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"No tengo familia; a dónde vamos a ir"

Dalia Martínez / Corresponsal| El Universal
Viernes 18 de julio de 2014

Video. La incursión ocurre casi cuatro años después de que EL UNIVERSAL, en su edición del 1 de agosto de 2010, dio a conocer que el lugar era en realidad un centro de detención

DÉFICIT. "Las habitaciones" donde cohabitaban a diario niñas y niños, adolescentes y familias enteras, tienen barrotes carceleros en boquetes que simulan ventanas, sin cristal. (Foto: RAÚL TINOCO / EL UNIVERSAL )

En el albergue se respira miseria, tristeza, mugre por los poros

ZAMORA

La pestilencia a podrido inunda por lo menos los tres kilómetros a la redonda de la avenida Madero y la calle Virrey de Mendoza, donde se ubica el legendario y ahora desprestigiado albergue La Gran Familia.

Desde el martes pasado, los camiones de basura municipal no paran de acarrear los escombros y la podredumbre sacados del recinto.

Dentro del internado permanecen con caras incrédulas de más de 500 chicos y chicas, menores de edad e incluso hombres y mujeres de la tercera edad. Muchos de ellos no conocen la calle, o bien ya se les olvido cómo era.

Ven entrar a los extraños con curiosidad, preguntándose si se les acercarán y qué les dirán.

Un pequeño niño que dice tener 10 años y que no levanta el metro del piso pregunta por curiosidad si saben a dónde lo llevarán ahora que todo esto termine.

-Creo que te vas a ir con tu mamá o con tu familia, ellos vendrán por ti, creo -se le dice.

-No tengo familia. A mi hermano y a mí nos abandonaron hace tres años aquí. ¿No me podría ir contigo? -pregunta el chiquillo con los ojos hundidos y bajos.

Los policías federales van y vienen vueltos locos tratando de ordenar a los medios de comunicación, que no saben qué foto tomar de todo lo que ven.

En la calle se encuentran personas que vivieron dentro de este albergue -el cual tiene más parecido a una prisión de inframundo- que defiende a capa y espada lo que considera "su casa y su familia".

El doctor Ramírez, sicólogo del DIF estatal, explica que esto puede deberse a que los ex residentes pueden padecer de síndrome de Estocolmo, en el que la víctima de secuestro que ha sido violentada sicológicamente y físicamente, termina por admirar y hasta enamorarse de su victimario.

Pero también hay decenas de personas que dicen haber escapado de este sitio, y lo llaman "infierno", y se alegran de saber que sus victimarios por fin fueron capturados.

Bajo un manto de benefactora social y caridad sin limites, 'Mamá Rosa' acumuló y acumuló durante décadas, en cuartos, bodegas y patios traseros, desde calentadores y purificadores de agua donados por el gobierno de Inglaterra, pianos, marimbas, ataúdes, cuadernos, cobijas, comida enlatada, carne podrida, máquinas de escribir, hasta computadoras, toallas sanitarias y jabones de baño y todo lo que se le atravesara.

El sicólogo Ramírez -quien pide resguardo de su nombre en una platica informal- conjetura que "alguien en este lugar tenía también una patología sicológica llamada Síndrome de Diógenes, que en la acumulación de objetos encuentra satisfacción y felicidad".

En un grado irreversible que raya en la locura, enfatiza, "el enfermo termina por coleccionar vidas, de alguna u otra forma".

No se puede explicar de otra manera las bodegas repletas de comida agusanada en ollas con capas y capas de cochambre que no han sentido el jabón y el agua limpia en años y el hacinamiento de personas que declaran por igual que no había forma de salir a la calle.

No se puede dar una tampoco un argumento racional sobre la cantidad de ropa nueva que hoy presenta mordeduras de rata y cucarachas por el acumulamiento inútil, a pesar de que para ver a sus hijos a los familiares les pedían, invariablemente, una muda de ropa nueva y una cuota de 200 pesos.

Edificios que contrastan

Muros de más de 20 metros de largo se alzan en los cuatro costados del albergue La Gran Familia, circundado por restaurantes finos que ofrecen comida argentina, japonesa, italiana y hermosos vestidos para fiestas elegantes.

La casa hogar de 'Mamá Rosa' se erige como un lunar en medio de la opulencia de esta zona de la ciudad de casas residenciales y avenidas amplias y de jardines perfectamente recortados.

El interior de la casa de Rosa Verduzco contrasta de hecho con la realidad.

Las "habitaciones" donde cohabitaban a diario niñas y niños, adolescentes y familias enteras, tienen barrotes carceleros en boquetes que simulan ventanas, sin cristal.

En el interior, de todos lo cuartos llama la atención uno muy pequeño y más sucio que los demás.

Ese cuarto de menos de dos metros cúbicos era conocido como "El Pinocho", el lugar donde encerraban a los niños como castigo extremo, solos, sin agua, luz y comida.

El área femenil, hasta donde nos guían durante la "visita", dejan al descubierto a decenas de chiquillos y niñas que con dificultad alcanzan el metro de altura con 10 años de edad y no paran de preguntar a los reporteros si sabemos cuándo podrán irse de aquí.

Un olor inaguantable

En los dormitorios hay camas enmohecidas y sin colchón donde duermen con cartones, colchonetas y cobijas seres humanos de rostros amarillos y manchas blancas.

Hay cuartos que tienen excusados, pero en realidad son letrinas repletas de excremento desbordante y acumulado por mucho tiempo. Ante esto, los niños y jóvenes optaban por hacer sus necesidades fisiológicas, en el suelo o en cubetas. El olor es inaguantable.

Como decoración, las paredes tienen diversos dibujos terribles que muestras muecas y máscaras alucinantes, dignas de la peor película de terror. Las palabras "güey, puto, verga, diablo" y otras se repiten en cada uno de los muros y sólo de vez en cuando aparecen la palabra "vida, sonreír y amor".

'Mamá Rosa' tenía además un establo donde había un par de vacas, cerdos, gallinas, una familia de tlacuaches e innumerables perros y gatos, los cuales se pasean en medio de este escenario que se asemeja a un tianguis.

Los cuartos que servían como baños son en realidad un cajón de regaderas donde el agua caliente es inexistente.

En la cocina y otras habitaciones es común ver manchas cafés y negras, que a simple vista parecen humedad, pero en realidad son colonias de chinches y cucarachas que nadie quiere matar.

En este "albergue" se respira miseria, tristeza, mugre por los poros, los dientes y los ojos, pero sobre todo hay un olor insoportable de negligencia e impunidad.



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