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“Aquí no hay agua, ni comida, ni ayuda”

Alberto Moralesy Roberto Barboza| El Universal
Viernes 02 de noviembre de 2007

alberto.morales@eluniversal.com.mx

VILLAHERMOSA, Tab.— Sin agua ni comida ni techo, don Jorge Antonio Rodríguez prefiere quedarse en una improvisada carpa a la orilla de la carretera para cuidar, dice, lo poco que le dejó la inundación.

Está dispuesto a sufrir las inclemencias del tiempo, las incomodidades del asfalto y ese escándalo de los camiones que pasan a menos de dos metros de su carpa. Con seguridad, afirma que no permitirá que los ladrones saqueen su domicilio, el cual sólo se alcanza a ver a través de las aguas del río Grijalva.

Se niega a abandonar ese lugar para irse a un albergue. “Están llenos, hay como 500 gentes y sólo dos baños”, comenta.

Don Jorge Antonio es vecino de la Magna I, que junto con Las Gaviotas y algunos fraccionamientos, desde el miércoles pasado fueron absorbidos por el Grijalva. Incluso, ayer miles de damnificados aún se encontraban en los techos de sus viviendas sin poder ser evacuados.

La gente sólo miraba como los helicópteros de la Armada y del Ejército mexicano revoloteaban encima de ellos, supuestamente para rescatar a los damnificados.

En la anterior inundación de 1999, cuando el agua entró unos 60 centímetros a su casa, tardó un mes en secarse. El tabasqueño entrado en años estima que los dos metros que tiene ahora se llevarán más tiempo, pero él permanecerá ahí rodeado de su famiilia, que acepta el sacrificio.

Pero ayer en la desesperación, la fortuna les sonrió a los Rodríguez. Un vendedor de pescado les regaló cinco pejelagartos que prestos asaron con leña húmeda.

“Aquí no hay agua, ni comida, ni ayuda”, lamenta y denuncia que para poder salir de sus casas, sus vecinos tienen que pagar hasta 100 pesos por un viaje en las escasas lanchas que hay en la colonia.

Marcela, otra de las vecinas de Jorge Antonio, se acerca a un elemento del Ejército mexicano desesperada y clamando por ayuda. Dice que al fondo de la colonia anegada por el agua hay tres viejitos, invidentes y en silla de ruedas.

“Sí, yo traigo lanchas desde la 38 zona militar de Tenosique y las tengo que entregar, pero no dejan pasar a mi gente”, dice un uniformado al que nadie le hizo caso.



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