijas desaparecidos en el territorio mexicano en el contexto de la violencia que sacude al país y que alcanzó a los “sin papeles”.

El campesino Pedro Regino Lacán García dejó de sembrar los granos de maíz en su patria. Ahora riega con sus lágrimas la tierra que recorrió su hija Rufina Mercedes Lacán Menchú, hasta que desapareció, a la edad de 23 años, el 24 de mayo de este año en la frontera norte.

“La angustia me mata. No sé si está viva o muerta. ¿Si está viva, está sufriendo como sufren sus tres hijos que dejó en Guatemala? Mis familiares ya la buscaron en las cárceles y en los hospitales de Estados Unidos y nadie sabe de ella”, señaló.

La última comunicación que tuvo Rufina con su padre fue dos días antes que desapareciera. “Me dijo que iba a cruzar la frontera para unirse a su esposo Mario, quien la mandó traer para llevársela a Nueva York. Desde entonces no sabemos nada”.

Tomasa Pacajó cuelga del pecho la fotografía de su esposo Pedro Morales González, quien desapareció el 26 de abril del año 2007. El papel con la fotografía se humedece a cada rato con el llanto desgarrador ante el recuerdo del único hijo que ambos crearon en Guatemala.

“Mi hijo Tomás tiene cinco años de edad y cada rato pregunta ¿cuándo viene mi papá, dónde está? Yo le digo que: ‘¡Sólo Diosito sabe dónde está tu papá!’”. Tomasa llora inconsolable. Sobrevive en medio de la tristeza con la ayuda de sus cuñadas. Su esposo, quien iba a Houston, habló con ella por última vez el mismo día que desapareció. “Él iba a ganar un dinerito y después regresaría con nosotros”.

Imposible, vivir con el dolor

Temblorosa, “por tantas noches sin dormir, con el alma partida al conocer el martirio de los migrantes”, Herlinda Leonor López Mérida, recién egresada como secretaria ejecutiva bilingüe dejó sus estudios para después conseguirse un empleo. Su prioridad está en la búsqueda de su hermano Diódoro Rubén, desaparecido en la frontera norte el 7 de julio de 2010.

“Una semana después de no tener noticias de él, hablamos con el ‘coyote’ que lo pasaría al otro lado. Nos dijo que mi hermano se quedó en la frontera porque se quería regresar. Mi papá piensa mucho, si está secuestrado o si está en la cárcel. Yo digo que está vivo, me lo dice mi corazón y no quiero regresarme a Guatemala con las manos vacías. ¡Quisiera buscarlo en todos los rincones de este país, porque no podemos vivir con este dolor tan grande!”, detalló.

Perdido en la multitud, dando vueltas en círculo, sin un destino fijo, el campesino Miguel Ángel Zacarías mira sin ver hacia ningún lado. Se ve cansado. Busca a su hermano Juan, de 23 años de edad, quien desapareció en Reynosa, Tamaulipas, el 6 de septiembre del año pasado.

“¿Dónde estará?”, se pregunta con voz baja. Sus ojos están apagados y confiesa que le duele no saber nada de su hermano menor, pero que también le duele haber dejado a sus padres, Mario y Jova, en Guatemala, solos y muy enfermos de tristeza y por el pesar. “También me duele que México no me haya dado un permiso para entrar, ya que entré sin papeles”, dijo.

A la entrada sur del albergue, casi junto a las vías del tren, Juana Antonia Zetino jala el aire como si en ello se le fuera la vida. Se alejó de la multitud como si estuviera a punto de asfixiarse. “Sólo le pido a Dios que mi hija esté bien y que la encuentre”.

Su hija Mariana Cristina Morales desapareció el 31 de mayo de 2007, cuando tenía 28 años. “Iba a Los Ángeles (California) para reunirse con su esposo Guillermo, pero se perdió en el camino”. Todos los días, señaló la afligida madre-abuela, “mis cuatro nietos preguntan por su mamá. Todos los días, a la hora del almuerzo, a la hora de la comida, los cuatro preguntan ‘¿y mi mamá?’”, narró en medio del llanto que le quebró la voz.

Las historias conmovedoras de los migrantes centroamericanos hallaron eco en el albergue convertido en valle de lágrimas. “Siempre nos decían que México ya era peligroso para nosotros, pero ahora lo sabemos y nos damos cuenta que para vivir el ‘sueño americano’ hay que sobrevivir a la pesadilla mexicana”, remató María Germania Cifuentes, quien busca a su ex esposo el hondureño Eleazar Murillo, desaparecido en julio de 2007. “Mis hijos lo necesitan, lloran mucho y preguntan casi todos los días por él”.

 



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