Nos agarra la policía nada más por ser transexuales
DAÑO. Rubí asegura que cuando acude a una revisión médica "me tratan con asco". (Foto: LAURA SÁNCHEZ EL UNIVERSAL )
Una falda negra de seda hasta los muslos deja al descubierto sus piernas largas. Lleva una blusa sin tirantes que apenas sostiene sus pechos morenos, bien redondeados, talla doble D. Tacones de plataforma metálicos, mallas de red, Rubí se exhibe coqueta en las calles Mutualismo y Primera, de la ciudad de Tijuana, Baja California.
Las uñas pintadas, su cabello teñido color "chocolate salvaje" -que lleva en una coleta y un copete calado hasta las cejas-, contrasta con los pómulos y barbilla pronunciada, que apenas fijando descaradamente la mirada delatan lo que fue. Lo que ya no quiere ser...
Rubí, es dueña de las noches tijuaneses: camina contoneándose por las calles norteñas y sabe que brilla más que los rayos del Sol: "¿Qué?, te paso un vasito para que no se te caiga la baba". "¡Te gusta lo que ves, para qué te haces!".
Pero detrás de sus movimientos oscilantes, delicados y su profunda risa que alumbra el lúgubre callejón que da al mítico motel Perla de la zona norte, se esconde un nombre de pila que la envuelve en un aura triste. Tal vez Jorge o José.
"¡Nombre! desde que yo era niño sabía que quería ser mujer, yo me quería transformar, como desde los siete años, pero me daba pena con mi mamá y mis siete hermanos. ¡Imagínate, mi papá tenía como 20 mujeres!, era un machista", exclama levantando las manos.
Rubí nació en un barrio popular de Acapulco a mediados de 1988, recuerda ahogándose de la risa que desde chiquita le decía a sus hermanas "te cambio tu muñeca por mi carrito". "Desde entonces sabían lo que era, pero se hacían tontas".
Hasta que a los 18 años -aún corpulento, con barba cortada, pelo raso, pecho erguido y silueta musculosa- decidió emprender el viaje: "Te digo, yo quería transformarme, pero ya". Agarró un camión hasta Estados Unidos y con un fajo de billetes en mano fue al mejor cirujano plástico de California.
Dos años después, se envalentonó. Mandó una carta a su familia en Guerrero, que iba acompañada de unas fotografías. Entre éstas la de un hombre, que muy acaramelado, tomaba de la cintura a su exuberante novia de vestido apretado y zapatos de tacón.
La entrevista se interrumpe cuando estallan las risotadas:
¿Y los de esas fotos qué mi'ja?
-Amá, somos yo y mi esposo.
-¡Cómo que tú y tu esposo!
"Rompieron las fotos. Mi papá no me habló durante cuatro años", recuerda agachando la cabeza.
Rubí oficialmente es transexual desde que se operó y decidió "mandar al carajo al mundo". Aunque diariamente paga las consecuencias, producto de una sociedad que continúa exacerbando su "transfobia".
Blanco de extorsiones
Tijuana, desde antaño, es un punto donde confluyen mujeres y hombres de México y Centroamérica, no sólo por procesos migratorios. Aquí, destaca "La Coahuila" o la calle primera, un callejón donde se ha "oficializado" la prostitución.
Las primeras cuadras son ocupadas por mujeres de rasgos indígenas: faldas escolares, ombligueras, medias de algodón y tacones que elevan a las pequeñitas damas.
Al fondo, se divisan mujeres, incluso más bellas que las primeras: con maquillaje de salón, extensiones de cabello y cuerpos de envidia. Es la calle de la comunidad transexual, que ofrece servicios sexuales por módicas cantidades de dinero.
Aquí trabajan Rubí y Azul, otra transexual que preside la Asociación "Transgéneros Unidas por los Derechos Humanos AC", ante el acoso de las autoridades y la discriminación de la que son víctimas.
"Nos han llevado por que sí, nada más; nos pegaban, agarraban de los pelos y echaban a las camionetas de la policía, nada más por ser transexuales, como animales", dice Azul, quien recuerda que por los maltratos muchas mujeres han pedido asilo en Estados Unidos.
Hace un par de semanas Rubí fue víctima de la Policía Municipal. La subieron en la cajuela de la patrulla, donde iba otra transexual. Las llevaron a la comandancia.
Les dimos 400 pesos cada una. Regresaron, pero les dije que yo no soy su "puerquita", pero ya sé que tengo que tener mi dinero preparado porque aunque ser transexual no es delito, pues me da miedo".
Las dificultades de Rubí y Azul no se limitan a las extorciones, en Tijuana rivalizan las autoridades policiacas con las de salud. "Se ponen hasta doble guante para sacarme sangre; me tratan con asco". También, otro problema recurrente es solicitar una identificación.
Un sueño de cambio
El antropólogo Víctor Clark Alfaro, quien ha presidido durante más de tres décadas el Centro Binacional de los Derechos Humanos, recuerda que a finales de los años 90 comenzó a escucharse el término "asilo por orientación sexual" en Estados Unidos.
Transexuales mexicanas solicitaban ayuda del gobierno de ese país para salir de México. El antropólogo fue invitado a las cortes federales a atestiguar en los casos. Sin embargo, asegura que desde 2006 comenzó a incrementar el número de transexuales abusadas.
"No les dan empleos, no les rentan departamentos, en oficinas gubernamentales son discriminados, no hay día que no salgan a la calle y sufran del estigma, el acoso y, lo más grave, los han asesinado y aquí pasó. Hace dos años mataron a una y el homicidio quedó impune".
Azul, líder del grupo en defensa de los derechos Humanos de los transexuales, confiesa que en diciembre empezará a tramitar ante el gobierno de EU su petición de asilo. Sueña con que allá será diferente.