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Muxes, frente al crimen e intolerancia

Lupita Thomas / Quadratín| El Universal
Domingo 25 de mayo de 2014
Muxes, frente al crimen e intolerancia

PROTESTA. Muy pocos integrantes de la comunidad muxe quieren manifestarse, prefieren apoyar desde la clandestinidad, pues no quieren vivir marginación. (Foto: LUPITA THOMAS / QUADRATÍN )

Ante crímenes de odio, activistas temen represalias; familiares a veces no denuncian

estados@eluniversal.com.mx

JUCHITÁN

Las flores lucen marchitas en los jarrones de plástico. Llevan un par de días flanqueando la cruz de fierro que está a ras del suelo. El nombre de Elvis Aníbal Santiago Medina apenas se logra ver rotulado debajo del INRI. Varios blocks, una escoba, veladoras y botes vacíos acaparan el piso de tierra que resguarda los restos del hombre, que vivió y murió siendo la joven Niza.

La tumba de palma seca es de las últimas del panteón municipal “Domingo de Ramos” en Juchitán, ese espacio geográfico del Istmo oaxaqueño otrora referente de “tolerancia” y “paraíso” gay (muxe) a nivel mundial, gracias a documentales, investigaciones y revistas, zona que hace tres años abrió sus puertas a la homofobia.

Peregrina, Thalia y Ximena son las responsables de dar color al humilde sepulcro. Aromatizaron la sepultura abandonada.

La ocasión lo amerita, 2 de abril, cumpleaños de Niza, 26 años, de no haber sido asesinada hace dos. Las amigas llevaron flores, veladoras e incienso. Platicaron, recordaron tiempos buenos, estentóreamente rieron, como sólo los muxes saben hacerlo, sin inhibición.

Peregrina recuerda las correrías nocturnas, los bailes y la timidez de Niza. Lamenta la decisión de su amiga de subirse en un mototaxi la madrugada del 28 de abril de 2012. Ese fue el final.

“La vimos treparse al mototaxi de ese chamaco por la madrugada”, cuenta Peregrina, una de las tres testigos que declaró ante el juez contra Jonás P. H., el imputado en el crimen de Niza, quien salió libre meses después al ser juzgado por el Sistema Penal Acusatorio Adversarial (juicios orales).

Niza, muxe de la Séptima Sección (Barrio antiguo de Juchitán), fue encontrada alrededor de las 7 de la mañana del 28 de abril rumbo a la carretera que conduce a la agencia de Playa Vicente, dos días después murió a causa de las lesiones en el Hospital General “Macedonio Benítez Fuentes”.

Por la muerte de Niza se inició el legajo de investigación 671/JU/2012 por el delito de homicidio doloso. Un sólo detenido.

El golpe fue duro para Peregrina, quien busca en su álbum una fotografía que muestre la complicidad entre ambas. No encuentra ninguna, pero sabe que no hace falta una foto para recordarla.

“Ella fue a la Vela Cantarito. No la acompañé esa noche, sólo vi de lejos el baile. Salió de la vela para darnos unas cervezas, a mí y otras amigas que estábamos en la esquina cotorreando. Me dolió ver cómo la mataron; sin piedad y con mucho odio. La mató un vecino, alguien que la conoce. Siempre me pregunto ¿por qué?, si ella no le hacía daño a nadie.

Peregrina recibió amenazas de muerte, por terceras personas, al ser una de las principales testigos contra Jonás.

“Me dijeron que él dijo que me cuidara. Yo nunca tuve, ni tengo miedo por ser testigo, aunque de nada sirvió mi testimonio. Al final salió libre. No hubo justicia. La justicia es para los que tienen dinero”, comenta mientras se acomoda en la hamaca, en el patio de su casa.

Durante el primer mes del asesinato, los familiares de Niza, encabezados por su tía Rosa, así como integrantes de la comunidad muxe de Juchitán, presionaron a la Subprocuraduría Regional de Justicia investigar el caso, exigieron al grupo político de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI), que respaldaba al mototaxista, no interviniera en el caso.

“Peleamos, exigimos, nos manifestamos. Logramos que pasara de cinco a seis meses en la cárcel, luego salió libre. Lo defendieron, el grupo de la COCEI intercedió ante la justicia con abogados y demostró que no había suficientes pruebas para responsabilizarlo. Hoy está libre por las calles de Juchitán.”

A dos años del asesinato, Peregrina no espera nada de la justicia. Camina despreocupada por las calles de su barrio, sin temor a encontrarse con Jonás. Él transita por la ciudad montado en un mototaxi.

Sida, la punta de lanza

Parezco todo menos Teresa, comenta sonriendo Gustavo. Sentado en una silla giratoria de la Estética Unisex “Felina”, se siente no como hombre, ni como mujer, se siente como lo que es, un muxe que vive su vida, sin importar las etiquetas, la ropa o el nombre.

Es modisto en su pueblo natal, Chahuites, población zapoteca de 10 mil habitantes que colinda con Chiapas. Gustavo regresó hace tres años al pueblo después de una ausencia de 30.

