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Abandonan su tierra con el dolor a cuestas

Olga Rosario AvendañoCorresponsal| El Universal
Viernes 01 de octubre de 2010
Abandonan su tierra con el dolor a cuestas

ZOZOBRA. Pobladores de Tlahuitoltepec se han trasladado a diferentes albergues. (Foto: HENRY ROMERO REUTERS )

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Video Pobladores se encargan de la limpieza en Tlahuitoltepec.
La comunidad de Tlahuitoltepec permanecen en alerta; los pobladores ayudan a los servicios de rescate a encontrar a más desaparecidos; se reportan once muertos


TLAHUITOLTEPEC

Mujeres, ancianas y niños van en camino con bolsas al hombro y a la espalda en busca de un lugar seguro para establecerse. Las fuertes lluvias averiaron sus casas, algunas ya son inhabitables. La comunidad se ha quedado sin habitantes, pues tienen miedo que en la noche sus viviendas sean derribadas por el lodo y queden debajo de los escombros como le sucedió a dos familias de El Calvario.

Las viviendas de este pueblo se encuentran cimentadas en los cerros y las lluvias han reblandecido la tierra. “De todos lados brota agua, cómo no se va a poner débil donde está nuestra casa”, dice doña Catalina, quien sólo sacó dos cubetas, una cacerola y dos cucharones para hacer su comida a donde se vaya.

Doña Catalina junto con decenas de mujeres, niños y ancianos han emprendido el camino hacia la parte alta del cerro; “allá es más seguro, ahí nos instalamos en campamentos, ahí no corremos peligro”, dice mientras camina con su nuera y sus dos nietos.

Hacia el campamento hay que caminar cuatro kilómetros. Ahí viven al menos 100 personas, para quienes el futuro es incierto. Doña Catalina dice que lo que más necesitan ahorita es agua embotellada, cobijas, cobertores y “también láminas”, aunque reflexiona que “para qué queremos láminas, no tenemos dónde empezar a construir una casa, mejor que nos traigan lonas para nuestro campamento”.

Cecilia, una joven que estudia el bachillerato, lleva su impresora y una computadora portátil en la espalda, que envolvió en una manta grande para poder sujetarlas. Sin embargo, las clases fueron suspendidas porque no hay condiciones de seguridad.

Vicky Orozco Hernández, profesora bilingüe de educación preescolar, también está triste porque todos los ahorros que invirtió en su vivienda de dos plantas, de tabique y cemento, se vino abajo; “perdí todo”, dice mientras los ojos se le llenan de lágrimas.

“Perdí mis dos casas, donde vivía con mi esposo, mis hijos y mi suegra, pero también la que le construí a mi mamá”. Recuerda que todo el día del lunes, por el alta voz, les estuvieron avisando que tuvieran cuidado, que si sus viviendas empezaban a mostrar averías o si la tierra del cerro se caía, mejor se salieran. “Yo esperé a que mi hija se durmiera, también mi suegra, pero como a la una de la mañana desperté entre el agua, me levanté, salí y vi cómo mi casa se iba despegando; yo no estaba preparada para salir, porque siempre pensé que estábamos seguros ahí”.

 



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