Vivió 20 años en la ciudad de Oaxaca, luego migró a Houston, Texas, donde lo mismo trabajó de modisto como de afanador.

La realidad le dio la bienvenida: Chahuites se había convertido en uno de los municipios istmeños con el más alto índice de personas jóvenes con VIH/ Sida, como consecuencia, dos asesinatos de muxes portadores y la discriminación de familias relacionadas con ellos. No podía sólo mirar, así que emprendió solo una campaña de sensibilización, después se integraron otros amigos.

El trabajo le trajo el estigma de que estaba enfermo, aunque no lo está. La discriminación por realizar un trabajo de acompañamiento de personas portadoras del VIH le cerraron varias puertas.

“En Chahuites la gente, en su ignorancia, cree que la persona que se relaciona con un portador es también portador, la discriminación es peor si la persona es muxe’. La discriminación comienza en la familia, luego los amigos, los vecinos y hasta la autoridad participa al no brindar apoyo institucional”.

En Chahuites se registraron dos asesinatos de muxes que se rumoraba eran portadores, los mataron a machetazos. La versión fue venganza por tener sida. Los familiares no investigaron, no culparon a nadie, les dio vergüenza hablar del tema, todo quedó en silencio.

El activismo en este pueblo del sur de Oaxaca es sumamente difícil, reconoce Gustavo. Muy pocos integrantes de la comunidad muxe quieren entrarle, prefieren apoyar desde la clandestinidad, no quieren vivir marginados, principalmente por la familia.

“Los comprendo, porque yo señalé alguna vez. Cuando veía a otros amigos muxes trabajar contra el Sida creía que ellos eran portadores, que por eso lo hacían, hasta que comprendí. Hoy me hacen lo mismo”.

Los casos de acompañamiento que realiza Gustavo en Chahuites son de personas abandonados por la familia y por la autoridad municipal, que sólo entrega un apoyo y se deslinda.

En unos meses Gustavo cumplirá 50 años, ese día se vestirá de Teresa, la ocasión lo amerita. Reconoce que no porta ropa femenina por atención a su madre, que no acepta del todo esa parte.

Lamenta que la discriminación más fuerte haya llegado a temprana edad de parte de su propia familia. Le entristece que ahora llegue por hacer activismo. Le duele ver a sus hermanas morir por odio disfrazado de ignorancia.

Cifras negras

La madre de Adriana no soportó la noticia de su muerte, se desmayó en el patio de la casa. El policía municipal dejó caer de golpe el informe sobre el asesinato de su Adán.

Adriana Fonseca, como se hacía llamar Adán Sánchez López, fue asesinada el 12 de marzo de 2009 en Juchitán, la ciudad de las flores, el lugar folklórico que extranjeros llaman paraíso muxe.

Los detalles del cuerpo violentado lo dieron los periódicos. Las páginas policiacas describieron que Adriana fue encontrada en un lote baldío del fraccionamiento La Riviera, zona habitacional de la gente pudiente de Juchitán, con la cabeza aplastada por un block y una varilla atravesada en la mejilla.

Se supo después, que la asesinaron más de tres jóvenes de su sección, la Novena.

“Miércoles Santo” en el barrio de Cheguigo. Oficialmente nunca se supo la verdad.

La indignación del asesinato obligó al entonces procurador de Justicia de Oaxaca, Evencio Nicolás Martínez Ramírez, a reunirse con los representantes de diversas organizaciones y comprometerse a realizar las investigaciones pertinentes, seis años pasaron y nunca se castigó a nadie.

Ahí, en medio del dolor, frente al altar familiar, la madre de Adriana lloró por su hijo, pidió justicia; los funcionarios que llegaron de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) de Oaxaca escucharon.

Explicaron a la zapoteca, con la ayuda de una intérprete en español, que la investigación estaba marcada con los números 275-2009, que se seguiría por oficio, sólo fueron promesas.

Hoy, Adriana forma parte de los archivos de la nota roja.

Presiona comunidad

“Quien la deba, que la pague”, afirma Héctor Renato Morales García, fiscal para la Atención de Delitos de la Diversidad Sexual de la PGJ, departamento creado a finales de enero de este año en Oaxaca ante presión de activistas de la población Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Transexual, Travesti e Intersexual (LGBTTTI) en Oaxaca, por las constantes agresiones registradas en la entidad en los últimos años.

Para Renato Morales la denuncia es la parte medular para la actuación, pero muchos muxes temen declarar ante la desconfianza de las instituciones o las posibles venganzas de los acusados, pero confía que eso cambiará.

El subprocurador regional de la Procuraduría en Oaxaca, Víctor Fernando Ruiz Méndez, detalla que son tres casos de asesinatos contra integrantes de la diversidad sexual en el Istmo desde el 2011.

El funcionario insiste en que es necesario que los familiares den seguimiento a sus casos, ya que los homicidios se siguen de oficio.

La coordinadora de la Diversidad Sexual-Istmo de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Sobre Diversidad Sexual de la PGJE, Felina Santiago, señala que el organismo tiene el registro desde el 2001 de cinco asesinatos de muxes en Juchitán solamente. De esos casos nadie paga una condena.



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